Las parteras comunitarias de Chiapas han ayudado a nacer más de mil 300 bebés durante la contingencia sanitaria. A diferencia de lo que ocurrió en el sistema de salud –donde las muertes maternas aumentaron un 30 por ciento– todas las mamás y niños atendidos están sanos.
Texto y fotos: Rodrigo Soberanes
Tzajalchén, Chiapas – Nunca se había visto a seis mujeres juntas caminando por la calle en pleno trabajo de parto. Iban a marcha lenta, una tras otra, yendo y viniendo frente a la casa de la partera que las estaba atendiendo, esperando su turno para entrar al pequeño cuarto donde cientos de mujeres han elegido dar a luz durante los meses de pandemia.
“A las que les falta dilatación todavía, aquí se les tiene caminando. Se van atendiendo primero a las que más les urge y así se organiza el día”, dice Lucía Girón Pérez, la partera que atiende a las mujeres que llegan en filas cada día a su casa pidiendo sus atenciones.
Es una mujer tzeltal de 46 años que nació y creció en la comunidad de Tzajalchén, en el municipio de Tenejapa, enclavado en la región de Los Altos de Chiapas. Es la famosa partera de la que se habla en los parajes montañosos más alejados, y es la esperanza de las mujeres indígenas que no quieren ir a los servicios de salud por miedo al COVID-19.
Lleva 348 partos en 2020. Con excepción de un caso en que se le complicó la expulsión de la placenta a la mamá, todos han terminado con mamá y bebé en buen estado.
En esa comunidad cualquier persona puede indicar dónde está la calle de la casa de Lucía Girón, y en su calle todos saben cuál es el domicilio: “es allá, donde ahora siempre andan las filas de mujeres embarazadas”, dijo un vecino.
En las entrañas
La casa está construida con concreto y está bien conservada. Frente a la fachada tiene una amplia terraza que sirve para tostar al sol granos de café y está adornada con plantas de ornato y de fresa.
La partera tiene una sonrisa perenne y está ataviada con el traje típico de su municipio, que incluye un moño atado a sus dos trenzas uniéndolas en la punta. Después de varios minutos atendiendo sus asuntos, se da un espacio para sentarse y hablar, acompañada de su esposo e hijas, que conforman también su equipo de trabajo.
En un año cualquiera, Lucía Girón atendía hasta 15 partos en total. El 10 de noviembre de 2020 por la mañana ya llevaba 298 alumbramientos que ha ido registrando en una pequeña libreta con los nombres de las criaturas y sus fechas de nacimiento.
La libreta también tiene algunos rastros secos de fluidos vaginales de parto que quedaron untados ahí durante el trajín de las jornadas de trabajo, que se extienden sin límite en aquel lugar a donde llegan personas de más comunidades y municipios.
El esposo de Lucía Girón, Pedro Guzmán Girón, señala con el dedo hacia algunos de los municipios de donde proceden mujeres embarazadas desde el inicio de la pandemia. Desde la terraza se alcanzaban a ver montañas donde están comunidades de Oxchuc y San Juan Cancuc. También vienen desde Chenalhó, Chalchihuitán, Chilón y Mitontic.
Allá donde les alcance la vista desde su terraza, habrán mujeres que ya saben dónde está y que la partera Lucía es quien puede ayudarlas a dar a luz.
La partería resistió el embate, Salud Pública chiapaneca, no
El Movimiento de parteras de Chiapas Nich Ixim explicó en un comunicado emitido el 11 de diciembre que durante el auge de la pandemia hubo un cierre general de las instalaciones de salud en las comunidades indígenas de Chiapas; y los pocos centros de salud que no cerraron sus puertas sufrieron desabasto.
“Las instituciones de salud y el gobierno no supieron informar bien sobre esta enfermedad lo que hizo que llegaran muchos rumores y que la gente tuviera miedo”, es así como Nich Ixim, que está formada por 600 parteras y parteros de Chiapas, explica la inédita carga de trabajo que llegó a las casas de parto.
Cecilia Guzmán Girón, hija de Lucía Girón, contó desde Tzajalchèn que “a finales de marzo comenzaron a fallecer las personas (con síntomas de covid) y venían con mi mamá. Empezaron a escuchar rumores (de supuestas muertes maternas por covid en centros de salud y hospitales). No querían ir con el doctor porque pensaban que las iban a matar. Nacen aquí tres o cuatro bebés por la noche”.
Nich Ixim ha registrado 1 mil 397 partos en Chiapas atendidos por sólo 217 parteras desde enero hasta el 11 de diciembre. Una de esas 217 parteras es doña Lucía con sus 298 bebés recibidos en 2020.
“¡Es mucho!”, dijo doña Lucía, esforzándose por desempolvar su dominio del español, mostrando esa libreta donde tiene las pruebas del arduo trabajo que la absorbe día y noche, desde el inicio de la emergencia sanitaria.
Su hija, Celia Guzmán –quien hizo de intérprete de su mamá en la entrevista– contó que hubo una jornada en la que Lucía Girón llegó a recibir a seis mujeres quienes después de recorrer ida y vuelta, una y otra vez la calle donde está la casa de la partera, fueron entrando al pequeño cuarto de madera acondicionado para la atención de partos.
