Opinión

El mensaje del CJNG en CDMX, la vieja tierra de carteles




junio 27, 2020

Detrás del atentado contra el secretario de Seguridad Omar García Harfuch hay una larga historia de operaciones de carteles de narcotráfico, incluido el CJNG, en CDMX. Pero es importante entender para quién es el mensaje del atentado. Es claro. El CJNG no entiende de abrazos. Sólo de balazos

Alberto Najar
Twitter: @anajarnajar

Ciudad de México –Un par de horas después que sufrió un atentado, el secretario de Seguridad Omar García Harfuch publicó un mensaje en Twitter:

“Esta mañana fuimos cobardemente atacados por el CJNG, dos compañeros y amigos míos perdieron la vida, tengo tres impactos de bala y varias esquirlas”, escribió.

La referencia al Cartel Jalisco Nueva Generación causó polémica. Para muchos, periodistas y académicos incluidos, fue una revelación que el organismo más violento del país tenga presencia en la capital mexicana.

Pero la realidad es que el grupo fundado por los hermanos Valencia y su cuñado, Nemesio Oseguera Cervantes “El Mencho”, tiene varios años de residir en Ciudad de México.

La agencia antidrogas de Estados Unidos, la DEA, documentó en 2015 la existencia de una célula del CJNG en esta ciudad dedicada sobre todo a operaciones financieras y exploración de mercados.

Dos años después, cuando era evidente el crecimiento exponencial del grupo por todo el país, hubo una nueva alerta del gobierno estadounidense.

El mensaje fue que el Cartel prácticamente se había adueñado de toda la zona sur oriente de CDMX, en asociación con la banda de Felipe de Jesús Pérez Luna, “El Ojos”.

A esta organización llegaron de forma indirecta, a través de los vestigios de lo que fue el grupo de Édgar Valdéz Villarreal, “La Barbie”.

En los años posteriores las alertas no cesaron, e inclusive el Centro Nacional de Planeación, Análisis e Información para el Combate a la Delincuencia (Cenapi) advirtió una incipiente alianza del CJNG con la banda conocida como Anti Unión Tepito.

Los enviados de “El Mencho” apoyaron con un arsenal y varios sicarios para tratar de inclinar la balanza en la guerra por las calles de Ciudad de México.

Ninguna de estas advertencias fue escuchada. De hecho, enfurecían al entonces jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera, ahora senador y con varias cuentas pendientes por saldar.

Una de ellas exhibió factura este viernes 26 de junio en el acaudalado barrio de Las Lomas de Chapultepec, donde ocurrió el atentado contra García Harfuch.

Mancera permitió el crecimiento de los carteles de narcotráfico en la capital a un nivel nunca visto. La violencia e inseguridad crecieron durante los cinco años que ocupó el gobierno.

Inaceptable en cualquier político. Ominoso en este caso porque Mancera fue procurador de Justicia, supo de las redes de tráfico de drogas, la existencia de bandas de sicarios y las acciones que los carteles hacen todos los días en CDMX.

Nada nuevo porque desde los años 80 todas las grandes organizaciones de narcotráfico –y otras más pequeñas- han tenido oficinas y representantes en la capital mexicana.

La primera vez en su vida que Joaquín “El Chapo” Guzmán fue detenido, en 1990, ocurrió en la Zona Rosa. En ese entonces era un traficante de marihuana y cocaína de mediana importancia, no el mítico capo que, dice la DEA, se convirtió posteriormente.

Librarse del reclusorio le costó 300 mil dólares que pagó a un superintendente la entonces Dirección General de Policía y Tránsito, el nombre que tenía la policía defeña.

Los hermanos Arellano Félix, líderes del Cartel de Tijuana, tenían un departamento de lujo en la colonia Nápoles. Benjamín, el mayor, visitaba con frecuencia las oficinas de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF).

Amado Carrillo Fuentes, “El Señor de los Cielos”, poseía una mansión en el Pedregal de San Ángel. De hecho cuando murió en una cirugía estética su cuerpo fue embalsamado y permaneció una noche en una funeraria de la colonia Juárez.

Enviados de Los Zetas negociaban cargamentos y sobornos en restaurantes de cortes argentinos de Polanco. El Cartel de Sinaloa negoció en esta ciudad algunos embarques de droga en vehículos de Pemex en 2005.

Esta organización, por cierto, tiene una presencia añeja en territorio chilango. El Departamento del Tesoro de Estados Unidos, por ejemplo, documentó que Ismael Zambada García, “El Mayo”, tenía un negocio en la calle de El Carmen, en el Centro Histórico y a unos pasos de Palacio Nacional.

En la lista OFAC de esta dependencia aparece una lujosa cantina en la colonia Doctores. Está en la avenida Cuauhtémoc, frente a la hipsterizada colonia Roma.

Y antes, a finales de los 80, Juan José Esparragoza Moreno, “El Azul”, salía rigurosamente cada jueves del Reclusorio Sur para disfrutar el fin de semana en los centros nocturnos de moda en la Zona Rosa.

El capo, considerado el consejero mayor de los carteles en México cumplía una sentencia por tráfico de drogas pero eso no impedía sus francachelas ni, como hizo en 1989, convocar a un cónclave de narcos en Cuernavaca para dividir el territorio que dominaba su compadre Miguel Ángel Félix Gallardo, “El Jefe de Jefes”.

De esa reunión nacieron los carteles de Sinaloa y de Tijuana.

El Cartel de Guadalajara, como bautizó la DEA a su organización, tenía en la capital del país una de sus sedes más importantes, particularmente en la Policía Judicial Federal y la Dirección Federal de Seguridad.

Una de las hipótesis sobre el asesinato del periodista Manuel Buendía apunta justo a esa asociación.

El Distrito Federal y ahora Ciudad de México, pues ha sido una tierra de carteles. Jalisco Nueva Generación es el caso más reciente y claro, tras el atentado contra el secretario de Seguridad.

El análisis, sin embargo, no debe quedarse sólo en el ataque y el perfil del funcionario, que son importantes, sino reflexionar también para quién es el mensaje de este viernes en Las Lomas.

Desde el inicio de 2019 el CJNG lanzó varias amenazas al presidente Andrés Manuel López Obrador, sobre todo con mantas y carteles en Guanajuato y Jalisco.

En ese entonces el pretexto fue la estrategia contra el robo de combustible, pero luego sus acciones y retos subieron de tono.

Un ejemplo fue la emboscada en octubre de ese año contra policías de Michoacán. En el ataque, ocurrido en Aguililla, murieron 13 agentes.

En ese mismo estado el Cartel ha hecho varias demostraciones de fuerza, como la destrucción de un cuartel de policía en Zamora después que decenas de camionetas del grupo desfilaron por todas las calles de la ciudad.

Y este año han mantenido a raya a la Guardia Nacional en Guanajuato, el estado más violento del país.

También se le vincula con el asesinato del juez Uriel Villegas Ortíz y su esposa, en Colima. El jurista había negado un amparo al hijo de “El Mencho”.

Y ahora el atentado contra García Harfuch, que ocurre semanas después que la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) congeló decenas de cuentas del Cartel, e intensificó su participación en la cruzada que el gobierno de Donald Trump emprendió contra la organización.

Las hostilidades se han desatado. En este nuevo campo de batalla que es la capital mexicana no hay popularidad presidencial que baste. 

Porque el CJNG no entiende de abrazos. Sólo de balazos.

***

Alberto Najar. Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service. Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.

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