Y lo que vino fue… una renuncia prematura cargada de politiquería y el anuncio de que regresa a la academia.
Alejandro Páez Varela
Ciudad de México – La carta de Carlos Urzúa Macías del pasado martes me pareció, y así lo expresé, una irresponsabilidad. No porque no quiera que se digan las cosas: de hecho, me parece muy bien que haya dado una entrevista posterior (publicada en Proceso) para confirmar lo que Andrés Manuel López Obrador ya había adelantado: que se peleó casi con todo el gabinete, el presidente incluido.
Lo que no se justifica es que, a pesar del daño que podía hacer posiblemente a millones (imagínense una corrida contra la moneda), utilizara su carta de renuncia para echar lodo en un día en el que los actores financieros iban a leer todo. Soltó un misil y le pegó al peso y a la bolsa. Poco responsable para un Secretario de Hacienda que sumó dos trimestres sin crecimiento y que se bajó del barco cuando se necesitaban sus manos para enderezarlo.
El berrinche no pasó de eso, de ser un berrinche; el peso se recuperó casi de inmediato (en 4 días hábiles). Pero deja un muy mal sabor de boca un hombre que sabía a qué iba y que sólo se quedó el tiempo suficiente para disfrutar los halagos, no para completar la tarea. Ya la entrevista con Proceso sólo queda para el anecdotario.
Me pareció como el heladero que muestra una pala que escurre suero y culpa al clima, a sus vecinos, a los ingredientes y al barril por no haber podido cuajar un helado: ¿pues no es justamente ése el chiste del heladero, sacar helados en verano? De qué va a hablar Urzúa a sus alumnos ahora que se suma a la academia, ¿de que no pudo con el encargo? Yo no tomaba clases de economía con ese académico ni contrataría a ese heladero para hacer helados.
Es casi tan estúpido como Felipe Calderón dando consejos sobre policías y sobre seguridad; por lo menos el ex presidente, que heredó una guerra al país, no cobra por sus consejos; allá el que se los quede.
Lo anterior no exime a la 4T de los retos de corto plazo con la economía. Lo dije antes de la renuncia de Urzúa y lo digo ahora: urge que se pongan las pilas. Dediqué dos columnas, 27 de mayo y el 3 de julio, al tema. En mayo dije claramente: “Urzúa al bat” (cabeza de mi texto); la siguiente semana fue: “El buey y la carreta”. Un solo párrafo de lo que dije: “Al bat, el Secretario de Hacienda. Es clave en el tramo que sigue. Carlos Urzúa Macías debe hacer que truene el bat.
Si alguien me pregunta qué puede atorar el tren de López Obrador, diría que dos cosas: la economía y la violencia […]. Urzúa al bat, resuena. Necesita conmover a la afición.
Es su momento. Es su turno. Los siguientes seis meses debe demostrar que macanea. Ahora sí el tiempo apremia. Le toca mostrar lo que trae. Sin excusas, sin demora: Urzúa al bat”.
Y lo que vino fue… una renuncia prematura cargada de politiquería y el anuncio de que regresa a la academia. Y luego se quejan del nivel de la educación en México, me cae.
Parece una burla del Tec: lo incorpora a la Escuela de Gobierno y Transformación Pública. ¿De qué transformación y de qué gobierno hablará? El heladero sin helados que se vuelve gerente de Haagen Dazs.
Urzúa se baja del barco pero López Obrador tampoco ayuda. Responder que los reportes de desaceleración emitidos por Banco de México (Banxico), Bank of América y otras instituciones como el Inegi son “nostalgia por la política neoliberal” es francamente un despropósito, palabrería. Es Banxico, caray. Es su aliado el que alerta. Al Presidente le gusta presumir el peso y la inflación controlados; pues es, en buena medida, gracias a que Banxico hace su tarea. Urzúa fue irresponsable, pero, ¿cómo le llamamos a alguien que responde con un “es nostalgia por la política neoliberal” cuando se lanzan advertencias de que le apriete al buey y jale la carreta?
Cualquiera en los medios, sobre todo los editores, sabe qué fue Notimex durante años. Para no ir más lejos: en las elecciones de 2018 le sirvió al Gobierno federal para golpear a Ricardo Anaya. A dale y dale para destruirlo. Por supuesto que no defiendo a Anaya; debieron continuar las investigaciones y dejar claro si es culpable o no de lavado. Uso el episodio para decir qué fue Notimex durante décadas. La mayoría de sus directores (hombres todos) fueron sólo publirrelacionistas y se acomodaron a un líder sindical acusado de corrupto. Usaron esa plataforma para servirse, y no para servir a una misión de Estado.
Sanjuana Martínez no es una perita en dulce. No se auguraba, con su llegada, que fuera suave. Yo la he visto enfrentar en condiciones desiguales a políticos y hasta a la jerarquía católica con las manos pelonas. Y les ha ganado.
Ahora se le echan encima porque quiere transformar Notimex como no se hizo durante años. ¿Tiene errores? Muchos: yo mismo le he comentado algunos en las pocas veces que me he comunicado con ella desde que asumió el cargo (justamente le escribí para señalarle errores; perdón).
Escuché, en una entrevista que le hizo a Julio Astillero, que no va a renunciar. La escuché, de hecho, prendida, lista.
Reformar Notimex es una tarea difícil pero seguramente valdrá la pena. En lo personal creo que se exacerban los errores y hay mucho de misoginia en los ataques. Pero, bueno, allí está Sanjuana. Se queda a enfrentar el reto.
Y cito lo de Sanjuana Martínez para preguntar quién tiene más chiste: ¿Carlos Urzúa, que se va, enseña la paleta derretida y culpa a todos por no cuajarla; o Arturo Herrera, que se queda a enfrentar lo que dejó el secretario saliente?
En el barullo que se extiende en estos días por las redes a veces perdemos la perspectiva. Urzúa fue convertido, a pesar de su fracaso, en el héroe de muchos por renunciar, denunciar y zafarse del encargo. Me parece que tiene muchísimo más chiste un individuo como Herrera, que asume Hacienda, se enfrenta a lo que se tenga que enfrentar y, para terminar pronto, toma las riendas de una maltrecha economía, así como la dejó su antecesor, tan aplaudido en estos días.
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Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx