Opinión

AMLO y los escépticos en la Frontera




enero 2, 2019

Manuel Loera
Economista y académico

Justo un día después del día de los inocentes, mediante decreto presidencial, el propio Andrés Manuel López Obrador, ahora ya en su calidad de Presidente, ha dado a conocer un programa gubernamental para atender la problemática específica de la Franja Fronteriza del Norte de México.
La mención de la efeméride vecina es oportuna porque desde su primer planteamiento, prevaleció la duda sobre la puesta en práctica de lo que muchos apreciaron como una promesa de campaña que, el propio AMLO muy pronto olvidaría.
No sólo eso, en distintos momentos circularon rumores, de que alguna o varias de las medidas serían descartadas; pero hoy tenemos ante nosotros los decretos de una acción gubernamental que puede crear un escenario muy favorable para el desarrollo económico de las comunidades fronterizas.
Por eso vale la pena traer a nuestra memoria algunas de las circunstancias que justifican plenamente la puesta en marcha de esta nueva política económica para atender, problemas muy específicos de la frontera, sobre todo cuando, para muchos analistas, el TLC (ahora T-MEC) había hecho lo suficiente para borrar la singularidad de los grandes problemas que cotidianamente enfrentaban los ciudadanos de la Frontera Norte. Pero lo cierto es que lejos de extinguirse los grandes problemas, con el paso del tiempo, emergieron otros que han venido a complicar la situación que se vive en estas regiones de México.
Sin remontarnos a la historia lejana, la reciente nos indica que la problemática económica de la frontera fue relegándose, conforme se extendió el TLC. Todos los fronterizos han experimentado, cómo muchas de las ventajas que tenían se han perdido, conforme la apertura comercial se fue consolidando. Ello no fue accidental, pues el propósito esencial del hoy desdibujado tratado comercial era recorrer la frontera hacia el sur; homogeneizando las reglas y condiciones de intercambio que, hasta 1993, sólo existían en la zona fronteriza del norte mexicano.
En cierta medida este propósito se cumplió y ahora gran parte de las ventajas que las comunidades de la frontera tenían en su comercio con Estados Unidos se han generalizado al resto de México, pero especialmente a la región del Bajío, que ha sido, sin duda, el territorio más beneficiado bajo este régimen comercial que, poco a poco, se olvidó de la naturaleza muy específica de los grandes problemas con los que cotidianamente lidian los ciudadanos de la Frontera, los cuales precisan de una atención especial, muy diferente a la que se ofrece al resto de las grandes regiones.
Como se sabe uno de los grandes propósitos, acaso el más importante, estaba orientado a lograr la convergencia entre los niveles de bienestar de las poblaciones trabajadores de los tres países firmantes: pero no se cumplió; al respecto hay sobrada evidencia de que en este objetivo no se avanzó, y en buena medida se retrocedió. Razón por la que el propio TLC fue cuestionado y finalmente degradado a un nuevo acuerdo que tampoco es promisorio.
Esta es la incuestionable conclusión de la vida, pasión y resurrección asistida del TLC a nivel macroeconómico; pero, a nivel regional, también debe hacerse un balance examinando lo acontecido en el cuarto de siglo que lleva el TLC y su ahora versión descafeinada.
En este balance regional, encontramos que la zona Sur ha sido poco beneficiada: en términos relativos, su situación es peor que la previa al levantamiento zapatista.
El bajío y el centro de México, han sido los principales ganadores, no sólo tienen mejores condiciones comerciales; también han atraído empleo formal hacia sus mercados laborales y sobre todo sostienen una triple ventaja frente a lo que ocurre en la Frontera: sus metrópolis urbanas son sedes de los gobiernos estatales, con todo el potencial económico que ello representa; dada la proximidad y en algunos casos vecindad con la Ciudad de México, sus redes de beneficio mutuo con el gobierno Federal son estrechas y eso les representa un trato privilegiado por cuenta de todos los programas federales; en tercer término, lo más importante, sus grandes ciudades mantienen redes comerciales y económicas de todo tipo con el megamercado que representa la Ciudad de México.
En cuanto a la zona norte y, particularmente, la Frontera el panorama está poblado de claroscuros. En el mercado laboral la demanda de trabajo de las ensambladoras extranjeras se duplicó y ciertos empleos especializados se diversificaron, pero se mantuvo el absoluto predomino de este segmento de la industria; el comercio al mayoreo y las franquicias multiplicaron sus escalas de operación, la competencia con el comercio paseño continuó siendo ruinosa y los intercambios y transacciones familiares se vieron bloqueadas por el congestionamiento de los puentes internacionales; pero en el cuadro hace falta lo mas representativo: la frontera se mantuvo como una comunidad con una alta presencia de mano de obra industrial y de servicios muy mal pagada.
En resumen, si la vigencia del TLC no cumplió con su misión de cerrar las brechas que separan los niveles de bienestar entre México y sus dos socios opulentos; tampoco logró su segundo propósito: homogeneizar los niveles de desarrollo de sus principales regiones.
En este sentido, en esta época post o neo TLC en que vivimos, la situación especial que vive la frontera no la desvaneció una desbordante apertura comercial, porque los problemas singulares y relevantes que viven los residentes de estas tierras, tan alejadas del centro, con todo y la revolución de las tecnologías de información y comunicación, no sólo prevalecen; sino en algunos casos ahora tienen expresiones más desfavorables.
Sólo para documentar este punto enseguida se enumera un conjunto de problemas que hacen de las economías fronterizas, casos que precisan de políticas públicas y programas públicos sumamente específicos.
