La convocatoria para defender la dignidad de México ante Estados Unidos se convirtió en un encuentro de la élite política que intentó celebrar una victoria agria a costa de los migrantes
Texto: Andro Aguilar
Fotos: Presidencia
Pie de Página
Tijuana, Baja California – El llamado fue a congregarse para una celebración y la gente respondió así: que el acuerdo entre México y Estados Unidos del viernes pasado no se pudiera interpretar como una derrota. No importaron las críticas por salvar un acuerdo comercial a costa de los migrantes, los asistentes a la concentración a la que convocó Andrés Manuel López Obrador en la última frontera del país llegaron a festejar.
Como Juan Pedraza, “cantante, compositor e intérprete de más de 950 canciones”, que toca en su guitarra:
Decían que no se podía componer a la nación/ que todos seguirían robando sin haber una sanción/ pero llegó un personaje que cambió la situación/ se quedaron cortaditos los rateros en montoooooón/
Me canso ganso, dijo López Obrador / Me canso ganso, dijo López Obradoooor
Oriundo de Mexicali, Pedraza hace en la fila para el encuentro con el mandatario. La mera verdad, dice, la razón principal para venir es presentarle su canción a López Obrador y, de paso, ver si puede proponerle que, con todos los cargos ganados por Morena en los comicios del domingo pasado, establezca en Baja California un plan piloto de coordinación de seguridad sin detenerse en burocracias. Si les lleva la Guardia Nacional, explica, va a tener el campo propicio para trabajar.
—¿Y sobre el acuerdo aprobado con Estados Unidos sobre migración?
—Está muy bien, porque no es justo que los centroamericanos pasen como Pedro por su casa para llegar hasta aquí, donde se tiene que gastar para mantenerlos, darles un albergue y que esperen que Estados Unidos les dé un asilo, mientras tanto está gastando México. Fue una buena decisión porque los centroamericanos no tienen por qué estar en terreno ajeno. Y le sirvió para que, con Estados Unidos, haya una buena relación.
La opinión del músico es compartida por un guatemalteco de 30 años de edad que perdió una pierna y un brazo en 2005, cuando cayó del tren en Tapachula. Entonces Daniel tenía 16 años y el tren fue la forma más sencilla que encontró para avanzar y librar la seguridad dentro del territorio mexicano.
Hasta cierto punto, dice, entiende. Donald Trump: “Es lo que yo he visto, hay gente que en verdad viene a buscar trabajo, a sacar a delante a su familia, pero son pocos, la mayoría sólo va a hacer desastres, a causar problemas”.
—¿A ti no te hubiera favorecido poder cruzar de otra manera sin tener que subirte al tren?
—Pues sí, pero habemos gente que queremos llegar para salir adelante, pero hay muchos, y es la mayoría, que no tienen necesidad de salir… Se quejan de que el gobierno y todo eso, pero un presidente por persona no la va a estar atendiendo, sería ilógico.
Mientras Daniel espera recargado en una de las calles principales del centro de Tijuana, en la esquina de Constitución y Revolución, las 5 mil sillas para los invitados de Presidencia comienzan a ocuparse.
Los invitados también tienen actitud de festejo. Visten de blanco como si se tratara de una boda al mediodía. Se toman selfies para inmortalizar el momento. La diversa clase política mexicana: el diputado Gerardo Fernández Noroña y Jaime Rodríguez El Bronco; el gobernador priista Alejandro Murat y el diputado Pablo Gómez.
En la lista hay 26 gobernadores y la jefa de Gobierno. Siete secretarios de Estado, representantes de empresarios y banqueros, de religiones y de pueblos originarios.
En el templete, todos esperan de pie, excepto Porfirio Muñoz Ledo, presidente de la Cámara de Diputados y Alfonso Romo, jefe de la oficina presidencial.
López Obrador entra como en cualquier mitin de campaña, después de dedicar ocho minutos a saludar a los asistentes contenidos por las vallas metálicas.
El canciller Marcelo Ebrard comienza carraspeando: “Si me notan un poco cansado es porque estuvimos muchas horas trabajando para tratar de evitar, como finalmente se logró, que nos impusieran tarifas a México el día lunes”, dice y se lleva los aplausos.
La presentación sirve como un aplausómetro. Entre los más aplaudidos Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum, Fernández Noroña. Los más abucheados Silvano Aureoles, Alfredo del Mazo y, sobre todo, Kiko Vega.
Ebrard reconoce que en su negociación no se ganó todo, pero repite la frase que, asegura, le dijo a López Obrador: “No hay tarifas, presidente, y salimos con la dignidad intacta”.
Una voz anónima grita: “¡No criminalicen a los migrantes!”.
Arturo Farela, representante evangélico, dice que todo se debe a un Dios todopoderoso. Alejandro Solalinde, el sacerdote católico defensor de derechos humanos de migrantes, habla de Jesús de Nazaret y de la bendición que México tiene de la virgen de Guadalupe.
Solalinde dice que no quiere ventanear a nadie pero espera que pronto haya una mujer presidenta.
Cada pausa, cada silencio en el templete, es ocupado por un coro que se repite de forma constante: fuera Kiko, fuera Kiko. Y el gobernador panista Kiko Vega, que hace una semana perdió la gubernatura y todos los cargos políticos de su estado trata de mantenerse serio.
“Yo hasta sentí pena por él”, dice una policía municipal al final del evento.
Porfirio Muñoz Ledo, el octagenario presidente de la Cámara de Diputados, es el único en el templete que critica abiertamente el endurecimiento de la frontera sur de México por la presión estadounidense.
“Lo que es en mi criterio inmoral e inaceptable es el doble rasero entre la frontera norte y la del sur. Por una parte, exigimos que nos abran las puertas; y por el otro lado sellamos el paso de los centroamericanos para hacerle un oscuro favor a los Estados Unidos”, dice.
En su turno, López Obrador arroja cifras sobre el fenómeno migratorio: 521 mil personas entraron a México de enero a mayo, más que nunca en la historia del país. Y de ellos, 159 mil son menores de edad. Una barbaridad, si se considera que en lo que se llamó “la crisis de los niños migrantes” en la administración de Barak Obama se calculaban 60 mil.
El tabasqueño reitera que de respetarán los derechos humanos. Y repite a Donald Trump el mensaje que ya había adelantado en su cuenta de Twitter:
“No le levanto un puño cerrado, sino la mano abierta y franca”.
A un costado, en las casas de cambio, el precio dólar con números rojos sigue inmóvil: compra 18.8; venta 19.15.
El acto de defensa de la dignidad nacional no es muy distinto de los mítines electorales de López Obrador.
“Ya vámonos al César’s#, dice un morenista a Pablo Gómez. Ahí termina la celebración con Claudia Sheinbaum posando para selfies, en compañía de otros políticos incluido Jaime Bonilla, el delegado federal que ganó la gubernatura de Baja California hace una semana.
A unos metros, un mesero tiene la esperanza de que llegue López Obrador. “A ese sí le creo”, dice.
A unas cuadras, dos mujeres provenientes de San Quintín bailan son jarocho. “México somos uno”, dice una de ellas, envuelta, literalmente, en la bandera mexicana.
En los alrededores, miles de migrantes, principalmente centroamericanos, ya esperan en 17 albergues de Tijuana la fecha de su audiencia para solicitar asilo con el gobierno estadounidense.