Para Félix Hernández Gamundi, uno de los líderes estudiantiles del 68, la mayor enseñanza de ese movimiento del 68 es haber roto con las práctica de las direcciones políticas unipersonales y por eso, señala, genera tanta dificultad el método actual de hacer política de Andrés Manuel López Obrador
Texto: José Ignacio De Alba
Foto: Duilio Rodríguez
Pie de Página
Ciudad de México –Félix Hernández Gamundi, uno de los dirigentes estudiantiles detenidos en Tlatelolco el 2 de octubre, identifica en los métodos unipersonales de López Obrador los mismos que el movimiento del 68 intentó desmontar hace medio siglo. Sin embargo, destaca que sí existe un cambio de régimen con el actual gobierno federal.
El activista, con 21 años de edad, fue llevado al Campo Militar y estuvo en el mítico Lecumberri encarcelado un par de años. Pero para la entrevista Hernández rehuye profundizar en su propia historia. Prefiere hablar, sobre todo, del colectivo, de las luchas del porvenir. No habla del pliego petitorio, habla del futuro; el cambio climático, la desigualdad, la corrupción, Ayotzinapa, de Andrés Manuel.
Hernández Gamundi tiene bien peinadas las canas, usa saco y camisa, un bigote cuidado y delineado. Está en esa edad en que le cuesta conciliar con el smartphone, usa lentes para ver de cerca. Sigue diciendo “nosotros los jóvenes”.
Tomamos café, Hernández cruza la pierna y se referirá al 68 como un continuum de luchas y libertades ganadas. Para él, el éxito no está dado, para él, 1968 sólo fue el “despertar de las conciencias”.
-¿Cuál la enseñanza más importante de 1968?
-La mayor enseñanza del 68 es haber roto con las práctica de las direcciones políticas unipersonales y haber instalado una práctica de una dirección política colectiva. Los propios miembros de la cúpula estaban involucrados en la vida diaria, haciendo propaganda, de repartir propaganda, ir a una asamblea de barrio, entonces se desmitificó toda la cuestión del dirigente inalcanzable, místico, inaccesible, eso se rompió, por eso genera tanta dificultad el método de hacer política del presidente hoy, que es un unipersonal.
-¿Cuándo Andrés Manuel López Obrador tomó protesta dijo que también era una victoria del movimiento estudiantil del 68, ¿tú lo ves así?
-Bueno, lo veo sí como una consecuencia de la lucha del 68. Porque del 68 para acá la sociedad mexicana se volvió contestataria, se volvió una sociedad demandante, se volvió poco a poco en una sociedad cada vez más crítica, que fue cuestionando cada vez más las prácticas corrompidas del poder […] vamos, Andrés Manuel tuvo la virtud y la habilidad de entender que esos eran los elementos que más lastimaban a la sociedad.
El gobierno de López Obrador ha querido saldar las cuentas que tiene el Estado, con el Movimiento estudiantil de 1968. El año pasado, con la mayoría de Morena, la Cámara de Diputados develó en letras doradas en el Muro de Honor: “al Movimiento Estudiantil de 1968”; además el gobierno federal ha prometido que abrirá al público los documentos clasificados de los órganos de espionaje del régimen pasado.
Hernández, a nombre del Comité 68, ha abanderado la lucha por “la presentación con vida de los 43 jóvenes de Ayotzinapa y castigo a los agresores”; además se ha declarado en diferentes foros en contra de la violencia política y también el de la llamada guerra contra el narcotráfico.
También se expresa contra la contaminación que provoca el cambio climático.
-¿Qué nos falta aprender del 68, a manera de crítica?, se le pregunta
-Nos falta entender una de las lecciones más grandes del 68 que es el valor de la organización. Yo creo que lo que nos falta es poder entender esa parte, el valor de lo colectivo, el valor de la organización política, independiente, autónoma del poder.
Pero Hernández asegura que el 68 fue catalizador de otros movimientos que buscaban más apertura del régimen. Hernández habla del líder magisterial Otton Salazar, de los ferrocarrileros como Demetrio Vallejo o Valentín Campa, los electricistas, campesinos, obreros y médicos.
-¿Qué logró el 68?
Es el inicio del derrumbe del viejo régimen. En medio de una derrota momentánea el movimiento se levantó con un triunfo de largo plazo, porque la intención de infundir miedo a largo plazo no le funcionó al PRI, el gobierno esperaba que como resultado de esa represión el movimiento estudiantil se encerrara en cuatro paredes.
El 2 de octubre de 1968, el gobierno priista encabezado por Gustavo Díaz Ordaz, reprimió con violencia una manifestación de estudiantes en Tlatelolco. En la Plaza de las Tres Culturas, el Batallón Olimpia y militares dispararon contra la multitud. 51 años después el número de muertos es inexacto, algunos asegura que podrían sobrepasar los 300. La persecución política se recrudeció y los líderes del movimiento fueron encarcelados o desaparecidos. “El 68 es una herida abierta, es una lucha por la justicia y tenemos que salir a refrendarla”, asegura Hernández.
-En momento más inmediato, el movimiento fue reprimido, pero a largo plazo ¿cómo procesó la sociedad ese evento para que fuera constructor?
-Pues las nuevas generaciones fueron haciendo su trabajo, con los adultos, el movimiento se transformó a nuevas luchas. Entonces la sociedad empezó a ser permeada por nuevas ideas se fue extinguiendo el estigma de que fueras partidario o simpatizante de la Revolución Cubana.
Hernández explica que después del movimiento estudiantil de 1968 inició un reacomodo del poder: en los sindicatos, en los medios de información, en los movimientos obreros y campesinos, incluso asegura que la organización ciudadana después del sismo de 1985, tenía el sello de las movilización estudiantiles de veinte años antes.
-Qué piensas de la violencia de los autodenominados anarquistas?
-No entienden que ellos tienen opciones, nosotros no teníamos. Cuando todo está perdido lo único que te queda es molestar. Son presa fácil de quien quiera promover actos de provocación. Es muy complicado, cómo debates con ellos… no hay manera de debatir.
-¿Qué luchas nos quedan?
-Nos queda la lucha por construir una democracia participativa, que no tenemos, que eso pasa por la organización, que eso pasa por seguir promoviendo cambios aunque sea a nivel hormiguita. Nos falta instalarnos como una sociedad de diálogo, una sociedad de debate, no la tenemos… Si no avanzamos a una sociedad capaz de debatir no vamos a ser capaces de entender a fondo lo que necesitamos para el futuro y no vamos a entender a fondo las potencialidades y los derechos que tenemos.