Perdónenme, pero no se entiende que el Presidente de México haya preferido desmentirse, desdecirse, poner en duda sus propias palabras que someter al General
Alejandro Páez Varela
Deben ser las semanas más difíciles para un seguidor de la llamada cuatroté (o 4T). Y no me refiero a los que escriben “¡¡¡AMLO vitalicio!!!” en los chats de la mañanera por Youtube; a los que se ceban con las reporteras, sobre todo con ellas, y las llaman “cerda corrupta” o “chayotera de mierda” y sólo por hacer preguntas que les incomodan. Me refiero a los que se supone que apoyan la cuatroté porque tienen causas.
Debe ser muy difícil defender a Donald Trump y hacer ajustes a tus propias creencias para justificarlo. Y luego, defender “la inocencia” de Salvador Cienfuegos y aplaudir que esté acá, en México, y no esté allá, en Estados Unidos, donde lo tenían preso y listo para ser juzgado. Debe ser dificilísimo tener que decir que haber librado de una casi segura cadena perpetua al General fue “en defensa de nuestra soberanía”.
Debe ser difícil para un seguidor de la llamada cuatroté, porque también lo es para el Presidente Andrés Manuel López Obrador, me imagino, acusar una mañana y desdecirse a la siguiente. Apenas el 16 de octubre pasado dijo: “Todos los que resulten involucrados en este caso, que estén actuando en el Gobierno, van a ser suspendidos, retirados y, si es el caso, puestos a disposición de las autoridades competentes. No vamos a encubrir a nadie. Ya pasó ese tiempo. El solo señalamiento de funcionarios, aún sin concluir el proceso, ya va a incluir el retiro de sus cargos. Así actuamos en el caso García Luna y así actuaremos en este caso”.
Y luego, esa misma mañana dijo: “Independientemente del resultado de la indagatoria, es muy lamentable que esto suceda. Estamos ante una situación inédita porque está detenido por la misma acusación el que fue Secretario de Seguridad Pública de Felipe Calderón y ahora detienen al Secretario de la Defensa durante el Gobierno de Enrique Peña Nieto. Esto es una muestra inequívoca de la descomposición del régimen; de cómo se fue degradando la función pública, la función gubernamental en nuestro país durante el periodo neoliberal”.
Debe ser durísimo para un seguidor acrítico de la cuatroté comerse esos tacos de agua. Son tacos de agua. Me guardo los tacos de lengua porque son demasiado sabrosos como para menospreciarlos aquí.
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Pues sí, más o menos se entiende (los muertos no; los muertos no entienden) que siempre no habrá pacificación del país en el mediano o largo plazos porque nadie desactiva así como así una guerra sin atacar las causas.
Pues sí, más o menos se entiende (los muertos no entienden) que no tendremos un sistema de salud como el de Dinamarca porque el que heredamos, con el que intentamos atajar la pandemia, estaba demolido.
Y pues sí, más o menos se entiende que Pemex no será el sustento del Gobierno federal a partir de 2022 porque se suponía que “habrá más reservas y refinaremos nuestro propio petróleo”, pero no será así.
Todos esos planes se han ajustado respecto a la realidad, y más o menos se entiende. Esas promesas fueron un tanto alegres, más o menos se entiende.
Pero lo que no se entiende es que el Presidente de México sea capaz de pelearse con el Departamento de Justicia de Estados Unidos por defender a un General que es sospechoso de aceptar dinero a cambio de ayudar a los asesinos de inocentes.
No se entiende que el Presidente de México acuse a la DEA de manipular una investigación de una década para defender otra, realizada en semanas por uno de los cuerpos más desacreditados, ineficientes y corruptos del Estado mexicano (incluso hoy): la Fiscalía General de la República.
No se entiende que el Presidente de México difunda un documento entregado en confianza por el Gobierno de Estados Unidos y ponga en entredicho la cooperación binacional, sólo para defender a Salvador Cienfuegos Cepeda.
Cienfuegos, que en el caso Ayotzinapa ha pasado de sospechoso a cómplice y viceversa más de una vez. Cienfuegos, el individuo al frente de las Fuerzas Armadas cuando las matanzas de Nochixtlán, Apatzingán o Tlatlaya.
Perdónenme, pero no se entiende que el Presidente de México haya preferido desmentirse, desdecirse, poner en duda sus propias palabras que someter a este General. O quizás no es sólo un General: quizás son varios. Porque eso se dice desde hace tiempo entre los militares: que hay una hermandad, una cofradía de generales que está por encima de todo. Y así sí se entiende que el Presidente de México haya decidido pelearse con una potencia extranjera para liberar a un solo individuo. Así sí se entiende. Pero entonces tendría que decir, si eso es lo que sucede: pobre Presidente de México, rehén en su propio palacio. Y entonces tendría que agregar (si hay alguien más poderoso que puede tronarle los dedos al Presidente de México): pobre México, también.
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Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx