Alejandro Páez Varela
Durante los días que duró la crisis de los aranceles entre México y Estados Unidos, en redes sociales hubo una movilización irregular (quiero llamarla de alguna manera) contra el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Primero se dio una especie de festejo por la amenaza de Donald Trump. Luego se vino una operación coordinada (de acuerdo con el análisis de metadatos) para tratar de enemistar, hacer quedar mal y/o restar fuerza al Canciller mientras negociaba: buscaron tuits anteriores al 1 de diciembre de 2018 en los que Marcelo Ebrard cuestionaba a Trump (muchos de la campaña de 2016) y arrobaron al Presidente de Estados Unidos y a varios de su equipo, como Mike Pence, para predisponerlos, a ellos o a sus equipos.
Después de la primera conferencia de prensa en Washington, hubo otra vez un ataque contra la “impericia” y “la falta de relaciones” de la delegación mexicana (incluyendo el TT de #LordCacahuate) y posteriormente, las cuentas giraron para agriar el llamado a la manifestación de Tijuana.
Tanto Trump como López Obrador han sido cuestionados internamente por los acuerdos. Muchos en Estados Unidos dicen que el primero cedió por las presiones domésticas (Paul Krugman) o porque no obtuvo nada nuevo (The New York Times) o porque mintió con, por ejemplo, un supuesto acuerdo para exportar a México más productos del campo (Bloomberg). AMLO ha sido cuestionado por todo: se le acusa de vulnerar la soberanía o ceder en Washington a lo que quiso Trump. Nada nuevo para ambos, que comparten (y alimentan) un rasgo: la polarización; ambos hacen su parte: confrontan a quienes los cuestionan. Esas reacciones son válidas y además, necesarias.
Toman decisiones que impactan a millones y sólo faltaba que no se les pudiera cuestionar.
Lo que vi en la red en esos días, sin embargo, no me pareció la crítica común, la que se hace necesaria como contrapeso de las decisiones desde el poder (la que llamo movilización irregular). Alguien (un grupo, o varios grupos) movilizó granjas para aplaudir el tropiezo de México (México-país, no México-Gobierno) ante Estados Unidos y me temo que fue sólo para cosechar políticamente. Gozar la amenaza y luego tratar de hacer quedar mal al negociador mexicano es ir contra los ciudadanos, perdedores de un desacuerdo entre las partes. Ya estamos más tranquilos, pero haber aplicado aranceles de 5 por ciento habría llevado a México (Bank of America) a al menos dos periodos con crecimiento negativo que es técnicamente entrar en recesión. El dólar se habría escapado de las manos y habría alcanzado, este mismo lunes, el 27 por uno (también Bank of America). ¿Quién puede celebrar que miles se fueran al desempleo y que la inflación rebotara y que dejáramos de crecer y que el peso se fuera a la tiznada? Esa es la pregunta, justamente: quién. El para qué parece obvio: la derrota del gobierno de AMLO en este tema habría traído un descalabro mayúsculo a su proyecto, además de quebrar al ciudadano de a pie. Pero el quién es, aquí, el tema.
Vicente Fox y Felipe Calderón se montaron a esa ola. El primero, bueno, es quien es: tiene un encono personal con AMLO y le vale madres el país (lo demostró en seis años). Es una vieja rivalidad ciega, alimentada por el odio. La cordura no es lo suyo y eso lo ha demostrado durante años y años. Está en el lugar que le queda estar. Y ya.
Pero el segundo, mmmh.
He dicho en el pasado que los gráficos de metadatos (las nubes) dicen que en torno a muchas de las tendencias contra López Obrador aparece Calderón. También he dicho, por lo que he visto de quienes analizan esos datos, que puede o no puede ser el generador de la ola pero sí aparece en ella de manera destacada. El 30 de mayo, cuando Trump lanzó la amenaza, Calderón entró al tema por la puerta que le gusta: criticando al Gobierno; no analizando el efecto: “¡Terrible!! La estrategia de no pelearse y ‘caerle bien’ a Trump no funcionó…”. En los siguientes días se dedicó a retuitear a quienes calificaban a los negociadores de débiles, asustadizos, inútiles o mediocres, o a quienes pedían a López Obrador “recapacitar” y “dejar de tirar el país por la borda”.
El 5 de julio, cuando Ebrard dio la primera conferencia en la que dijo que seguían las pláticas aunque no hubiera ese mismo día un acuerdo, el ex Presidente pedía iniciar, ya, una guerra comercial contra el mismo individuo (Trump) que (vean la escalada con China) se monta en su macho cuando lo retan: “Era de esperarse. México debe cambiar su estrategia, aplicando medidas retaliatorias en productos específicos, por ejemplo poniendo aranceles a la soya americana. Impactaría la base electoral de Trump y al Congreso. ¡es legal hacerlo! Además debe combatir las medidas legalmente”. Además, puso énfasis en la “debilidad del Gobierno” retuiteando y lanzando tuits en esos días: “Bonos de Pemex, ‘basura’, por ‘la debilidad del perfil crediticio de la compañía y la lenta acción del Gobierno para fortalecer la estructura de capital de Pemex…’ Ineptitud e inversión en refinería inviable en lugar de exploración y producción cuesta a México. INhale, exhale”, dijo en uno. En otro: “Moody’s responde a AMLO y critica debilidad institucional”.
Y durante todas las horas más difíciles, alternó tuits y retuits contra los negociadores con el llamado a registrarse a su posible partido político.
Porque Felipe Calderón, quien se ha financiado casi la totalidad de su vida adulta con recursos públicos –desde sus primeros puestos en el PAN hasta que le quitaron la pensión, este año–, sueña con volver al erario. Al erario y al poder. Así sea a costa de una crisis económica y financiera que lleve a todos al traste.
Nada que sorprenda. La guerra contra las drogas que desató en diciembre de 2006 y que sigue hasta nuestros días da noticias de quién es, qué desea y qué está dispuesto a hacer para obtenerlo.
La movilización irregular (quiero llamarla de alguna manera) existió, según el análisis de metadatos. Calderón fue otra vez uno de los centros, pero no puedo decir que él la montó aunque la alimentó, y allí están las nubes.
Nadie me lo ha preguntado, pero sospecho, otra vez, que los equipos que operaron en 2006, 2012 y 2018 siguen movilizados. No han bajado la guardia. No se si se comunican directamente con el principal beneficiado de los años pasados (Calderón), pero sí se alimentan de él y lo alimentan, haciendo resonancia a sus comentarios. Eso dice, insisto, el análisis de metadatos.
Durante la crisis de los aranceles, López Obrador sorprendió incluso a los empresarios al mantener una actitud serena, de cero confrontación, cuando sus enemigos habían dibujado a un loco rabioso y peligroso, capaz de hundir a México con arranques e imprudencias. Leyó sus mensajes. Apenas improvisó y mandó los reflectores a Ebrard. Cubrió a su Canciller en una reunión con alcaldes de América del Norte y dijo que lo cubría para que él hiciera la tarea en Washington.
La locura, los deseos de destrucción, los llamados a la guerra y la alharaca vinieron de otra parte. Ya veían a México hundirse hoy lunes, y les daba alegría. La pregunta es quién, insisto, quiénes financian (pagar granjas no es barato) la movilización irregular (por llamarla de alguna manera). El para qué, está más que claro.
***
Alejandro Páez Varela.Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx