Fue Enrique Peña Nieto el que la levantó del suelo… y luego la dejó caer: ni una palabra de aliento. Como la dejaron caer tiempo…
Alejandro Páez Varela
Ciudad de México – A muchos se les olvida que los llamados “videoescándalos” de 2004 y 2005 iniciaron con Jorge Emilio González Martínez, entonces presidente nacional del Partido (dizque) Verde. El “niño (dizque) verde” fue exhibido en una ardua negociación que buscaba ceder una reserva ecológica a particulares con un soborno de dos millones de dólares. Todos lo vimos y todos lo condenamos. Pero de inmediato, la opinión pública de ese momento lo olvidó para brincarse a otro escándalo: el que involucraba a cercanos a Andrés Manuel López Obrador.
A diferencia de René Bejarano, a quien todos vimos atascándose de billetes y a quien todos condenamos, el “niño (dizque) verde” nunca fue a prisión. Al contrario. Su carrera despegó dramáticamente en esos años, cuando el PAN y luego (de regreso) el PRI estuvieron en la Presidencia. Desde 2000, con Vicente Fox como Presidente, fue Senador y un año después heredó la franquicia de su papi, el Partido (dizque) Verde. En 2006, con Felipe Calderón en la Presidencia, fue Diputado federal. Regresó al Senado con Enrique Peña Nieto y ahora es Diputado federal (oootra vez, diría Reforma) pero ya, de plano, pidió licencia. Nadie votó por él. Llegó como plurinominal. Había faltado a 40 de 44 votaciones, de acuerdo con el periodista Efrén Flores, de SinEmbargo.
En abril, cuando le otorgaron la licencia, este personaje feo del alma recibía al mes 149 mil 106 pesos, de acuerdo con el tabulador de la Cámara de Diputados, contando su dieta de 74,548 pesos, el dinero que se le da de asistencia legislativa (45,786 pesos) y el monto por atención ciudadana (28,772 pesos), lo que equivale a haberle pagado al menos 1 millón 43 mil 744 pesos en estos meses, de acuerdo con Nacion321. Más de un millón de pesos para mantener a una alimaña que ha vivido del poder público sin aportarle nada a la sociedad. (RAE: alimaña. Del lat. animalia, pl. de anĭmal, -ālis ‘animal1’. 1. f. Animal irracional. 2. f. Animal dañino para el ganado o para la caza menor. 3. f. Persona mala, despreciable, de bajos sentimientos). (Usted escoja).
Pues bien, con el “niño (dizque) verde” empezaron los “videoescándalos”. Siguió Gustavo Ponce Meléndez, entonces Secretario de Finanzas del Distrito Federal. Lo mostraron apostando en Las Vegas y Ponce se dio a la fuga hasta octubre de 2004, cuando la Agencia Federal de Investigación de Vicente Fox le cayó en Tepoztlán, Morelos. Y luego, el 3 de marzo de 2004, el panista Federico Döring Casar filtró a El Mañanero de Televisa un video de Bejarano, entonces presidente de la Asamblea Legislativa, recibiendo dinero de Carlos Ahumada.
Döring fue el instrumento utilizado por el más poderoso grupo político de México en décadas para hundir (y bien merecido) al político cercano a López Obrador. Carlos Salinas de Gortari y Diego Fernández de Cevallos, entre otros personajes, estaban detrás. ¿Y por qué “bien merecido” que exhibieran a Bejarano en la ratería? Por dos razones: una, por corrupto; todos los corruptos tienen que ser exhibidos. Y dos, por doblemente tonto: porque permitió que se le diera un golpe duro a un proyecto político, el de AMLO, basado en el combate a la corrupción.
Rosario Robles, quien aspiraba a la candidatura presidencial en 2006, terminó renunciando a la dirigencia nacional del PRD. Eso le costó el escándalo provocado por su ex pareja, Ahumada, detenido el viernes pasado en Argentina y al parecer ya libre. Desde el PRD, con ayuda incluso de Cuauhtémoc Cárdenas y de un grupo amplio de políticos de izquierda, buscaba competir contra López Obrador, legítimamente, esa candidatura.
Aquél golpe la desinfló. Fue duro, durísimo. Diría que más duro que su actual arresto del que, con un poco de dinero y suerte, podría salir medianamente librada (dije librada, no inmaculada). Aquello fue demoledor. Lloraba, Rosario, su desgracia. Fue lamentable verla caer –mientras les servía para dañar a AMLO–. Lamentable cómo la arrastraron a un infierno del que muchos pensaban que no se recuperaría.
Pero se recuperó. Fue Enrique Peña Nieto el que la levantó del suelo… y luego la dejó caer: ni una palabra de aliento ahora que está presa. Como la dejaron caer tiempo atrás Salinas y Fernández de Cevallos. Podría jurar que como en el pasado, ella se dejó utilizar; que gran cantidad de los recursos extraídos por medio de la Estafa Maestra terminaron en manos de muchos (bolsillos particulares, el PRI, otros secretarios, etcétera) y sí, quizás, algo para ella. No lo puedo asegurar. Pero volvió a dejar que la usaran. Volvió a subirse a una escalerita y los mismos del pasado volvieron a serrucharle las patas cuando estaba arriba. Rosario no aceptará nunca pero en ambos casos fueron quienes le sonrieron los que la bajaron de la escalerita. Salinas antes, Peña ahora. La usaron. La han usado siempre y ella se ha dejado usar porque construye ilusiones.
Nunca olvidaré, del libro de Carlos Ahumada Derecho de Réplica, el capítulo en el que Carlos Salinas la hace sentir Presidenta de México. Perverso, Salinas. Tonta ella. Más de dos veces tonta. Textual: “Cuando llegamos a la vitrina [de Salinas] donde conserva sus bandas presidenciales –narra Ahumada–, Rosario le comentó que debía de ser un gran honor y un orgullo portar la Banda Presidencial. Salinas inmediatamente tomó una escalerita para poder subir a abrir la vitrina y sacó una de las bandas presidenciales. Yo creía que nos la quería mostrar, y en efecto así lo hizo, pero no fue sólo eso, sino que la tomó y se la puso a Rosario cruzándole el pecho y le dijo: ‘Te luce muy bien’”. Para hundir a Rosario, Rosario puede echarle una mano a cualquiera.
Saco una última reflexión: si andas con hienas, aprende a caminar como hiena, a reír como hiena, a sobrevivir de la carroña como la hiena. No le juegues al león si te juntas con las hienas porque serás bocadillo de hienas, justamente, por creerte un león entre ellas. Hay que ver al “niño (dizque) verde”: fue una hiena entre las hienas; ni él ni nadie lo niega. Se sirvió de ellas porque se aceptó entre ellas y ya, tan campante. Son lecciones del inframundo. Hay que ver a Gerardo Ruiz Esparza, Enrique Martínez y Martínez, José Reyes Baeza, Emilio Chuaiffet Chemor, Manuel Ignacio Acosta Gutiérrez, Alfredo del Mazo Maza, Enrique Sánchez Cruz, Ildefonso Guajardo y Alfredo Llorente Martinez. Todos involucrados en la Estafa Maestra y tan campantes.
Por años, Rosario ha querido hacerse pasar por víctima. Es víctima, sí, pero de ella misma y ya. Aún de alguien como el “niño (dizque) verde” se pueden aprender lecciones, si ya andas entre las hienas. Al final, él anda tan campante y Rosario Robles… Rosario Robles haciendo un Rosario Robles. Oootra vez.
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Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx