Pero no todo se midió con la misma vara. A las fuerzas armadas no tan sólo le han limpiado sus tuberías y drenajes, que los hay, sino que no se les tocó ni con el pétalo de una rosa.
Jaime García Chávez
En el ciclo que va del Gobierno de Carlos Salinas al de Andrés Manuel López Obrador ha habido una reescenificación del siglo XIX mexicano. De pronto las iglesias y sus cleros, por una parte, y las Fuerzas Armadas, por la otra, han pasado a jugar un protagonismo que no se vio tan acendrado ni en la larga estancia del viejo partido de Estado desde 1929. En la historia mexicana, no sin dificultades y resistencias, se le fue restando tanto al clericalismo como al militarismo una presencia que desde el ángulo que se le quiera ver es perturbadora –cuando no lesiva– al proyecto malogrado de edificar una sociedad democrática, anhelado a la par que negligido.
Deseo referirme ahora a las fuerzas armadas, cuyo jefe supremo es el presidente de la república, que en estos días se han convertido en piezas clave de la construcción de la hegemonía que pretende la Cuatroté. Además, habrá mucha tela de dónde cortar, ahora que el general Salvador Cienfuegos está en cautiverio por delitos de alta gravedad, porque habrá que entender que no estaba solo en los empeños que demeritan a la institución castrense.
Ahora que la milicia lo mismo tiene en sus manos tareas de seguridad y construcciones insignias del actual gobierno, se ha convertido en el mejor ejemplo de que los privilegios continúan existiendo, que los legendarios fueros aquí están para desmentir el discurso oficial reinante. El tema tiene que ver de manera precisa con los fideicomisos que el gobierno federal pretende desterrar como mecanismo de ejercicio del Presupuesto General de Egresos de la república.
El secretario de Hacienda, apoyándose en las redes sociales, ha recurrido a la metáfora de una tubería para explicar cómo fluye el dinero público hacia la atención de las vastas necesidades colectivas que se atienden construyendo bienes públicos. Con un ejemplo tan claro, dicho funcionario explica que ahora, para un sinnúmero de actividades fundamentales, los recursos llegarán de la Tesorería de la Federación a sus destinatarios, que ya no habrá mediaciones de ninguna índole, que eso es lo correcto y que, además, está soportado en la ley. De esa manera rodarán más de cien fideicomisos para acrecentar las bolsas del presidente de la república.
Eso es lo legal, se afirma. Que hay que concentrar recursos y quitar cañerías se justifica de mil maneras, aunque no sean tan abundantes los ejemplos que pone el joven y emergente secretario de Hacienda. Como se sabe, ha habido reacciones en esferas muy sensibles por la desaparición de los fideicomisos y es obvio que algunos fueran reestructurados o desaparecidos, circunstancia que es normal en toda administración pública.
Pero no todo se midió con la misma vara. A las fuerzas armadas no tan sólo le han limpiado sus tuberías y drenajes, que los hay, sino que no se les tocó ni con el pétalo de una rosa. Para ellas es virtud lo que para otros es maldad absoluta. Así tendremos que la SEDENA mantendrá incólume sus diversos fideicomisos de miles de millones de pesos, seguramente con los mismos vicios que se observaron en otros casos; pero al parecer, la moraleja es clara para el Ejército todo y de manera muy eficiente.
Me pregunto: ¿hay motivos para dudar de este privilegio y de los fideicomisos que han ocupado la opinión pública las últimas semanas? A simple vista se advierte que sí. El que hasta hace muy poco administraba los fideicomisos de SEDENA está preso en los Estados Unidos y envuelto en un escándalo monumental.
Cuánta razón tuvo el abate francés Sieyès cuando afirmó que el privilegio es un aliento para unos cuantos y un gran desaliento para todos los demás. Pero esto parece no estar en la agenda liberal del gobierno, por más que Juárez figure como símbolo del mismo.
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Jaime García Chávez. Político y abogado chihuahuense. Por más de cuarenta años ha dirigido un despacho de abogados que defiende los derechos humanos y laborales. Impulsor del combate a la corrupción política. Fundador y actual presidente de Unión Ciudadana, A.C.