Los trastornos de déficit de atención e hiperactividad, la dislexia, la dispraxia y el asperger son algunas de las neurodivergencias que dificultan el aprendizaje de niñas y niños, pero que la Secretaría de Educación Pública no contempla como discapacidades y carece de medidas de atención
Texto y foto: Olinka Valdez / Pie de Página
Ciudad de México– El 20 de marzo, Dulce y otros 33 millones de alumnos en México dejaron de acudir a las escuelas por la implementación de la Jornada Nacional de Sana Distancia, la respuesta gubernamental al avance del coronavirus en el país que ya sumaba 203 contagios y dos defunciones. La diferencia es que Dulce, como otros 580 mil 300 niños y niñas, enfrenta al mundo con una discapacidad.
La pequeña Dulce, de ocho años, no utiliza muletas ni tiene baja visión. Tampoco necesita una silla de ruedas o bastones bancos para conducirse. La suya es una condición que no se ve porque su corteza cerebral, aquella parte relacionada con el control de impulsos y emociones, tarda más tiempo en desarrollarse en ella que en otros niños de su edad.
Fue diagnosticada como Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), un tipo de neurodivergencia que, aunque no figura en la clasificación internacional a partir de que las autoridades sanitarias se basan para establecer diagnósticos, tiene una prevalencia de entre 7 y 8 por ciento a nivel mundial. De acuerdo con un estudio realizado en 2016 por el Centers for Disease Control and Prevention, uno de cada 54 niños tiene algún trastorno del espectro autista, pero a nivel mundial se considera que uno de cada 160 personas viven con autismo, una de las múltiples formas de neurodivergencia.
La Secretaría de Educación Pública (SEP), la institución gubernamental obligada a brindar educación inclusiva, no la reconoce como una de las condiciones de educación especial contempladas en las Cifras del Sistema Educativo Nacional 2020-2021.
Y no es la única. Tampoco están considerados la dislexia, un trastorno de aprendizaje que dificulta la lectura y la escritura; la dispraxia, un trastorno psicomotriz que dificulta acciones tan simples (para algunos) como amarrarse las agujetas, y el asperger, un trastorno del desarrollo asociado a una alteración neurobiológica dentro del espectro autista.
“En el ámbito de la SEP no se hace referencia al término neurodivergencias. Los términos que se utilizan son alumnas y alumnos con discapacidad y aptitudes sobresalientes que son los términos establecidos por la Ley General de Educación”, informó la dependencia a una solicitud.
El sistema público de educación pasó de atender a 612 mil 39 alumnos considerados “población especial” por las propias autoridades educativas en el ciclo escolar 2017-2018, a 648 mil 101 en el último periodo educativo.
Las categorías utilizadas por la secretaría son ceguera, baja visión, sordera, hipoacusia (una disminución de la sensibilidad educativa), discapacidad motriz, discapacidad intelectual, “aptitudes sobresalientes y algunas otras condiciones. Del total, 645 mil 375 fueron atendidos en el sistema público y 2 mil 726 en el privado, según los últimos datos disponibles.
“No recomendamos que sean tratados en escuelas especiales”
Emanuel Sarmiento, director del Hospital Pisquiátrico Infantil, dijo que desde hace más de 10 años ofrecen cursos de capacitación a los docentes con alternativas que permitan integrar a los pequeños que viven con algún tipo de neurodivergencia porque no es conveniente que se eduquen en centros especiales: “lo ideal es integrarlos para que consigan ser más funcionales en otras esferas de sus vidas”.
“Independientemente del trastorno hace falta que los sistemas educativos tengan orientación y capacitación. Normalmente es un motivo de consulta en las escuelas de los pequeños porque necesitan una atención distinta, pero dentro de la misma comunidad. Nosotros no recomendamos que sean tratados en escuelas especiales, pero muchos maestros desconocen, y la gran mayoría no sabe cómo manejarlos. Por ello no es extraño que los niños vivan rezagados, sufran algún tipo de discriminación o que tengan problemas para integrarse”, dijo.
Hasta ahora no existe un acuerdo formal de colaboración entre los Servicios de Salud para diagnosticar y atender a los niños y niñas que ven el mundo con algún tipo de neurodivergencia: “No es una política pública, es algo que nosotros vemos en la necesidad de atender y por ello hacemos cursos”.
Desde hace 10 años, el Hospital Psiquiátrico Infantil, con más de 50 de existencia, ofrece cursos para las escuelas y docentes interesados en capacitarse. Pero en 2020 fue imposible por la irrupción del coronavirus que ha dejado una estela de más 95 mil muertos por el virus al 8 de noviembre.
