Colaborador Invitado
Ismael Bojórquez*
Río Doce
Culiacán, Sinaloa –La cuestión no es si el gobierno hizo bien o mal al liberar a Ovidio Guzmán López. Con el hacha sobre el cuello cualquiera negocia. Porque eso fue: una negociación. Si el Presidente de la República le quiere llamar de otro modo es asunto del Presidente. Si Alfonso Durazo, el secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana dice que el hijo del Chapo Guzmán nunca estuvo detenido formalmente y que por lo tanto tampoco fue liberado, es asunto de él. En todo caso, el Secretario de la Defensa Nacional es más honesto al reconocer que el operativo para atrapar a los hijos de Guzmán Loera fue “precipitado”.
Sin embargo, no es creíble la versión emitida el viernes por la mañana en la rueda de prensa conjunta, donde el general secretario afirma que el gabinete de seguridad no estuvo enterado de la “fallida” operación. Porque entonces una pregunta obligada es si una operación de esa magnitud no es puesta sobre la mesa del gabinete de seguridad ¿entonces a que se dedica este grupo? ¿a tomar café todas las mañana mientras un asistente cuenta los muertos de Iguala, de Aguililla, de Guanajuato, de Veracruz?
La realidad es que detuvieron a Ovidio en una de sus casas. Y que ante la reacción del grupo criminal imponiendo el terror en Culiacán y llevándose a alrededor de 30 rehenes entre soldados y familiares, tuvieron que liberar al detenido.
Circularon esa tarde del jueves muchas conversaciones entre miembros del grupo criminal y algunas entre ellos y algún funcionario o jefe policiaco o militar, donde se le emplaza para que deje en libertad a Ovidio so pena de que se los lleve la chingada a él y a su familia. En otras se escucha cómo se dan órdenes de ir a la unidad habitacional militar para llevarse a familiares de soldados con el fin de presionar para que liberen al hijo del Chapo.
Al final se supo que lo hicieron, pues, efectivamente, para la media tarde se sabía que el grupo de los Chapitos tenía alrededor de 30 elementos del Ejército y de la Guardia nacional en su poder y que estaban tratando de intercambiarlos por Guzmán López, lo cual lograron ya caída la noche. En uno de los audios que se subieron a las redes sociales se escucha cuando uno de los comandos da la orden de ya no disparar, que las cosas se están resolviendo… que no haya una bala más. Al final de la tarde se había logrado el objetivo.
“Ya no hay problema, ya lo soltaron, todo está bien”, se escuchó en un audio.
¿Alguien recuerda la metáfora del escobazo sobre el avispero? Se retrata a Felipe Calderón cuando recién llegó a la presidencia y que mandó miles de militares a combatir al narco. Y entonces desató la furia de los cárteles de la droga. En pocas semanas México se convirtió en tierra de nadie, con brotes de violencia por doquier. Sinaloa, Guerrero, Tamaulipas, Veracruz, Michoacán… La condena por el fracaso se convirtió luego en burla. El propio Andrés Manuel López Obrador ha utilizado la metáfora para decir que la Cuarta Transformación no acudirá a esas prácticas “fallidas”.
Pues resulta que fue lo mismo el jueves. Una treintena de militares llegaron por Ovidio Guzmán pero quien planeó el operativo no calculó la reacción que podía enfrentar. Muy malo no haberlo hecho y reprobable cuando ya había experiencias en ese sentido. En Jalisco el Mencho había hecho lo mismo cuando agarraron a su hijo en 2014.
Si el Presidente no lo sabe y Alfonso Durazo tampoco, el Ejército y la Marina sí porque durante años han estado al frente de la lucha contra el narcotráfico y en labores de inteligencia. La fracción del Cártel de Sinaloa liderada por los Chapitos es la mejor armada de todas. El Chapo Guzmán gastaba su dinero en armas, en pagar sicarios, punteros, sobornar policías, comprar militares, cuidar las plazas… no se le conocieron grandes negocios pero sí una proclividad a las armas. Los ejércitos del Cártel de Sinaloa son principalmente de los Guzmán.
Y eso debieron sopesarlo los que planearon este operativo fallido. Fue criminal que no lo hicieran porque si bien murieron dos o tres inocentes, pudieron ser decenas.
BOLA Y CADENA
MÁS ALLÁ DE OVIDIO Y DE LOS CHAPITOS, el tema de fondo es la falta de estrategia del gobierno federal para combatir el narcotráfico y la delincuencia que de este fenómeno se deriva. Justo esta semana se juntaron hechos deleznables en distintas partes del país, con actores distintos: en Aguililla, Michoacán, donde asesinaron a 14 policías estatales, participó el Cártel Jalisco Nueva Generación; en Iguala, Guerrero, donde murieron 14 presuntos delincuentes y un militar, participó un grupo local de la delincuencia organizada. Y en Sinaloa los Chapitos. La peor semana para la Cuarta Transformación en materia de seguridad. Y lo cierto es que estos hechos ponen en evidencia la falta de una estrategia eficaz para combatir al crimen organizado.
SENTIDO CONTRARIO
AHORA, ¿POR QUÉ PRECISAMENTE IBAN por Ovidio Guzmán López? ¿Porque tiene orden de aprehensión con fines de extradición? ¿Tiene el gobierno de Andrés Manuel prisa por quedar bien con los gringos? ¿Qué relación tiene la reciente visita del jefe de la DEA a Sinaloa con estos hechos? ¿Y el gobernador Quirino Ordaz, cómo queda en medio de todo este barullo? Luego, si el gabinete de seguridad no sabía de esta operación ¿a quién se le ocurrió?
HUMO NEGRO
EL PRESIDENTE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR está metido en un hoyo y como no se trata de política sino de algo mucho más serio, no se ve cómo pueda resolverlo. Se enredó en su propio discurso. Ha dicho una y otra vez que no cambiará su “estrategia” y eso lo llevará al fracaso. Y si la cambia, si decide enfrentar con toda la fuerza del Estado a los grupos criminales, nadie asegura que no fracasará. Hay muchos intereses atravesados aquí. Y no sería remoto que fuera avasallado por ellos. Él, y su Cuarta Transformación. Es hora, creo, un buen momento, para buscar un punto de equilibrio.
Columna publicada el 20 de octubre de 2019 en la edición 873 del semanario Ríodoce. Consulta aquí la publicación original.
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*Ismael Bojórquez Perea. Cofundador y director del periódico semanal Río Doce, que se ha convertido en referencia nacional e internacional desde Culiacán, Sinaloa. En 2011 recibió el Premio Cabot que otorga la Universidad de Columbia. Este año recibió el galardón Libertad de Prensa. Sus trabajos periódicos se han publicado en Noroeste y Proceso, entre otros medios internacionales.