Era la madrugada del 29 de septiembre de 1913 y los jefes de los grupos rebeldes se reunieron a convocatoria del general Villa, quien planeaba unificar a todos los revolucionarios bajo un mando común, era momento de pasar a la guerra…tras guardar silencio se escuchó a unísono el grito de “¡Viva Villa!” y todos los mandos revolucionarios aclamaron al centauro como su jefe.
Juan de Dios Olivas/Apuntes Políticos
Con cananas cruzadas al pecho, sombreros de cuatro pedradas, la ropa sucia y llena de polvo, pero armados hasta los dientes, aquellos jinetes arribaron al viejo casco de la Hacienda de la Loma, en Durango, localizada en la ribera del río Nazas, cerca de la Comarca Lagunera.
A la cabeza de aquella columna formada por centenares de revolucionarios chihuahuenses y de Durango, venía Doroteo Arango quien sería mejor conocido por su nombre falso: Pancho Villa.
Tras la primera columna de a caballo, formada por las brigadas Villa, Benito Juárez y Morelos, arribaron después las brigadas Primera de Durango y Juárez, del estado de Durango, y durante la mañana llegaron sin tropas, pero fuertemente escoltados, seis coroneles que tenían el mando revolucionario en la Comarca Lagunera.
Era la madrugada del 29 de septiembre de 1913 y los jefes de aquellos grupos rebeldes se reunieron en la casa grande de la hacienda a convocatoria del general Villa, quien planeaba tomar la ciudad de Torreón, pero dejando atrás la guerra de guerrillas y unificando a todos los revolucionarios bajo un mando común.
Previamente, las facciones que operaban en Chihuahua se habían sometido al mando de Villa en la ciudad de Jiménez tras “convencer” de declinar él mismo, a punta de pistola a Manuel Chao, el candidato de Venustiano Carranza, a encabezar el ejército revolucionario en el norte. Únicamente faltaba que se coordinara con los grupos subversivos que operaban en otras entidades.
Ese día, el coronel Juan N. Medina, jefe del Estado Mayor de la Brigada Villa, tomó la palabra y explicó que todo cuanto se podía alcanzar como guerrilla se había logrado ya y que era momento de pasar a la guerra regular o estancarse y esperar que el enemigo fuera acabando uno a uno a los diferentes grupos revolucionarios.
Propuso elegir un jefe entre los generales Francisco Villa, Tomás Urbina, Calixto Contreras y Juan E. García.
Contreras se puso de pie y habló para rechazar su candidatura y resaltar el prestigio de Villa como hombre de armas, experiencia e indiscutible valor y capacidad organizadora y pidió que se le reconociera como el jefe.
Tras guardar silencio se escuchó a unísono el grito de “¡Viva Villa!” y todos los mandos revolucionarios aclamaron al centauro como su jefe.
Así nacía la División del Norte y con ella el villismo, refiere el historiador y experto en el tema, Pedro Salmerón, en su libro La División del Norte, donde aborda la historia del ejército popular más poderoso de América Latina.
Yo soy soldado de Pancho Villa ♫♫…
Un año antes del nacimiento de la División del Norte, Francisco Villa se encontraba detenido en la prisión militar de Santiago Tlatelolco, tras haber sido arrestado en Chihuahua por el general Victoriano Huerta acusado de insubordinación y robo de una yegua.
El arresto se dio en junio de 1912 tras haber participado como parte de las fuerzas federales que comandaba Huerta, enviadas a combatir a Pascual Orozco, quien a su vez se había levantado en armas luego de que el presidente Francisco I. Madero le dio la espalda a quienes participaron en el levantamiento de 1910 y en la Toma de Ciudad Juárez que derrumbó al gobierno de Porfirio Díaz.
Huerta mandó fusilar a Villa, pero tras frustrarse la ejecución lo envió a la Ciudad de México y en el camino ordenó que le aplicaran la ley fuga, primero en Torreón, luego en San Luis Potosí. Sin embargo, Villa no cayó en la trampa y logró llegar a la capital del país, donde fue encerrado, primero en Lecumberri, y posteriormente en la prisión militar de Santiago Tlatelolco.
