Alejandro Páez Varela
@paezvarela
Ciudad de México –En el programa “Los Periodistas” de Grupo Radio Centro, que dirigimos Álvaro Delgado y un servidor, preguntamos al público si aprobaba o no que Andrés Manuel López Obrador calificara como “Comandante Borolas” al ex presidente Felipe Calderón.
Abrumadoramente, fue aprobación. Y todavía dos días después –fue el viernes– seguían llegando respuestas para esa pregunta: sí, aprobado.
Un puñado le pidió “no rebajarse” y muy, pero muy pocos dijeron que no lo aprobaban. Para mostrar su punto (el sí), uno de los usuarios de Twitter envió la toma de pantalla de un mensaje que decía (y no le muevo una sola coma): “Ayer por fin vi el Rey León, y ¿apoco no notaron que Scar es como AMLO? Ya muy ruco y acabado, pendejo, envidioso que luchó siempre por llegar al poder y cuando lo logró, hizo pura pendejada llevando su pueblo a la desgracia”.
A Andrés Manuel López Obrador le han dicho de todo durante años.
Se han burlado de él por su edad (“vejete” es lo menos que le han dicho), por su acento, por su dicción, por su apariencia física. Por sus posiciones políticas y por sus decisiones. Durante años se le ha intentado ofender por cuanto canal ha sido posible. En esa campaña de escupitajos han participado empresarios y medios de comunicación, por supuesto. Y periodistas. Y entre todos, Televisa ha sido esencial. Cualquiera con edad suficiente y con memoria podría recordar, por ejemplo, 2006 y los meses posteriores a la elección; el papel patético que jugó esa empresa para hundirlo. Eso era linchamiento (lo digo como se dice en buen español), no chingaderas. Recuerde el “Lopitos” del mediocre de Fox, por ejemplo; el mismo que ha usado contra él Claudio X. Gonzázlez.
AMLO se atragantó de ofensas y de maldiciones. Y muchas veces estuvo solo, una soledad que no tiene hoy.
Si el presidente le hubiera dicho a Calderón “enano”, o “enano asesino” (y es hipotético el planteamiento), posiblemente el apoyo habría sido igual.
“Enano asesino” fueron usados con frecuencia contra el ex presidente en estos días, a partir del señalamiento de López Obrador. Pero incluso si AMLO hubiera usado esos dos adjetivos se habría quedado corto para muchos. Esperan, quieren más. “Lo que yo aprobaría es que el presidente no solo llame por su nombre al #ComandanteBorolas, sino que se le haga juicio por todos los crímenes que ha cometido”, dijo alguno.
Yo tengo una respuesta a esa pregunta. Creo que el presidente hizo mal. Desapruebo. Y no por Calderón: ese hombrecillo perverso, iracundo y rencoroso le ha hecho más daño a México que (léalo bien) muchos presidentes juntos, que ya es mucho decir. Dañó a las instituciones democráticas, dañó el tejido social; dañó familias, pueblos, ciudades: hizo un daño que se extenderá por generaciones y mi deseo (y repito lo mismo que escribí hace cuatro años aquí, y lo mismo que escribí hace once años en El Universal) es que las almas de todos los muertos que provocó persigan a Calderón hasta el último día de su vida. Pero creo que el presidente estuvo mal en llamarlo “Comandante Borolas”.
(“Una misma cosa”, SinEmbargo, 6 de julio de 2015: “Muy católicos que son, los siguientes años deberían [Calderón y Margarita] dedicarlos a buscar el perdón para sus almas –y no el patrocinio del dinero público–: deberían lavar, hincados, la sangre de las calles; deberían hacerse a las sierras a ubicar, pala en mano, a tantos hijos de madre y padre que están enterrados.
Deberían dar calor a los huérfanos y besar los muñones de los que perdieron un dedo, una oreja, una pierna o el cuello en su guerra fallida contra los criminales. Deberían ponerle pausa a la rocola que los empobrece y ofrecer una disculpa pública y darle gracias a su dios porque el Estado mexicano es una llaga podrida y sus políticos una mierda y es por eso que no van a dar a prisión. Dudo mucho que Margarita llegue a Los Pinos. Pero dudo más, mucho más, que Margarita y Felipe alcancen a ver el cielo que, según su religión, aguarda a los justos”).
Otra vez: creo que está mal que el presidente use esos calificativos para un adversario, quien quiera que sea. Primero, porque se irrespeta a sí mismo y a su investidura presidencial. Segundo, porque el país está sumido en una división enfermiza: hay un todos-contra-todos que debe parar ya, y esas declaraciones no ayudan. Tercero, porque recurre exactamente a la misma receta de sus adversarios: descalificar sin más, incluso por el físico, simplemente porque se puede. Y cuarto, porque él mismo se contradice: ¿en dónde quedó su “amor y paz”?
Ciertamente llamar “Comandante Borolas” a Calderón recibirá muchos aplausos, pero no son los aplausos correctos. Ese tipo de ovación no debería motivar a un presidente. Que no lo repita, por favor, como lo hace con todas las frases que arrancan aplausos.
Siento que, a veces, López Obrador no se da cuenta que el traje que usa tiene mucho poder. Es como el que se sube por primera vez a un camión y quiere usarlo como si fuera una bicicleta, y no, no es una bicicleta. No recuerdo que AMLO llamara con apodos a alguien cuando era oposición (salvo el “chachalaca”, que él jura no haber usado como apodo): ¿por qué ahora? Debería darle el ejemplo a toda esa gente que lo sigue, muchos de ellos jóvenes y adolescentes. Desde allí, tan arriba, se usa el poder para arengar el bien, no para apodos y descalificaciones. Suena además a venganza por tantos años de padecer bullying. Y si mal no recuerdo, lo suyo, dice, ofrece, no es la venganza.
A la pregunta que hicimos al público, si aprobaba o no que López Obrador calificara como “Comandante Borolas” a Calderón, mi respuesta es clara y de dos letras: no.
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Alejandro Páez Varela.Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx