Opinión

Sanar(nos)




octubre 7, 2020

“Un cuerpo que sana es un cuerpo que se emancipa”, suele repetir Lorena Cabnal cuando habla de la resistencia que implica el sanar. Me gustaría que el sentipensar feminista se concentrara más en analizar este tipo de posibilidades ante la violencia, que en la violencia misma. ¿Hay espacio para imaginar y actuar para sanar(nos)?

Celia Guerrero
Twitter: @celiawarrior

Recién he pensado mucho en el acto de sanar(nos), en lo que puede significar actuar para sanar personal y colectivamente en un momento donde la violencia feminicida fustiga nuestra imaginación y nuestro actuar como mujeres. Tiempos, además, presente y futuro, en los que la narrativa mundial gira en torno a aquello en el polo opuesto: la enfermedad.

Aún sin el escenario de pandemia actual, cabría preguntarnos [hoy escribo desde el -nos], ¿en qué momento dejamos de reflexionar sobre el sanar(nos)?, ¿es que acaso es un tema fuera o a los límites del debate feminista actual? ¿Qué grupos de mujeres abordan la sanación colectiva como posibilidad, desde hace ya varios años, y qué podemos rescatar hoy, para nosotras, de su sentipensar

Recuerdo siempre la frase que abre Brujas, Parteras y Enfermeras. Una historia de sanadoras: “Las mujeres siempre han sido sanadoras”, y lo que significa el intento patriarcal de borrar y ocultar ese relato, que en el fondo es conocimiento, que en el fondo es poder.

Desde mi posición de Igualada millenial, con acceso a educación formal [léase patriarcal], urbana, hija de una médica, atenta a todo ese bagaje, fue prioritario despojarme de prejuicios para entender que el verbo sanar se conjuga a la par del yo —y de manera más significativa aún—, en el nosotros. Entendí que ir más allá de la concepción individual de la recuperación de la salud física constituye solo el primer paso para sanar(nos).  

La anterior es una reflexión que surgió a partir de la escucha de los planteamientos de otras mujeres, especialmente de quien considero una de las pensadoras feministas más elocuentes en la actualidad: Lorena Cabnal, integrante de la Red de Sanadoras Ancestrales.

La política de la sanación es lo que este grupo de mujeres mayas, autodenominadas feministas comunitarias territoriales, encontraron para restablecerse emocional y espiritualmente, en colectivo, ante las violencias que enfrentan por defender su territorio —cuerpo y tierra— como mujeres indígenas en Guatemala. 

“Un cuerpo que sana es un cuerpo que se emancipa”, es una idea que Lorena Cabnal suele repetir cuando habla de la también resistencia que implica el sanar.

Quizá para algunas esta última relación de conceptos sea natural y obvia. Para mí, pensar “emancipación” y “sanación” a la par fue y es toda una revelación porque, aunque hoy lo intuya, poco se habla de cómo también a través de la enfermedad el sistema patriarcal domina.

Los cuerpos indignados y cansados, como los llama Lorena, son cuerpos sujetos a lógicas de opresión evidentes para quienes las sufren. Ante ese reconocimiento, [y aquí una de las reflexiones más hermosas de las mujeres de la Red de Sanadoras Ancestrales] surge la posibilidad de sanación a través de lo que llaman la red de la vida: “Sanas tú, sano yo”, suele decir Lorena. Ese sanar(nos) es en realidad una resistencia colectiva y al mismo tiempo, un acto de ternura con y hacia las otras, consideran las sanadoras. 

Confieso que me encantan las nociones que Lorena y sus compañeras proponen, pero las veo lejanas. Me gustaría que, en medio del escenario catastrófico de una pandemia que solo exacerba problemáticas sociales que ya resultaban insostenibles, el sentipensar feminista se concentrara más en analizar este tipo de posibilidades ante la violencia, que en la violencia misma.

Pero la narrativa que se impone continúa siendo la violenta, incluso ahora que el concepto feminismo ha cobrado relevancia mediática como no la había tenido antes en México. ¿Quiénes trazan o desde dónde se impone esa narrativa? Y dentro de ella, ¿hay espacio para imaginar y actuar para sanar(nos)?

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