Desde prisión intentó en vano obtener una audiencia con Madero y le envió una serie de cartas donde le reiteró su lealtad. Sin embargo, no obtuvo respuesta y ya sin la esperanza de obtener la ayuda del Ejecutivo y ante el temor de ser asesinado, el 25 de diciembre de 1912 se fugó de prisión y llegó a El Paso, Texas, a principios de 1913.
En una de las cartas enviadas al presidente, Villa advirtió del complot que ya se fraguaba en contra de Madero y que concretó en febrero de 1913 cuando Huerta, auspiciado por el embajador de Estados Unidos, Henry Lane Wilson, da el golpe de Estado que culminó con el asesinato de Francisco I. Madero el 22 de ese mismo mes.
El odio de Villa a Huerta aumentó y con sólo 8 hombres cruzó las aguas lodosas del río Bravo por la zona de Zaragoza, en Ciudad Juárez, llevando una dotación de 500 cartuchos por cabeza, un kilo de café, un kilo de azúcar y medio de sal.
De ahí cabalgó a Samalayuca, donde al amanecer almorzó en la ex hacienda del Ojo de la Casa y partió a la hacienda de El Carmen, en San Buenaventura, una de las mayores propiedades del terrateniente Luis Terrazas.
Así iniciaba la fase más violenta de la revolución mexicana, y en la que el centauro emprendería una guerra sin tregua ni cuartel, lo mismo contra huertistas que contra orozquistas, quienes se habían unido en un solo bando.
De San Buenventura, Villa cabalgó a El Saucito, a Rubio y, a una semana de haber ingresado al país, estaba en San Andrés.
En cada pueblo, rancho o hacienda se le sumaban centenares de hombres, principalmente campesinos, rancheros, mineros, viejos compañeros de armas que se le unían acompañados muchos por sus mujeres, con los que fue armando su ejército y dando forma a la futura División del Norte.
De sus Dorados, el más fiel ♫♫
Además del “carnicero” Rodolfo Fierro y del general federal Felipe Ángeles, así como de intelectuales y compañeros que lo seguían desde sus tiempos de bandido, entre los seguidores de Villa que pasaron a formar parte de la División del Norte hubo cientos de peones que fueron reclutados directamente por el centauro, muchos de muy corta edad¬.
Uno de ellos, Pedro Romero, peón de la Hacienda de Bustillos, tenía 15 años cuando conoció al Centauro y fue enviado a avisar de su presencia a otro peón de nombre Pablo Martínez, quien reaccionó como si hubiera sido llamado por Dios.
Su testimonio fue recopiado por Friedrich Katz. “Dile de parte de Pancho ‘Vía’ que ya llegó la hora, que aquí lo espero”, le dijo el centauro. Al transmitir el mensaje, el peón aventó todo, corrió a su casa, ensilló su caballo y junto con Pedro regresó rápido ante el centauro quien volteó a verlo.
—¿Cuántos años tienes, muchacho?
—Quince.
—¿No quieres venir con nosotros?
—¿Pos adónde?
—A la guerra.
—¿Pos pa’ qué?
—Para acabar con la injusticia.
—¿También se acabará la esclavitud (entendida como trabajo de peón en las haciendas)?
—También la esclavitud, pero mira, tenemos que pelear. Vente conmigo muchacho, yo te doy las armas.
“Yo voltié a ver qué decía mi madre, pero ella comprendió que me iba a ir con ‘Vía’ y me echó su bendición. Así fue como conocí y me fui a la guerra con Pancho ‘Vía’. Luego levantamos en armas a la gente de los ranchos vecinos”, refiere Romero.
El más sanguinario de la División del Norte, Rodolfo Fierro, originario de Sinaloa, quien había vivido en Sonora donde fue primero soldado federal para combatir a los indios yaquis y luego ferrocarrilero, conoció a Villa en 1913.