En otras ocasiones atiende cuatro, tres, dos o una. Nunca es ninguna, porque, aunque no nazca alguien en su casa, siempre es llamada para alguna revisión ya sea ahí o en alguna comunidad.
De hecho, mientras platicamos con ella, hay una mujer ya con los dolores y la dilatación en proceso. Había terminado su caminata frente a la casa y ya estaba esperando dentro del cuartito de partos a completar la dilatación, romper la fuente, botar el tapón y pujar para dar a luz.
La mujer, sentada en una banca junto a la cama de la habitación, vivía su trabajo de parto en total silencio y con la mirada clavada en el suelo. Estaba acomodada en una posición que le permitía esperar a su bebé, respirando adecuadamente. Era el bebé 299.
El esposo de la mujer estaba ahí sentado también. Estaba más nervioso que ella. Su presencia era noticia en la casa de partos porque “la mayoría son mujeres que vienen solas, que están separadas o ni saben dónde está el papá”.
Lucía Girón constató que todo transcurría con normalidad y volvió a su terraza donde aprovechaba el momento de relajación para platicar con Julio Quiñonez, un médico especializado en trabajo social sobre salud. Hablaron, por ejemplo, sobre masajes que ayudan al flujo de oxitocina y formas de hablarle a los bebés para ayudar a las mamás a conectarse mejor con ellos al momento del alumbramiento.
En ese rato llegó un proveedor de sueros, ampolletas de oxitocina, gel, cubrebocas, gasas y jabón. La familia de Lucía Girón pagó los insumos con recursos propios. Se gastan un promedio de 2 mil 500 pesos a la semana que rara vez recuperan porque, en los mejores de los casos, las pacientes pagan 500 pesos. La mayoría no tiene para pagar, ni siquiera una cuota voluntaria.
Lucía Girón contó que sus manos, tan suaves y cuidadas, le lastiman por dentro. Le duelen las articulaciones, están cansadas y el dolor le sube hasta los antebrazos. Y su cabeza, que en los últimos días le duele todo el tiempo, necesita más horas de sueño. “Duerme solamente una o dos horas al día”, dijo preocupada su hija Celia.
Pero a doña Lucía le es difícil encontrar tiempo para dormir, porque las mujeres parturientas no paran de llegar a esa comunidad tsotsil donde el miedo al sistema de salud se ha expandido en cada rincón.
La muerte materna, al alza por COVID en hospitales
Durante la pandemia, la mortalidad materna se ha incrementado en México en un 31.2 por ciento y el COVID es la principal causa, con el 21.1 por ciento de las defunciones confirmadas (165 casos). Siguen hemorragia obstétrica (17.5 por ciento), enfermedad hipertensiva, edema y proteinuria en el embarazo, el parto y el puerperio (16.9 por ciento). Y después, en cuarto lugar, está el rubro de “probable COVID-19” con 5.4 por ciento de los casos (41).
Chiapas es el segundo lugar en defunciones, con 53 casos (Estado de México es el primer lugar con 100). Todos los casos registrados en el estado del sureste del país han ocurrido en diferentes instancias del sistema de salud del país.
Nich Ixim asegura que las 217 parteras que han ayudado a nacer a 1 mil 397 bebés no han reportado una sola muerte materna o de algún recién nacido.
David Meléndez, secretario técnico en Comité promotor por una Maternidad Segura en México, cree que el coronavirus sorprendió al gobierno federal en un momento en que había comenzado el desmantelamiento de partes vitales del sistema de salud pero no lo había reconstruido aún.
“No tienen un buen sistema de protección estructural. Hace más de cinco años que ya no reciben capacitaciones (desde el sector salud) porque desaparecieron del presupuesto público. Había un recurso al menos para hacer encuentros con ellas, capacitarse, les daban incluso la certificación.
La organización que representa Meléndez luchó contra la propuesta del gobierno de México de reducir en 16 por ciento el presupuesto para la atención de salud materna y lograron que la reducción fuera del 3 por ciento, lo cual, en opinión del especialista, sigue siendo un fuerte retroceso.
Durante la pandemia las parteras han dado gratis muchos partos porque la capacidad de pago mermó muchísimo. Tuvieron financiamiento de algunas organizaciones pero no fue suficiente”, dijo Meléndez.
Entrarle a los otros enfermos
Dora Lucía Méndez Alfonso y Rosalinda Pérez Roblero son otras dos parteras chiapanecas que durante la pandemia han atendido más partos que nunca. También han sido buscadas por personas -mujeres y hombres- enfermas con el coronavirus para que las ayuden a tratarse.
A ellas dos ya les dio COVID.
Lucía Méndez vive en la comunidad Los Manguitos del municipio de Las Rosas, ubicado a 61 kilómetros de San Cristóbal de las Casas, en una región tzeltal. Para ella la algidez de la pandemia inició con los ataques incendiarios a un hospital, una ambulancia y al palacio municipal en su municipio el 11 de junio porque en esos momentos -dijo- quedó claro que los servicios de salud pública no tomarían las riendas de la emergencia sanitaria.
