En El Estado

Racismo invisibiliza violencia contra las mujeres indígenas




marzo 9, 2020

Raíchali

Chihuahua –La conmemoración por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora llegó entre un fuerte debate y actos de resistencia por grupos feministas que se han pronunciado en contra la violencia de género que, en México, cobra la vida de 10 mujeres al día.

Sin embargo, en el discurso, tanto de las autoridades de los tres niveles de gobierno, como de las agrupaciones feministas que han alzado la voz en contra del Estado feminicida, la violencia contra las mujeres indígenas no se nombra con la misma fuerza.

En este contexto, el 5 de marzo, se publicó la declaración política de mujeres indígenas contra las violencias, en el que se denunció la estigmatización, persecución, criminalización, asesinato y desapariciones a lideresas, defensoras y activistas indígenas.

A esas agresiones, reprocharon, se suman los abusos y violaciones sexuales, misoginia, feminicidios, matrimonio y uniones infantiles, tempranas y forzadas, embarazo infantil-adolescente y trata de personas con fines de explotación sexual, así como la intrafamiliar e intercomunal que muchas veces se justifican bajo el argumento cultural o en nombre de la cultura.

El problema, coincidieron mujeres de las etnias rarámuri, ódami y
guarijó entrevistadas por Raíchali, viene del racismo que, de manera estructural, ha minimizado a los pueblos originarios.

Pero las mujeres quedan en mayor desventaja pues son ellas la que acuerpan la desigualdad y la pobreza que lleva consigo el sistema patriarcal y racista, aseguró la socióloga rural Patricia Martínez Esparza.

“Ese racismo fomenta que dentro de la estructura se invisibilice a las mujeres indígenas, es la causa de todas las desigualdades y de esa violencia estructural, sistémica en el que, sólo por pertenecer a un pueblo indígena, ya estás en desventaja frente a otros grupos sociales y que está arraigado”

Justicia inalcanzable

En un país en el que la impunidad en los delitos de género oscila entre 80 y 90 por ciento, la justicia parece inalcanzable para las mujeres indígenas que, históricamente, se les ha percibido como inferiores frente a las mujeres blancas o mestizas.

Así lo consideró la abogada guarijó Brenda López Santaneño, al destacar que la violencia se ejerce en dos vías, pues son discriminadas por ser mujeres y por ser indígenas.

“Es un problema arraigado. A las mujeres indígenas no se les da la misma difusión ni se les atiende igual, ni reciben la misma importancia que cuando se violenta a una mujer mestiza…. Pienso es que porque piensan que las comunidades indígenas no tienen el mismo valor”

Por ello, hizo hincapié en que la justicia ni siquiera está pensada para atender a los pueblos originarios y, si el número de casos de mujeres mestizas que denuncias es poco, el de las mujeres indígenas es casi nulo porque no tienen a dónde acudir.

Consideró que es urgente visibilizar a las mujeres indígenas y comenzar a trabajar en la prevención y atención de la violencia para que las situaciones que enfrentan sean difundidas y, con ello, garantizar el acceso a la justicia.

Las muertes que no cuentan

La violencia atraviesa por igual a todas, asegura la socióloga rural Patricia Martínez Esparza, pero los cuerpos de las mujeres indígenas enfrentan además la invisibilización política, tanto del Estado como en el sistema comunitario.

En su andar como defensora de pueblos indígenas y feminista, Patricia ha encontrado espacios de reflexión en el que también se ha planteado la violencia ambiental como un problema grave en contra de las mujeres que se han organizado para defender su territorio.

“Existe la violencia física, psicológica pero también política hacia la invisibilización de las mujeres en el ambiente político, ya sea en espacios comunitarios o fuera de ellos; la invisibilización de sus causas, de sus luchas, y también la violencia ambiental que quizá está en otros contextos. Ahí es donde entra el papel de nuestras compañeras que son defensoras de la tierra”

Esas son las muertes que no cuentan, las que no están en los datos oficiales, las que se están normalizando y, en ese contexto, no se pueden tipificar.

Un ejemplo de ello, mencionó, es el caso de Rosario Batista Cruz, quien impulsó la defensa del territorio y el agua en su comunidad rarámuri Mogótavo, municipio de Urique, y cuyo cuerpo “se quedó en la lucha”.