La naturaleza despiadada de Fierro, pero sobre todo su lealtad, hicieron del “carnicero” uno de los más cercanos colaboradores del líder revolucionario.
Cuenta Katz que posiblemente la acción que le trajo la atención de Villa y que lo hizo famoso en toda la tropa, fue la carga de un solo hombre que en el momento en que un tren lleno de soldados federales ganaba velocidad para salir de Tierra Blanca; a galope alcanzó a la locomotora, se emparejó con ella y saltó adentró para asesinar a los dos maquinistas y detener el tren que a continuación pudieron atacar los villistas.
Fierro se convertiría en el principal verdugo al servicio de Pancho Villa.
‘Nada me importa perder la vida’
Tras ser rechazado en Chihuahua, Villa planeó en noviembre de 1913 tomar Ciudad Juárez. Primero simuló ataques sobre la capital y capturó un tren que jalaba góndolas de carbón, el cual fue vaciado, y embarcó a 2 mil soldados.
En el trayecto, el telegrafista engañado envió mensajes a la guarnición federal juarense que indicaban que el tren había sido atacado y necesitaba retornar a la frontera.
En cada estación de telégrafos, se enviaban reportes y se pedía autorización para avanzar.
Al anochecer, el tren ingresó a Ciudad Juárez cuando los soldados de Huerta se encontraban de fiesta en los bares y pocos defendían el cuartel, por lo que al descender del tren las tropas revolucionarias no encontraron oposición y, sin disparar un tiro, sometieron a los defensores de la plaza.
Las tropas huertistas intentarían recuperarla pero serían destrozadas en la batalla de Tierra Blanca, en un punto cercano a Samalayuca, donde actualmente se encuentran las antiguas garitas de la Aduana del kilómetro 30 de la carretera Panamericana.
De acuerdo con historiadores, ese combate facilitó la toma de la capital y Ojinaga, apoderándose Villa de todo el estado.
A finales de 1913, conforme al plan revolucionario promulgado por Venustiano Carranza, Villa asumió la gubernatura de Chihuahua. Tenía la responsabilidad de dirigir el territorio que sería su base de operaciones y continuar la campaña contra los huertistas.
En Chihuahua, Villa seleccionó a 99 oficiales de lo mejor de las distintas brigadas y formó un cuerpo élite al que por sus vestimentas él mismo llamaría “Los Dorados”, que se convertirían en su escolta personal.
Como el Dorado número 100 y primer jefe de la escolta, sería elegido el coronel Jesús M. Ríos, originario de la sierra de Chihuahua; entre los seleccionados para integrar su grupo se encontrarían Nicolás Fernández, Candelario Cervantes, Martín López, Manuel Baca, José I. Prieto, Pedro Luján, Juan B. Vargas y otros que eran famosos por su valor.
Los Dorados transmitían órdenes a los diferentes generales de la División del Norte que eran tomadas como si vinieran del mismo centauro. Eran tan eficaces y valientes que su sola presencia provocaba que se intensificaran los combates.
En 1914, Felipe Ángeles se unió a la División del Norte para comandar la artillería villista y formar parte de los estrategas del general Villa durante la toma de Torreón, en abril de ese mismo año.
La toma de Torreón le representó a Villa beneficios importantes, dado que ahí se encontraban las fábricas de armas del Ejército federal, además de ser un importante polo económico debido al desarrollo de la industria del algodón. Sin embargo, Zacatecas elevó el prestigio del líder de la División del Norte.
Considerada como la más grande batalla del movimiento revolucionario, confirmó las notables cualidades bélicas del Centauro del Norte y de su contingente guerrero, además de propiciar el desmembramiento definitivo del ejército huertista.
Con la División del Norte, Villa entraría a la Ciudad de México, se sentaría en la silla presidencial al lado del general Emiliano Zapata, aunque fuera nada más para posar para la foto y saber qué se sentía.
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Fuentes: Friedrich Katz, en Pancho Villa; Pedro Salmerón, La División del Norte; Guadalupe y Rosa Helia Villa, en Pancho Villa, Retrato Autobiográfico; www.iehrm.gob.mx