“Allá la llegada de la pandemia fue un golpe tremendo para las instituciones de salud. En las Rosas hubo tanta mala información de parte de los medios y autoridades sobre COVID que la gente empezó a creer que en el hospital estaban administrando el virus y que del hospital salían muertas las personas por este hecho”, dijo la partera en una entrevista realizada en San Cristóbal de las Casas.
-¿Qué cambió en el inicio de la pandemia para ustedes?
Las parteras ahí sacaron la casta, dieron el todo por el todo atendiendo a personas con COVID, dando otras atenciones porque no había medios de salud ahí en Las Rosas. Empezamos a retomar nuestros conocimientos ancestrales que hemos tenido siempre pero que por la discriminación del Sector Salud, hemos dejado atrás.
-¿Cuál fue la carga de trabajo atendiendo partos?
Aumentaron bastante, no había dónde parir más que con nosotras las parteras.
En Las Rosas, la mayoría de los hogares se sustentan en el corte de caña de azúcar. Los cortadores se quedaron sin trabajo, los negocios cerraron, los jornaleros que suelen irse a los campos agrícolas del norte del país no pudieron salir, se quedaron ahí sin trabajo.
Con los servicios de salud sin funcionar y la economía detenida, las parteras fueron vistas como un salvavidas en una inundación.
El cobro por sus servicios no era obligatorio, dependía “de la voluntad” de los pacientes con COVID o de las mujeres embarazadas. “voluntad sí había” pero no dinero.
Lucía Méndez sí tenía temor al COVID porque nunca trabajó con la protección necesaria pese a las donaciones de algunas organizaciones. Se enfermó “con síntomas muy leves”. Tuvo taquicardia, perdió el sentido del olfato y el gusto durante 20 días, se aisló y dejó de atender. Aún así -dijo- las personas le seguían llamando, sin importar que les dijera que estaba enferma con coronavirus.
“Me llamaban y les decía que por su seguridad, no podía atenderlas. Las mandaba con otras compañeras porque sí se puso muy crítica la situación”, contó Lucía Méndez.
La partera Rosalinda Pérez Roblero, de Frontera Comalapa se enfrentó a la pandemia del COVID sin miedo porque a finales de los años ochenta pasó arduas semanas atendiendo partos de mujeres con tuberculosis sin contagiarse.
Cuenta que ella misma estaba embarazada y aún así atendía partos. Fueron semanas completas en que estuvo en la colonia Jamaica de Tapachula en un lugar de cuarentena, atendiendo nacimientos y viendo diario personas morir por la enfermedad.
“Eso me dio fuerza para enfrentar esta pandemia”, contó Rosalinda Pérez, que tiene 41 años de experiencia como partera. Según su testimonio su experiencia frente al COVID fue mucho más difícil:
Frontera Comalapa es un municipio caluroso pegado a Guatemala. Cuando se instaló la pandemia ahí, el panorama fue parecido al de los municipios indígenas, con desinformación y miedo a los centros de salud y hospitales. También ahí las parteras se colocaron en la primera línea frente a la pandemia.
“Llegaron varias embarazadas con temperatura y tos. Ya no sólo me llevaban embarazadas, me llegaba gente de 60 años con la tos sin protección, sin nada”.
Fue así como se contagió. Su esposo también adquirió la enfermedad “y casi se lo lleva”. Rosalinda Pérez estuvo 20 días en casa y volvió al trabajo. “El cansancio y el sueño me mataban. Sentía una gran fatiga, pero seguí trabajando. Me llegaban partos ¡y yo con ese cansancio!
Un diálogo con la autoridad
El movimiento Nich Ixim informó el pasado 11 de diciembre que contactó al subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, que tuvieron dos reuniones en la Secretaría de Gobierno, con la Comisión Nacional de Derechos Humanos y autoridades locales para plantearles qué condiciones necesitan para poder trabajar.
Respeto a su cosmovisión sin condiciones ni criminalización, una “nueva vinculación” con el sector salud “basada en el respeto”, que la constancia de alumbramiento se acepte en todos los municipios de Chiapas “y que no se niegue ni un solo certificado de nacimiento de recién nacido cuando el parto es atendido por partera” y que les entreguen materiales de protección contra el COVID, para parteras “sin condicionamientos”.
Doña Lucía terminó el 2020 con un registro de 348 partos. En enero de 2021 atendió otros 48, de acuerdo con Julio Quiñonez.
Los dolores de cabeza que sufría doña Lucía Girón dejaban una pregunta boyando en el aire: ¿es posible que tenga COVID? Ha atendido a cientos de mujeres durante la pandemia y en Tzajalchen no hay pruebas PCR pero ella sabe identificar posibles casos que le llegan, aunque eso, en la práctica, da igual porque tengan o no síntomas, ella las atiende.
–¿No le da miedo enfermarse al estar tan expuesta?, se le preguntó a doña Lucía Girón.
–No.
–¿Cómo se cuida?
–Rezando a Dios y comiendo pura verdura y vitaminas. Me gusta mucho el chayote–, responde la partera de los 396 alumbramientos.
****
Este trabajo fue publicado originalmente en Pie de Página que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.