Sorprende el mutis del grupo de mujeres funcionarias declaradas feministas que son parte del proyecto político de Andrés Manuel López Obrador. Tienen razón en que el señor es dueño de su propia boca, lo que sí está de no creerse es el cierre de filas ajeno a los interés de los mujeres
Celia Guerrero
Twitter: @celiawarrior
Lo que menos nos faltaba en medio de este escenario distópico, amikas, sucedió: uno de los personajes más representativos de nuestra actualidad tomó cuerpo y forma en nadie más y nadie menos que el señor presidente de los Estados Unidos Mexicanos. Durante las últimas dos semanas, Andrés insistió en que era momento de consolidarse de una buena vez como un Nacho progre más y [AMLO, viejo lobo de pseudo izquierda, ¡cómo no lo vimos venir!], cansado de que le pregunten por temas que se alejan de su agenda de prioridades, se atrevió a negar el aumento de la violencia contra mujeres en confinamiento a raíz de la pandemia de covid-19. Luego, una semana más tarde, inventó que el 90% de las llamadas al 911 por violencia de género —ajá, dato oficial que confirma el aumento de esta violencia— son falsas.
Para una sociedad amante de la inmediatez y la desmemoria esta información será añeja, un asunto que se diluyó entre las diversas preocupaciones actuales de los mexicanos, dirán que no es nada nuevo, que Andrés se aparta cada día más de la sensatez con sus declaraciones, y tendrán razón. Pero para la Igualada no hay nada como encontrar un tema vital para las mujeres, que pasa convenientemente a segundo plano en el escenario político, para traerlo nuevamente a discusión las veces que sea necesario. Y ese tema traído a cuento —bastante obvio, pero por si acaso voy a señalarlo— es que lo que Andrés dice públicamente lo posiciona cada día más en sentido contrario al grupo de feministas que hasta el momento lo han apoyado.
Antes de centrarnos en ese fondo del asunto, recurriremos una vez más a los datos para argumentar lo que muchas mujeres ya sabemos pero necesitamos validar con estadísticas: la violencia familiar, sexual y contra la mujer sí aumentó desde que estamos encerrados por la pandemia. Como ya se les dijo, la realidad es difícil de negar cuando lo confirman las cifras de llamadas de auxilio al 911 durante el mes de marzo. Sobre ello se han realizado diversos análisis a detalle como este de Intersecta: ¿Fraternidad familiar?
Además de ese primer intento de invisibilización, está la mentira que algunos y algunas decidieron minimizar y catalogar como una equivocación. Como sea, es una declaración que puesta en boca de cualquier otra persona —presidente o no de un país— deja al descubierto su misoginia porque se sustenta en el prejuicio de que las mujeres mienten cuando denuncian violencia. Al dar un dato totalmente falso sobre el número de llamadas improcedentes o falsas, que de entrada no son reportadas en los análisis estadísticos, en realidad quien mintió fue Andrés.
Lo preocupante acá es que el señor sí es presidente de México y la mentira la difundió en una de las conferencias diarias que protagoniza ante millones de espectadores, ciudadanos y ciudadanas, muchas de ellas víctimas y denunciantes de múltiples violencias, a quienes descalifica y niega su propia experiencia. Y no es la primera vez que mediante el discurso Andrés anula o violenta institucionalmente a las mujeres, en ¿Por qué López Obrador miente sobre las mujeres? la periodista Jocelyn Soto analiza una serie de discursos oficiales y declaraciones públicas mediante las cuales AMLO reafirma símbolos machistas, las estigmatiza y revictimiza.
Ya sé, nunca esperamos nada de los hombres en el poder, sin embargo siempre logran decepcionarnos. Sin novedad. Lo que sorprendió y se tornó una discusión rescatable fue el mutis del grupo de mujeres funcionarias declaradas feministas que son parte del proyecto político de Andrés. Ellas, viejas lobas de la marea, tienen razón en que el señor es dueño de su propia boca y el enojo no debe ir dirigido a ellas, como si fueran las encargadas de controlarlo o dispensarlo cada que dice una tontería. Lo que sí está de no creerse en la falta de crítica —como personajes públicos que son— a la figura presidencial, ese cierre de filas ajeno a los interés de los mujeres con tal de mantener no sé qué intacto.
Cuando se trata de Andrés, el aliado por excelencia, las declaraciones misóginas son tan solo desafortunadas, errores inocuos que no pueden demeritar el resto del proyecto político en el que participan y han decidido nombrar cuarta transformación. Me pregunto, ¿hasta cuándo vamos a esperar para ver una reacción proporcional a la gravedad de las palabras de Andrés por parte de las feministas con increíbles carreras políticas que ahora ostentan puestos públicos y de poder?, ¿viviremos para verlo?