Con el avance de covid-19 los repartidores a domicilio tienen más carga de trabajo, pero el sistema de evaluación y puntaje de las aplicaciones no entró en cuarentena: retrasos o pedidos incompletos significa menos clientes. En medio de la pandemia, la precariedad laboral se dispara
Texto: Caterina Morbiato
Fotos: Stefano Morrone
Pie de Página
Hace unos cuatro días a Mauricio Fluss le tocó cazar cubrebocas. Era madrugada y había completado una parte del pedido que un cliente le hizo a través de la aplicación Rappi: latas de atún, mayonesa, papel higiénico. Eso fue fácil, dio con un SevenEleven abierto y se abasteció.
Pero le faltaba otra parte del pedido: cinco cubrebocas. Pedaleó ocho kilómetros en búsqueda de una farmacia abierta y, cuando la halló, pedaleó otros cuatro kilómetros más para dar con una que no solo estuviera abierta sino que tuviera cubrebocas. Una hora y media más tarde, victorioso, completó su pedido. Ganó 33 pesos.
Se dispara la precariedad laboral
Con el progreso de la pandemia, los pedidos se han vuelto más tardados y complicados de completar, como cuando se trata de conseguir cubrebocas y guantes. También más pesados pues los repartidores pueden llegar a cargar, en bici, hasta 25 kilogramos entre fruta, verdura y productos de supermercado.
Por otro lado, no terminar o rechazar un pedido no es una opción viable para todos.
El sistema de evaluación y puntaje que manejan las aplicaciones no ha entrado en cuarentena: los repartidores todavía reciben una calificación por parte de los clientes y una “mala” elección —como dejar de realizar un pedido porque el esfuerzo y el tiempo que tomaría no valen los pocos pesos de ganancia— puede traducirse en represalias automáticas.
Si tu calificación baja, el algoritmo lo anota y prepara tu castigo: menos clientes para ti. Si compraste la mayoría de la mercancía del pedido pero te lo cancelan porque tardaste demasiado en entregar, tendrás que pagar de tu bolsillo.
En medio de la pandemia, la consuetudinaria precariedad laboral se dispara.
Entonces, te proteges como puedes: Didi Food, Rappi, UberEATS. Mauricio ahora está conectado a tres aplicaciones para tratar de ganar lo que ganaba antes. Aunque no confía en el apoyo que podrían brindarle en el caso en que se contagie de covid-19, el trabajo de repartidor es su único sustento y no piensa dejarlo.
“Aquí tienes que seguir porque o te mata el virus o te mata el hambre, esta es la bronca”, dice y se encoge de los hombros.
Desde Sinaloa, el vocero de Ni Un Repartidor Menos Culiacán, Gerardo Antonio Valenzuela Lizarraga, lo confirma.
“Nosotros si no trabajamos, no comemos. Vivimos al día”, comenta en entrevista telefónica.
Gerardo explica que hasta el momento las aplicaciones que son activas en Culiacán —Rappi y UberEATS— no han brindado ningún tipo de protección a los repartidores. Por eso, como colectivo piensan buscar apoyo de algunos cuerpos de emergencia como la Cruz Roja o Protección Civil. También consideran la posibilidad de comprar glicerina y alcohol para fabricar gel antibacterial y distribuirlo a los repartidores; si el gasto llega a ser demasiado, pedirán cooperación a sus colegas.
“Normalmente, cuando pedimos cooperación es por algún accidentado: lo que se junte se le da para que subsista durante el tiempo en que esté incapacitado —observa—. Ahora por la contingencia sería bueno unirnos. La iniciativa beneficiaría a los repartidores, pero también a los comensales: al protegernos nosotros los protegemos a ellos”.
Sin seguridad laboral, cuidarse en colectivo
Son las tres y media de la tarde de miércoles 9 de abril. Mauricio y otros integrantes de los colectivos Ni Un Repartidor Menos y Deliverlibres llevan poco más de una hora en el Parque de la Bombilla, al sur de Ciudad de México. Han buscado descanso bajo la sombra de algunos árboles, a escasos metros del Monumento a Álvaro Obregón; desde aquí atienden a los repartidores y repartidoras que se acercan.
Frente a la embestida de la pandemia los colectivos de repartidores hacen lo que acostumbran en situaciones de emergencia: practicar el cuidado mutuo con los pocos recursos que tienen a la mano.
Hace una semana consiguieron una donación de 30 litros de gel antibacterial por parte del Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas (ERUM) de la Secretaría de Seguridad Ciudadana y empezaron la distribución en varios puntos de la ciudad donde saben que transitan repartidores.
Esta tarde además desinfectan sus mochilas con productos sanitarios que les comparten los integrantes de la organización de ciclo-activistas División del Sur: “son orgánicos y resisten en superficies hasta 24 horas”, aseguran.
Desinfectar, sanitizar, limpiar. El virus ha aterrizado en México y con él también se contagia el miedo.
“Las apps nos están dejando de lado ahora que estamos desprotegidos y expuestos al virus —comenta Mauricio—. Está padre que entre nosotros mismos nos estamos organizando: si nadie lo hace, ¿quién mejor que nosotros?”
Desinfectar, sanitizar, limpiar. Te proteges como puedes.
¿Y qué pasa si me enfermo?
