Opinión

Un set de Televisa




septiembre 23, 2019

Alejandro Páez Varela

Ciudad de México -A principios de julio pasado, una fuente de primer nivel en el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador me contó que Juan Collado, el abogado de los poderosos, recibió una llamada de su principal socio en muchas andanzas: Carlos Salinas de Gortari. Los amigos del ex Presidente son los amigos del litigante. Los unen muchos capítulos turbios, entre ellos, el episodio Carlos Ahumada-Rosario Robles.

Salinas, me dijo la fuente, le pidió a Collado que sacara al ex Presidente Enrique Peña Nieto de México. No era la primera vez que recibía una orden así. Antes había ayudado a Ahumada a trasladarse a Cuba por orden también de Salinas.

Collado, abogado de la élite política priista, “tiene varias propiedades en España”, según mi fuente. Pero Peña fue enviado a un palacete en Marbella, provincia de Málaga, en la Costa del Sol Occidental. Lo dejó por allá para tranquilizar las aguas luego de episodios ridículos en público (un video donde baila aparentemente borracho, por ejemplo) y se regresó a México.

El ex Jefe del Estado mexicano tuvo que abandonar la propiedad poco después, porque Collado Mocelo cayó en desgracia: el 10 de julio fueron por él al restaurante Morton’s, en la ciudad de México. Fue esa fuente la que me dijo que estaba con Carlos Romero Deschamps, cliente del mismo Collado y amigo de Salinas de Gortari.

Fue arrestado por lavado de dinero y crimen organizado. El líder petrolero creía que iban por él y se tiró al piso; Collado se paró derechito como una regla porque pensó lo mismo. Quizás pensó más: que debía ir a su oficina y preparar la defensa de Romero Deschamps. Pero no. Ese día cayó en manos de la justicia por Caja Libertad y sigue detenido. Y así fue que Peña Nieto abandonó su refugio temporal para internarse por Europa, muchas veces acompañado –no siempre– de su nueva novia: Tania Ruiz.

López Obrador retiró las pensiones a los ex presidentes por 2 millones 400 mil pesos anuales. “Antes de irse, Peña Nieto declaró ingresos netos por 3 millones 527 mil 977 pesos anuales, de acuerdo con la declaración patrimonial de conclusión publicada el 4 de diciembre de 2018 en el Catálogo de Servidores Públicos de la Secretaría de la Función Pública (SFP). Además dijo contar con una inversión bancaria por 500 mil 939 pesos, fondo de inversión por 15 millones 740 mil 371 pesos, seguro de separación individualizado por 3 millones 6 mil 889 pesos y otros 3 millones en posesión de monedas y metales, más 29 mil 768 pesos en otros. Declaró también obras de arte y joyas, así como cuatro terrenos, dos casas y un departamento donados. En 2005 compró una casa de contado por 5 millones 611 mil pesos. Entonces, ¿de dónde salen los recursos para que el Presidente se dé vida de bon vivant?”. El texto entrecomillado es de la periodista Dulce Olvera. (Puede ser visto aquí).

Un colega que tiene una cierta obsesión (de las obsesiones sanas) por la vida de Peña en el exilio, me dijo que él calcula que por mes, sin contar nuevas inversiones, compra de bienes duraderos (desde una corbata hasta una plancha) o bienes inmuebles, el ex Presidente, quien es desempleado, se gasta cerca de dos millones 700 mil pesos al mes. Calcula unos 90 mil pesos diarios en aviones (muchos, o la mayoría, vuelos privados: no registra vuelos comerciales), hoteles y comidas. Es bajo el cálculo; pero es la única cifra que conozco. Eso da 27 millones de pesos erogados en 10 meses desde que dejó la Presidencia. El hombre no tiene, como digo, empleo. Y ese gasto no incluye tener de pie sus propiedades y pagar manutención, escuela y gastos de sus hijos y ex parejas. Sólo mantener a Angélica Rivera no debe ser nada barato (sobre todo mantenerla en silencio). ¿De dónde sale tanto dinero? O, como se preguntaba la periodista, ¿de dónde salen los recursos para que el Presidente se dé vida de bon vivant?”

De varias fuentes. Y en estos momentos, por “ciertas dificultades técnicas”, de cuentas en paraísos fiscales del extranjero. Eso es lo que yo creo; no lo tengo confirmado, por supuesto. Pero en una conversación salió esto: “Esa Caja Libertad esconde más de lo que crees”. Ya no le pude preguntar más. Sentí que tampoco había mucho más que compartir.

