Hernán Ortiz
Académico
Mi padre contaba un chiste políticamente incorrecto. En realidad eran muchos pero hoy me acordé de uno en particular. Llega un borracho a una cantina se para en la justa mitad y pinta una raya en el suelo.
Los de este lado son putos, los de este lado chingan a su madre.
(En aquel tiempo las cosas eran diferentes, entonces puto era considerado un insulto… además a mi padre nunca le gustaron los nuevos tiempos)
Entonces, un bato grande con voz de macho se levanta y dice.
(Antes de decir lo que dijo, cabe resaltar que en aquel entonces el ser macho no era un insulto, en todo caso se consideraba hasta un tipo de halago)
Oiga, yo no soy puto.
A lo que el borrachito solícito respondió, entonces pásele a chingar a su madre.
Mi padre estallaba en una risa contagiosa que compartían las personas que le rodeaban. Hoy se me ocurre que de presenciar un acto como el del chiste, podrían surgir hashtags como “todos somos putos” o “yo también chingo pero a mi padre…” ya sé que así no se escriben los hashtags, pero soy viejo… Soy viejo…
Como en el chiste, a veces parece que sólo se tienen dos opciones. Ser o no ser algo.
Me acabo de dar cuenta en este ser viejo que mis hijos e hija son de una generación la mar de distinta a la que vivimos la generación pasada.
De hecho, lo noté en mis estudiantes. No conocieron el priísmo, la alternancia es cosa común, el siglo XX parece haber sido un lustro, no supieron lo que era tratar de entender la política internacional por medio de la propaganda de la guerra fría. No saben quién fue Fidel Velázquez, Tin Tan y Pedro Infante ya no son de consumo obligado, la inseguridad se respira de manera ¿más real? Yo qué sé.
Todo lo anterior lo compartí con mi padre, madre y hasta con mis abuelos y abuelas a los de la siguiente generación sólo se los platico y a fuerza.
Recuerdo que cuando era niño, tendría unos 10 años, en navidad nos compraban unas bolsotas llenas de cohetes, palomas, cañones, cohetes chinos, cebollitas, chifladores… y muchos más. Los adultos responsables se metían a compartir bebidas espirituosas y para que los infantes no interrumpiéramos sus trascendentes conversaciones nos daban un cigarrillo encendido para así poder prender la mecha de los juguetes rellenos de pólvora, a veces ruidosa, a veces multicolor. De vez en cuando alguno de los infantes tenía que darle una calada al cigarro para que no se apagara. Nunca hubo graves heridos sólo a mi primo le explotó una vez cerca de los ojos y mi hermana, Lula, se quemó el abdomen con una luz de bengala. ¿Qué tipo de padre o madre haría eso actualmente?
Somos generaciones muy, pero muy distintas, tal vez el salto es tanto como el que se dio después de la segunda Guerra Mundial… vivimos en mundos totalmente diferentes… coexistimos, pero, ¿nos reconocemos?
Reconocer la otredad nos cuesta trabajo. Las personas que opinan diferente de entrada nos parecen idiotas. Tal vez por eso no podemos construir puentes de diálogo. Las opiniones se polarizan, lo cual no es malo en sí, lo malo es no poder identificar la manera de llegar a acuerdos. Es todo o nada, como pareja celosa y los celos nunca dejan nada bueno.
Así, tan simple, estamos a favor o en contra de: el aborto, la disculpa del rey de España a México, la Guardia Nacional, los migrantes, Derechos Humanos, AMLO, #MeToo, Roma, financiamientos a cultura o a organizaciones civiles, en fin.
Cada semana, al menos, surge en los medios alguna nota que polariza la opinión pública. Claro, cuando hay opinión pública. Los viejos, los de la generación pasada, ¿sabemos dialogar? No lo sé. Pero con el tiempo empezamos a reconocer al enemigo… siento que cuando te das la oportunidad el tiempo te permite reconocer al otro sin necesidad de odiarlo.
Recuerdo a ese señor alto de cabello corto que trabajaba en gobernación y siempre llegaba a las protestas. Nos saludábamos y hasta le platicábamos, lo que pasaba pues no teníamos nada que ocultar y hasta entrenábamos qué decir.
El sábado en la Plaza Cervantina hubo un evento cultural que quedó como punto para manifestar el sentir del riesgo criminal de la ciudad, un par de jóvenes panistas llegaron y filmaron alrededor, nada raro, todos lo hacían. Uno de ellos me identificó y se acercó a mí. Me preguntó por quién se había organizado todo y no le dije… no lo conozco tanto como al viejo bato de Gobernación.
Antes éramos los jóvenes impetuosos dispuestos a cambiar el mundo por algo distinto. El mundo cambio, sin duda, por eso los jóvenes son tan diferentes.
Éramos estudiantes, ahora somos docentes. Protestábamos afuera de las oficinas de gobierno, ahora estamos dentro. No sabíamos de política, ahora somos parte de ella, tal vez sin saber todavía. Trabajábamos casi por nada, ahora tenemos familias que mantener. Antes protestábamos, marchamos por Chiapaz (sí, con Z) aunque fuera por accidente.
¿Cómo protestarán ahora los estudiantes? Dana Lizeth Lozano Chávez, fue asesinada el viernes. La comunidad se indignó, no sé si igual que cuando asesinan a una obrera, pero se indignó. Ella era joven y estudiante de la UACJ. La comunidad estudiantil, ahora está pidiendo que se aclare el crimen, que se hagan mesas de coordinación entre los tres niveles de gobierno y que la Universidad de se posicione al respecto.
¿Cómo compartirles lo que sabemos que va a pasar y/o lo que pasó? (Ya sé que la RAE desaconseja el uso del y/o… pero a estas alturas Y/O.) La UACJ ya se posicionó en un comunicado moderado dentro de todas las formalidades posibles. Las mesas de coordinación entre los tres niveles de gobierno se dan todos los días y no han funcionado, la investigación se realiza y sigue su curso, de hecho, sino encuentran al culpable lo pueden fabricar y el juicio sumario y la polarización se harán notar.
¿Cómo compartirles que hay formas de presión que duelen más a los funcionarios? Que las posturas mesuradas desgastan más que apoyar a un cambio. Que el odio y la desesperación en ocasiones nublan la razón (casi siempre). Que en la política el desprestigio de la otra parte es una de las estrategias más comunes y dolorosas que hay pues nunca la sociedad civil podrá competir con el presupuesto de publicidad del estado. Que encontrarán personas que se sumarán al movimiento sólo para tratar de apropiarse de él. Que otros estamos viejos y que ellos tendrán que aprender, tomar decisiones y tal vez sólo nos sumaremos a su ritmo. Que pueden preguntar. Que siempre se debe desconfiar del gobierno (es un principio ético). Que sin pedirlo, ahora están al frente de la lucha por la seguridad de la ciudad. Nosotros hace diez años lo estuvimos y por los resultados que vemos algo no hicimos o hicimos mal.
Los de la generación anterior, ya sabemos sostenernos entre los horrores de la impunidad y la corrupción, como diría Juan de los Muertos, somos sobrevivientes. Y seguiremos sin duda, cargando nuestras alegrías y aprendiendo de nuestros errores.
Ahora, sin que lo hayan pedido, otra generación tiene su lucha, nuestra lucha… pero somos tan distintos… En este mundo donde las opiniones se polarizan, hoy, más que siempre, necesitamos dialogar y eso, no sé si tendremos la capacidad de hacerlo… debemos hacerlo, si es que queremos dejar de contar muertas y muertos.
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