“Se adueñaron de mi cuerpo, busco justicia”. “Lo que me hicieron es algo horrible y no pienso dejar que quede impune”
maestra de la UACJ, violentada por Roberto, Alejandro, Israel y Giovanni.
Hilda Sotelo
La atrocidad sobre la maestra que sufrió violación tumultuaria en Ciudad Juárez se ha dado a conocer a través de distintos medios, en algunos en forma tergiversada, inoportuna a destiempo con la firme intención de favorecer a los culpables y al sistema de pensamiento misógino. Esa atrocidad que los perpetradores pensaron quedaría impune, no es nueva.
La diferencia en estos momentos, es que las mujeres hemos decidido romper el pacto de secreto que el patriarcado había impuesto en nosotras.
Los toqueteos, insinuaciones, humillaciones, y explotación sobre nuestros cuerpos ha sido la fiesta patriarcal por siglos .
Hemos dejado pasar el tiempo y a partir del movimiento #MeTooMx, algunas colegas nos reunimos para desahogarnos, otras han denunciado narran detalles del acoso, o la violación. Hablamos. Nos apoyamos de distintas formas con la intención de sanar y detener el ultraje.
A nosotras nos acosaron en los años ochenta, noventa, principios del dos mil. Algunas todavía no se atreven a denunciar a los acosadores porque con tristeza observan que los machistas gozan de las simpatías de otras mujeres a las que ellos reciben en sus espacios para “guiarlas o protegerlas” en un esfuerzo por conservar sus costumbres y dominio.
Ellas, las que no han denunciado, no se sienten apoyadas, ni seguras, ven el sistema de relaciones de poder, el mundo en su contra. El proceso de la denuncia es lento, doloroso, y cuando ella finalmente decide hablar, es nuestra responsabilidad creerle, escucharla, aunque no la conozcas personalmente, sabes que lo que le sucedió a ellas, le esta sucediendo a otras en México.
Los emisarios del dominio masculino en Ciudad Juárez, están en distintos espacios, en distintos cuerpos con una misión en común; silenciarnos y dejar la fábrica de nuestra realidad en la mismas manos, las mismas fuentes de supremacía masculina.
Recuerdo la primera vez que compartí el violentómetro con los que yo creía mis amigos o aliados, se rieron, lo consideraron exagerado. Esa risa puberta en labios de adultos que no toman nada en serio hace daño, no va de acuerdo a los datos duros.
Rita Segato feminista, vino a Ciudad Juárez durante el 2004. Estuvo aquí siete días, salió huyendo, dice que la señal del cable de la televisión local se apagó que no le permitieron compartir sus conclusiones con respecto a las mujeres asesinadas. También dice que el reportaje de una compañera periodista mexicana, no pudo llegar a distintos destinos del país porque correos mexicanos dejó de funcionar esa semana debido a reclamos de robo y corrupción. Al principio critiqué la forma ventajosa de la investigadora, cuestionaba el por qué de su licencia a convertirse en experta lectora de la simbología de una ciudad, habiendo estado solo siete días aquí.
La feminidad patriarcal tiende a buscar excusas para no terminar de desprenderse de la construcción de ellos sobre ellas. Viviendo aquí, huimos de la realidad.
Los feminicidios siembran en nosotras la semilla del miedo, nos paralizan, nos roban el abecedario y la articulación de la palabra y el mundo se lo dejamos a ellos, ellos que nos enseñaron a leer y a escribir el amor tóxico, la pedagogía violenta, el intelecto heteronormativo, el que compite y no comparte, divide, ellos que continúan enseñando la religión del dios hombre. Masacran en nombre de su manipulador. ¡Cuidado porque a través de bocas diversas, se están atreviendo a dictar cómo debe ser el feminismo en Ciudad Juárez y en México!
Los feminicidios dejan en los cuerpos de las víctimas, la señal de dominio y envían un mensaje de complicidad con el orden establecido. Y cada uno, desde sus jerarquías ya sea en casa o en las instituciones se encarga de reproducir el comportamiento en distintas escalas de agresión. Es decir, al maestro en las escuelas se le ha conferido el poder sobre la voluntad de las mujeres, tiene ciertas expectativas de comportamiento y reacción.
En los centros de trabajo, ellas rinden, ellas son luchonas, trabajadoras, y sus cuerpos que han rebasado el umbral del dolor al dar a luz, pueden con la triple jornada y más. En las expresiones artísticas, literarias, educativas, activistas, ellos marcan la pauta sobre la calidad del trabajo y el rigor comunicativo. Y es a partir de sus propuestas que se conforma una especie de santorial escritural o artístico comunicativo y es a esos, puestos en el altar a los que debemos escuchar porque ellos dicen, son suficiente intelectual, culto.
Las nuevas generaciones reproducen el sentido del dominio y buscan formas “creativas” apoyándose en instituciones, en líderes buena onda o simpáticos. Nos llevan siglos de producir el discurso.
En el feminicidio, los cuerpos de las víctimas han continuado hablando porque decidimos romper el silencio, porque desde distintas organizaciones, espacios, nos hemos unido para acabar con la violencia en cada una de sus manifestaciones.
Las que habitamos este territorio recibimos el mensaje y reaccionamos de distintas formas, hemos roto el pacto de secreto. Rita es experta en el estudio de los comportamientos de los violadores que están en las cárceles de Brasil. En su estudio nos advierte sobre los códigos silenciosos, los estados comunicativos, los guiños entre la masculinidad para continuar dominando.
En Ciudad Juárez el feminismo ha dado cuenta a través de investigaciones y reflexiones, da cuenta de la hechura del cubre bocas y cubre ojos impuesto a las mujeres mexicanas, desde antes de la llegada de los españoles, “los señores de antes” dice una amiga indígena, esos señores de antes, implementaron en sus jerarquías títulos de poder y entre sus leyendas solo ellos podían actuar, pensar, ordenar, y ¿saben qué? Solo sabían ordenar guerras, violencia. ¿Qué hacen los señores de hoy? Lo mismo.
Lorena Cabnal feminista comunitaria le llama el entronque patriarcal.
¿Qué procede después de siglos de sometimiento hacia las mujeres? Sigue hablar, sigue ver. Sigue que en México cualquier hombre que se jacte pensante, debe dejar de solapar, apoyar el machismo, la misoginia, la violencia. Sigue nombrar a los solapadores/as. Descubrirles sus intenciones de permanencia e imposición. Obligarlos a renunciar a su rol o dejar de festejarlos no creerles.
Si los feminicidios continúan nueve al día en el país, nuestros esfuerzos y actividades diarias están enfocadas a desenmarañar las formas misteriosas del sufrir.
Develar al mostro de casa, trabajo, escuela, comunidad; nombrarlo, denunciarlo. Nuestras horas están enfocadas a renunciar al patriarcado capitalista. A entrarle a la revolución feminista y a descolonizar el pensamiento opresor.