(Juan collado fue presidente de Caja Libertad. Y es de las únicas personas que conocen el acuerdo al que llegó Peña con Angélica Rivera. Hay que imaginar la confianza que se tienen. Collado tomó control de Libertad Servicios Financieros con la ayuda del Gobierno de Peña. Para hacerlo, el abogado usó Prenda Oro, empresa heredada de su padre, de acuerdo con la investigación de la Fiscalía. En diciembre de 2015, con su cliente Peña en el poder, la fusionó a Caja Libertad. Listo: el grupo político tenía banco. Un año antes, en 2014, Jaime González Aguadé, entonces titular de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, limpió Caja Libertad de sospechas de lavado de dinero. Después, González Aguadé brincaría a esa entidad financiera para hacerse cargo. Operación completa. Allí está la ruta. Follow the money. Sus activos ascienden a 11 mil 757 millones de pesos, 37 por ciento del total del sector. Es la más grande de las Sofipos, con una cartera de crédito de 8 mil 590 millones de pesos.

Reporta ganancias por 12 millones de pesos, lo que es ridículo; su negocio, sospecho, es otro. Tiene 2 millones 145 mil clientes y 193 sucursales en 23 estados del país. Imagínese lo que hay allí adentro).

Me habían recomendado dar seguimiento a “todo lo que Gerardo Ruiz Esparza hizo en los últimos 14 años”. Le “dará para vivir sin sobresaltos a Peña Nieto y a muchos otros miembros del grupo político”. El 12 de septiembre, Santiago Nieto, titular de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (UIF), dijo que en materia de corrupción, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) en el sexenio de Peña “no dejó piedra sin labrar”. Llegó a esa conclusión con Javier Jiménez Espriú, quien sustituyó a Ruiz Esparza. Es decir, hay pistas.

Diría que demasiadas pistas. Me atrevería a asegurar que habrá un momento en el que esa cantidad de pistas ahoguen al nuevo Gobierno y a la Fiscalía General y que eso, y la misma presión que genera la ridícula vida pública del bon vivant Peña Nieto, obligarán a tomar acciones.

Entonces saldrá a la luz la perla de las perlas, la madre de todas las investigaciones. La “acción de Estado que significará, ahora sí y en definitiva, el anuncio de que el viejo régimen ha muerto”. Cito a alguien que despacha pegadito al Zócalo de la Ciudad de México.

“Me retiro de la vida política, al ámbito privado y no deseo tener participación alguna en la vida política del país. [Quiero] tener tiempo para pensar y reinventarme”, dijo Peña Nieto el 1 de diciembre de 2018 a la prensa, a la que benefició con 60 mil millones de pesos durante sus seis años en el Gobierno. Esa prensa le había escurrido todo lo que quiso a su Gobierno; ya no tenía interés por él; ya estaba con los ojos puestos en López Obrador. Las declaraciones se consignaron con mucha flojera.

Y sí, Enrique Peña Nieto se ha reinventado. Dejó pendiente lo de “tiempo para pensar”, evidentemente, porque pensar no es lo suyo, como lo demostró durante 12 años que tuvo reflectores. Pero sí emprendió su reinvención. Para empezar, fuera máscaras: profundizó su frivolidad: ahora se dedica a demostrarle al mundo que es un hombre vacío, así como lo demostraron las fotos de aquella “casa blanca”: el “escritor” que fue a la Feria del Libro de Guadalajara de diciembre 2011 para hablar de “su libro” –e hizo el ridículo– no tenía contemplado un solo librero en esa mansión.

Sólo espacios vacíos, amplios, en blanco. Como set de Televisa. Todo él, como todo lo que proyecta Televisa: dinero, pésimo gusto, rienda suelta, poder, lujos, mujeres güeras con tinte o sin él. Vacío. Los gringos tienen una palabra para ambos (para Peña y para Televisa): airhead. Cabeza de aire, cabeza hueca. Urban diccionary: Airhead.– A stupid person (i.e. there is air where brains should be).

Recientemente, Peña Nieto se ha dado tiempo para atender ciertas cosas, como revisar su cuenta de Twitter. A finales de agosto, por ejemplo, siguió al Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador; aunque usted no lo crea, no lo seguía. Luego siguió a la Secretaría de la Defensa Nacional y a Relaciones Exteriores; tampoco los seguía. Yo, en este tiempo, empecé a seguir una cuenta. Se llama “¿Ya cayó Peña?”. (@pena_cayo). Como esa cuenta, me pregunto a diario cuándo. Y sospecho que muchos más hacen lo mismo.

***

Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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