Las barreras lingüísticas y culturales son desafíos adicionales para los migrantes indígenas en la frontera con Estados Unidos, donde tratan con las autoridades de inmigración que desconocen la dimensión total del intento de personas indígenas por ingresar a territorio estadounidense
Por Verónica Martínez / La Verdad y María Ramos Pacheco y René Kladzyk / El Paso Matters
PARTE 2 DE 3
Cuando Melinda y su familia llegaron a la frontera entre la Ciudad Juárez y El Paso, Texas, a finales de octubre de 2020, el clima amenazaba con una tormenta hasta altas horas de la noche, y el suelo estaba cubierto de nieve.
La familia guatemalteca había viajado casi dos mil millas ( unos 3 mil 200 kilómetros) desde la municipalidad de Joyabaj, y en aquel momento, sabía hablar solo el idioma indígena de k’iche’.
Al llegar al puerto internacional de entrada a Estados Unidos (EEUU) , Melinda, de 26 años, nunca habló directamente con un agente de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés). No llegó a la cima del puente donde dos agentes de CPB custodiaban la frontera con México, ni tampoco intentó entregarse con su familia a la Patrulla Fronteriza en el cauce del Río Grande.
“No sabíamos nada con respecto a pedir asilo cuando vinimos. Pensamos que nos llevarían adentro, pero vimos que no era así”, dijo Melinda, todavía confundida. “Cuando llegamos (al puente) nos dijeron que estaban cerradas las fronteras por la pandemia, y que no aceptaban más gente”.
Cuando los migrantes indígenas como Melinda llegan a la frontera de EEUU después de hacer un largo recorrido para atravesar México, la falta de familiaridad con el proceso para pedir asilo se agrava por las barreras lingüísticas y culturales, causando desafíos y angustias añadidas.
Melinda podía entender algo de español, pero hablarlo le era más difícil. Dependía de otra guatemalteca que se había unido a ellos durante el trayecto por México que servía de intérprete y ayudaba con explicarles el proceso para buscar asilo en Estados Unidos.
“Cuando (nos bajaron) del puente, había unos soldados y mi amiga habló con ellos”, dijo Melinda.
El “soldado” que describió Melinda era probablemente un oficial del Instituto Nacional de Migración (INM) o empleado del Fideicomiso de Puentes Fronterizos en Chihuahua. El hombre llamó al Grupo Beta, una agencia gubernamental que ofrece servicios de protección a los migrantes en la frontera de México.
“No sabíamos qué hacer. Yo tenía mucho miedo y no sabía qué hacer con mis hijos. No sabíamos a dónde ir con nuestros hijos que tenían frío. Gracias a Dios que llegaron estas personas aquí y nos ayudaron”, comentó Melinda referente al Grupo Beta.
Un agente del Grupo Beta ayudó a Melinda y a su familia, juntándolos con otros migrantes que se habían acercado al puente esa noche.
Dos migrantes indígenas más de Guatemala, Alma y su hijo Salvador, estaban en este grupo. Tenían hambre y frío: sus zapatos y el dobladillo de sus pantalones estaban empapados de la nieve apilada al pie del puente internacional.
Alma y Salvador pasaron la noche en un almacén en Juárez y no habían comido nada desde las ocho de la mañana, salvo unas galletas y yogur que compraron con 200 pesos mexicanos que les dio una señora.
Aunque recibieron apoyo de Grupo Beta, Alma dijo que “nadie se acercó” para ayudarles a entender el proceso para buscar asilo en Estados Unidos.
Los desafíos en la frontera
Para los migrantes indígenas, pueden ser especialmente confusos y traumatizantes los encuentros con agentes mexicanos y estadounidenses de inmigración. Melinda, en realidad, nunca tuvo ningún intercambio con agentes de CBP ni la patrulla fronteriza, y tampoco sabía que debía presentarse a uno de ellos para iniciar el proceso de asilo. Pero para los que sí se presentan, hay una amplia gama de cosas que pueden ocurrir.