Impacto de las devaluaciones. El peso, desde fines de 2013 a la fecha, se ha devaluado en casi 50%, si tomamos como base el tipo de cambio original equivalente a 13 pesos por dólar, que tuviera en el momento en que Enrique Peña Nieto asumió el cargo. Todos los mexicanos han sufrido esta devaluación tan profunda, pero quienes viven en la frontera, han enfrentado una inflación, propia de los intercambios fronterizos que tiene tres fuentes, que afectan con mayor crudeza a los fronterizos.
Las compras realizadas, tanto en México como en EUA, de productos extranjeros aumentaron sus precios, de inmediato y en proporción directa a la devaluación.
Los bienes y servicios con alto contenido de insumos extranjeros, consumidos en la frontera, al incorporar insumos, tasados en dólares, también se dispararon en proporciones próximas a la tasa de apreciación del dólar.
Los vendedores locales de bienes y servicios en giros de servicios turísticos alinearon sus precios al encarecimiento del dólar.
Falla estructural de los mercados fronterizos. Como resultado de las enormes diferencias que caracterizan a las estructuras comerciales de Juárez y El Paso, en giros tan significativos como electrónicos, ropa, y alimentos procesados, entre otros más, las oportunidades que pudieron aprovechar los capitales comerciales radicados en la frontera, con todo y devaluación, siguen siendo muy limitados, enfrentando las peores barreras naturales que no son otras que las ventajas a favor de comerciantes norteamericanos, en aspectos como: precio, variedad, disponibilidad de inventarios y calidad. Estas ventajas que favorecen a los comerciantes “del otro lado” se han mantenido sin cambio significativo, acaso por más de un siglo.
Alta concentración de trabajadores mal pagados. Aunque esto ya no es un rasgo exclusivo de la frontera, porque si algo resultó del TLC, fue justo extender la presencia de plantas industriales de exportación a otras zonas de México, en la frontera sigue prevaleciendo este segmento de la fuerza laboral que ya acumula la cuarta generación de trabajadores que han dedicado su vida productiva a empresas extranjeras, las cuales siempre los han mantenido en la línea de subsistencia.
Violencia y comercio transfronterizo. El impacto de la crisis de seguridad, tiene efectos económicos más intensos en la frontera, no sólo porque los índices de delitos graves son mayores, o porque este fenómeno tenga una historia más larga, sino, en particular, en la frontera la violencia sistemática ha creado niveles de incertidumbre y sensación de riesgo entre los residentes de las poblaciones vecinas o gemelas, tan elevados, que estos potenciales clientes han limitado sus vistas y contactos a negocios radicados en las ciudades mexicanas.
Centralización perpetua. Finalmente, un elemento fundamental que singulariza la situación de la Frontera Norte es el abandono de los gobiernos, tanto el federal como el local. En todos los ámbitos los fronterizos son parte de la agenda olvidable, de los programas de gobierno y eso hace de ellos comunidades extremadamente vulnerables.
Esta problemática propia de la frontera no ha desaparecido, las condiciones que la generan siguen vivas; pero algunos de los programas que antes las favorecían hoy están liquidados y con ello la situación de los fronterizos terminó por empeorar.
Nos referimos al IVA que durante años mantuvo una tasa muy inferior en la frontera, lo cual se sostuvo por décadas: siendo de sólo 10% entre 1995 y 2009, cuando la tasa general era de 15%; de 11%, entre 2010 y 2013, cuando la general era de 16%; hasta que en 2014 ese incentivo se eliminó, homologando la tasa fronteriza a la tasa general en 16%.
En otro periodo reciente (2006-2012) el beneficio de una gasolina más barata en las ciudades mexicanas también representó una situación favorable, pero este estímulo, también fue suprimido durante el gobierno de Peña Nieto.
También en un periodo muy largo, iniciado con la definición efectiva del salario mínimo en 1933, los salarios en la frontera, en consideración al reconocimiento de que se trataba de una “zona de vida cara”, se mantuvieron por encima de los vigentes en el resto del país, pero al igual que las anteriores excepciones, el diferencial se eliminó plenamente en octubre de 2015.
Para terminar este punto, la economía de las familias de menores ingresos recibió un golpe muy fuerte, cuando se limitó la entrada de vehículos extranjeros, elevando desmedidamente los aranceles y restringiendo severamente su importación.
Como puede apreciarse hay una doble razón para justificar la puesta en marcha de un nuevo programa de atención integral a la frontera; pues, por un lado tenemos que los problemas propios de la Frontera aún causan estragos en la economía de las familias; y, por el otro, programas que alguna vez aliviaron las penalidades de estas comunidades, bajo el pretexto de una supuesta convergencia entre las regiones del país han sido cancelados, sin mayor trámite que la voluntad de gobiernos verdaderamente centralistas, que no logran entender, como se vive la vida desde una Frontera, cuya singularidad se niega a perecer.
Por eso, lo menos que los ciudadanos debemos reconocer en esta propuesta de AMLO, es la emergencia de una nueva política de atención a los problemas de la frontera, que puede representar una nueva oportunidad de crecimiento y desarrollo. Lo cual es valioso, porque los cuatro gobiernos mexicanos que acompañaron la vida del TLC (1994-2018), bajo el supuesto de que el sol del TLC alumbraría a todas las regiones mexicanas, nunca desarrollaron políticas específicas para la atención de los problemas de la Frontera Norte; por el contrario, como lo hemos expuesto antes, generaron acciones de gobierno para acabar con las pocas ventajas que habían sobrevivido a la crisis de los ochenta.
Por ello el gran proyecto de AMLO para la Frontera Norte debe ser bienvenido. Ante los hechos ¿quién podrá dudar? Que, al menos, en los aspectos formales AMLO ha sido fiel a su palabra.
mloera@uacj.mx

 

 

 

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