Hasta el momento, las aplicaciones han reaccionado de manera distinta frente a la emergencia. Más allá de los mensajes que envían constantemente para recordar a los repartidores las medidas de higiene, no todas han comunicado de manera clara qué medidas efectivas se aplicarán durante la contingencia sanitaria.
Algunas, como Didi Food, distribuyen unos kits de protección sanitaria —una botellita de gel antibacterial, 50 pares de guantes y 10 cubrebocas— a sus repartidores quienes tienen que pasar a recogerlos en las oficinas de la empresa.
Otras, como Rappi, son evasivas. A través de un comunicado de prensa difundido el 23 de marzo pasado, Rappi México anunció una inversión en “equipamiento y procesos para garantizar que los Rappitenderos cumplan todos los protocolos de seguridad en el transporte y entrega de pedidos, distribuyendo más de 200 mil geles antibacteriales y máscaras de protección como parte de las medidas”. La empresa también presumió su campaña de financiamiento a la educación y prevención para asegurar confianza a los usuarios acerca de las medidas de control e higiene.
Pie de Pagina buscó a la empresa Rappi para conocer cuándo y cómo se iniciaría la distribución de los geles antibacteriales además de los métodos para difundir dichas campañas de prevención. Al momento de esta publicación no se había obtenido respuesta.
Existe una incertidumbre mayor. Varias aplicaciones —Rappi, Didi, UberEATS— han anunciado un apoyo económico en caso de que a una repartidora o un repartidor demuestre, por medio de un certificado médico, ser un caso positivo de covid-19. Las medidas anunciadas hablan de un fondo de emergencia cuyo monto no está definido y tampoco la forma de ponerlo en práctica.
Además de que no en todas las instituciones de salud pública están realizando pruebas y el costo de una prueba particular ronda los 3 mil 500 pesos.
“Didi va a cubrir hasta un mes de ganancia, pero solo una parte. Rappi y Uber te calculan un porcentaje de lo que ganas normalmente para darte un aproximado en caso de que te enfermes y lo puedas comprobar”, explica Mauricio. Se esfuerza dejar claro algo que desde un principio se comunicó con ambigüedad.
“Me comuniqué con el soporte de Rappi cuando me dijeron que me tenía que aislar y ya no podía salir a repartir”, cuenta desde Guadalajara Maximiliano, un joven repartidor que lleva más de una semana en aislamiento con los que parecen ser síntomas de Coronavirus.
“Me dijeron que me van a monitorear y van a esperar para saber cómo evoluciona mi situación, pero no me mencionaron nada del fondo cuando me reporté: yo mismo lo descubrí porque leí los métodos de prevención que difundió Rappi”.
Héroes desechables
Como ya sucedió en países como Italia, Estados Unidos o Argentina, los servicios de entrega a domicilio se han transformado en un sector indispensable durante la pandemia. Por un lado, esto puede representar un beneficio para aquellas personas que no pueden salir de sus casas y logran así obtener los insumos necesarios para comer o medicarse. Por otro lado, no todo lo que se pide por medio de las aplicaciones representa un bien de primera necesidad.
Desde Italia, varios colectivos de repartidores lo reclaman con determinación: una pizza o una hamburguesa a domicilio no son un servicio indispensable, no son un derecho. Es aberrante que los repartidores tengan que arriesgar su salud, además de ganar una miseria.
En el país mediterráneo, hasta el momento el más herido por el virus —en el corte de las 18:00 del 9 de abril, los datos oficiales reportaban 18 mil 279 personas fallecidas—, los repartidores llevan más de un mes manifestándose a través de las redes sociales con comunicados conjuntos y campañas virtuales de sensibilización de la población en donde repiten: “no necesitamos de héroes, queremos un salario de cuarentena”, “seguridad para todos” y “también nosotros queremos el derecho de cuarentena”.
Varios grupos como Deliverance Milano, Riders Union Bologna, Riders per Napoli – Pirate Union, no solo denuncian el incumplimiento de las aplicaciones —que por ley debería brindar los dispositivos de protección laboral a los repartidores— sino que también exigen que les sea garantizado un respaldo económico durante el tiempo que dure la emergencia para no tener que decidir entre arriesgarse la vida trabajando y dejar de trabajar quedándose sin dinero para vivir.
Acusan al gobierno de considerarlos a la par de héroes desechables: figuras útiles para alimentar una retórica nacionalista romantizada en donde se llama a la solidaridad nacional dejando a un lado las desigualdades que atraviesan el tejido socio-económico del país.
En palabras del investigador Marco Marrone, estudiante de postdoctorado del Centro de Humanidades y Cambio Social de la Universidad Cà Foscari de Venecia, el gobierno italiano abordó la crisis a través de la construcción de un nuevo régimen de trabajo basado en la explotación de los trabajadores más débiles. Entre estos están, por ejemplo, los empleados del sector de la logística y la agricultura, donde predomina la mano de obra migrante.
“Lo que observamos es una nueva polarización dentro del mercado laboral —señala Marrone—: hay una parte de trabajadores que están protegidos en sus casas y otra parte que se ve obligada a permanecer en la calle. El gobierno no dejará de hablar de la solidaridad nacional pero: ¿qué clase de país es aquel en el que la supervivencia de un trabajador se basa en la explotación de otro?”.
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Este trabajo fue publicado originalmente en Pie de Página que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.