“La mayoría de las muertes visibles son de los defensores comunitarios. Las mujeres también mueren, pero no hay una causa que vincule su muerte con cuestiones de género… cuando nos damos un clavado en los casos, vemos que el origen de esa muerte está en sus luchas”

Reconoció que, por una cuestión cultural, es común ver que las luchas son encabezadas por las mujeres y esa reflexión sobre los roles de género dentro de la vida comunitaria, ya comienza a dar avances importantes.

En ese sentido, hizo un llamado a que como sociedad exista una reflexión colectiva que permita nombrar y respetar la diversidad cultural, entender que “somos cuerpos plurales” y, con ello, dejar de reproducir el racismo y la discriminación.

“La reflexión no se ha dejado de hacer en los pueblos, hay avances. Cuestiones de racismos y discriminación se piensan en lo personal y en lo colectivo, y las comunidades ya están construyendo nuevas identidades, están desarrollando y apropiándose de técnicas nuevas para seguir avanzando”

Los usos y costumbres no son justificación

Para la lingüista rarámuri Sewá Morales Moreno la violencia contra las mujeres indígenas se ha invisibilizado en un falso respeto a los usos y costumbres y, en vez de atenderla, se justifica pensando que “ellas así viven”.

En contraste, reflexionó, cuando un pueblo indígena pide respeto a su autonomía, los usos y costumbres no importan.

“Me ha tocado escuchar (cuando se habla de violencia) que son usos y costumbres, que así vivimos y lo dejan ahí…. Bajo esa etiqueta no hay nada que hacer, pero no es normal, ni siquiera en las comunidades indígenas es normal ese tipo de comportamientos”

Pero en las comunidades la violencia no es normal. Comentó que los agresores son llevados a juicios dentro del sistema de justicia comunitario, lo que conlleva un peso mayor porque se evidencia al nivel de las personas.

“Cuando hay un agresor se va a juicio y es sancionado. La justicia es de conciliación: se busca una justicia que realmente apoye a la mujer y haga comprender al agresor que su actitud está mal, en vez de encerrarlo”

En el debate que existe sobre la violencia de género, lamentó que todos los comentarios en redes sociales y medios de comunicación se centran en las mujeres mestizas que viven en ciudades o pueblos grandes.

Aunque los tipos de violencia son los mismos, consideró que se ejerce de manera distinta. Por ejemplo, la violencia obstétrica es doble para las mujeres indígenas que acuden, principalmente, a los centros de salud rurales. Ahí no sólo las discriminan por su origen étnico, también las agreden con procedimientos a los que las someten sin explicarles o preguntarles si están de acuerdo.

“Para las mujeres indígenas, el agresor no es sólo la pareja. Por ejemplo, en los centros de salud se sufre el doble… si bien hay violencia obstétrica, una a mujer embarazada que va a un centro de salud, hacen cosas que tu no quieres que te hagan y ni te dicen nada, además de discriminarte por ser indígena, violentan el cuerpo de la mujer”

¿Cuál sería su mensaje para la sociedad y las autoridades este 8 de marzo?

“Lo primero que se debe hacer es preguntarles directamente a las mujeres, que las autoridades se sienten a platicar con las que han sido víctimas y tenemos que seguir chambeando en ese campo y buscar estrategias contra la violencia, las cuales tienen que ser con pertinencia cultura, si no van a funcionar”
Sewá Morales Moreno

“Creo que es necesario, urgente, que se comiencen a trabajar en este ámbito (atención a la violencia) de las mujeres indígenas para que de verdad se atiendan los problemas y que se trabaje para que se les haga justicia también”
Brenda López Santaneño

“Mi mensaje sería invitar a la reflexión, al respeto y a repensar las formas de hacer políticas en el estado para no reproducir esos sistemas racistas y discriminatorios que se están dando muy fuerte en las instituciones de gobierno que trabajan con los pueblos indígena. Debemos repensar juntas, pero también invitar a las compañeras a que quizá están en el servicio público y desde cualquier espacio en el que estén, a crear más redes porque se nos está complicando en el norte porque todavía existe esa visión del estado asistencialista y creo que se debe apostar a nada sobre nosotras sin nosotras”
Patricia Martínez Esparza

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