“Este año no ha habido ningún curso. Fue una iniciativa del hospital, pero no es algo que exista a nivel de política pública”, aseguró Sarmiento.
La SEP cuenta con el Programa para la Inclusión y la Equidad Educativa, cuyo objetivo es garantizar la inclusión y equidad de las personas con discapacidad y las personas con “aptitudes sobresalientes”, en todas las esferas de su vida, priorizando la educativa.
“Dulce, no interrumpas”
La atención que brinda la SEP a través de los Centros de Atención Múltiple (CAM) y las Unidades de Apoyo a la educación regular (USAER), está circunscrita al ámbito pedagógico y no al clínico, es decir que las autoridades educativas y sanitarias no trabajan de la mano para mejorar la calidad de vida de estos cientos de niños y niñas.
A nivel nacional hay 1 mil 665 Centros de Atención Múltiple y 4 mil 527 unidades de Servicio de Apoyo a la Educción Regular (USAER) que atienden a 6 mil 424 mil 371 alumnos con algún tipo de discapacidad, de la matrícula en educación básica de 25 millones 493 mil 702 alumnos.
Los Centros de Atención Múltiple atienden a alumnos con ceguera, baja visión, sordera, discapacidad motriz y discapacidad intelectual. Los niños como Dulce y al menos otros 87 mil 645 diagnosticados con TDAH en 2019 por el Instituto Mexicano del Seguro Social no tienen cabida y en la escuelas públicas enfrentan la exclusión, algunos por falta de medicamento y diagnóstico y otros por prácticas discriminatorias como la propensión de los profesores a centrar su atención en los alumnos que presentan mejores aptitudes.
Los CAM reciben a alumnos con discapacidad múltiple y trastornos generalizados del desarrollo desde los 4 días de nacidos hasta los 23 años.
A nivel nacional no hay datos confiables sobre el número de personas que padecen TDAH porque muchos, adultos incluidos, no fueron diagnosticados. A nivel mundial se considera que la prevalencia es de 5 a 7 por ciento, pero un estudio realizado en México hace tres años y ciado por Emanuel Sarmiento indica que la prevalencia es de 0.87 por ciento.
Luego de un mes de tomar clases virtuales a través de plataformas como classroom y zoom, Dulce fue ignorada completamente por sus maestras. Incapaz de permanecer 7 minutos sentada, era parte de la escenografía, con poca o ninguna oportunidad de participación.
Lo último que escuchó de sus maestras antes de cambiarse al sistema público fue “Dulce, no interrumpas”.
Recortes presupuestales basados en sesgos de racismo
Para el ejercicio fiscal 2020, el PFSEEE contó con 55 mil 38 millones de pesos, a distribuirse y empatarse con recursos de las 32 entidades, pero con todo, se trata de un recurso insuficiente porque, de acuerdo con datos del INEGI, 24.7 por ciento de la población de entre 3 y 17 años que vive con algún tipo de discapacidad, no asiste a la escuela.
De acuerdo con una análisis elaborado por Laura Nohemí Herrera de México Evalúa y Marco Antonio Fernández, coordinador de la iniciativa de Educación Equidad y Calidad, las modificaciones realizadas al proyecto de presupuesto 2021 en materia educativa incluyeron la sustitución del Programa para la inclusión y la Equidad Educativa por cuatro nuevos programas: educación indígena, población migrante, y dos más para la “educación especial” que, de aprobarse, se reducirán 70 por ciento.
Juan Martín Pérez, director de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), aseguró que los recortes están fundados en un “profundo sesgo de clasismo y racismo, por lo que, en los hechos, los niños y jóvenes que viven con algún tipo de discapacidad, incluyendo las neurodivergencias, que no se aprecian a simple vista, quedan excluidos del goce de derechos, su autonomía progresiva es limitada, así como su capacidad de socialización y desarrollo, si carecen de respaldo institucional.
“Más de 60 mil niños con capacidades motoras quedaron fuera del sistema porque no tenían medios para continuar con sus estudios, por lo que el Estado falta en la universalización de la educación”, dijo.
Para el activista, es necesario reconocer discapacidades de todos los tipos para tomar acciones afirmativas: “dejemos de romantizar la exclusión. Cada persona con discapacidad va a cambiar según su etapa evolutiva, no en una lógica protectora sino en el acompañamiento que estimule la autonomía”.
Dulce pasó de permanecer 8 horas frente a una pantalla a sólo dos por día. ¿Quizá pierda en contenido? Es difícil saberlo, pero algo ganó en salud mental.
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Este trabajo fue publicado originalmente en Pie de Página que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.