Bajo el Título 42, los agentes de inmigración de EEUU pueden expulsar de inmediato a los migrantes a ciudades del norte de México tales como la Ciudad Juárez. Si es un niño no acompañado, es posible que lo detengan en una instalación temporal de CBP antes de ser transferido a un albergue del Departamento de Salud y Servicios Humanos (DHS, por sus siglas en inglés). También es posible que los pongan en un centro de detención de Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés).
De no haberse suspendido los Protocolos de Protección al Migrante (MPP, por sus siglas en inglés) –política controvertida de la era de Trump también conocida como ‘Quédate en México’– pudieron haberse visto obligados a esperara en México hasta la fecha indicada para comparecer ante el tribunal de inmigración de los EEUU. Se calcula que hasta 25 mil personas inscritas en este programa siguen sin poder salir de México, en espera de su audiencia.
Los protocolos comenzaron en 2019 y se cancelaron el 21 de enero de 2021. Esto implica que Melinda y su familia, junto con Alma, quien llegó a la frontera en octubre del 2020, habrían tenido la oportunidad de inscribirse en el programa, pero por alguna razón, no lo hicieron.
Con la comprensión limitada de Melinda del español, y su confusión al llegar a la frontera, no es claro si les negaron la posibilidad de buscar asilo o si los migrantes no pudieron expresar su deseo de inscribirse en los protocolos.
El Centro de Atención Integral para Migrantes (CAIM), administrado por el Consejo Estatal de Población (COESPO) de Chihuahua, es la primera parada que hacen muchos migrantes al llegar a Juárez.
Pero CAIM no tiene la responsabilidad de informar a los migrantes sobre el proceso de asilo, porque eso lo maneja el Departamento de Seguridad Nacional estadounidense, dijo el coordinador de COESPO, Enrique Valenzuela.
El acceso para indígenas a EEUU
Unos 100.000 guatemaltecos han sido encontrados por Aduanas y Protección Fronteriza en las fronteras terrestres de Estados Unidos entre octubre y marzo, los primeros seis meses del año fiscal 2021 del gobierno federal de EEUU. Como el 44 por ciento de los guatemaltecos es indígena, es lógico que van llegado muchos miles de hablantes de lenguas indígenas, como Melinda y Alma, de Guatemala, uno de varios países emisores con importantes poblaciones indígenas.
Además, dos estudios recientes encontraron que una de cada cinco personas detenidas en Estados Unidos es indígena.
Pero como ni el CBP ni ICE dan seguimiento del número de inmigrantes indígenas, ni tampoco rastrea el número de hablantes de lenguas indígenas con el que se encuentra, no se conoce la dimensión total del intento por inmigrar de personas indígenas a los Estados Unidos.
Los defensores de los migrantes aseveran que no es la norma que los agentes de CBP ofrezcan servicios de interpretación contundentes a los que hablan lenguas indígenas.
Si bien el vocero del CBP del oeste de Texas, Roger Maier, confirmó que los agentes utilizan un servicio de interpretación por teléfono cuando se encuentran con hablantes de lenguas indígenas, indicó que no había estadísticas en cuanto a la frecuencia del uso de dicho servicio.
“Me parece que actualmente hay 22 lenguas mayas que reconoce el gobierno guatemalteco, así como lenguas que no son maya como garífuna y xinca, y el gobierno de México reconoce 68 lenguas nacionales, entonces claramente no es correcto suponer que alguien de Guatemala o alguien de México habla y comprende el español”, dijo Leah Rodríguez, de Texas Rio Grande Legal Aid.
“Podría decirse que ICE y CBP y otras agencias deberían estar recolectando datos (sobre los inmigrantes indígenas). Por ejemplo, ICE usa un sistema de computación que tiene una página llamada ‘Encounter details’ (detalles del encuentro), que tiene un campo para idioma primario que con frecuencia queda en blanco, o pone ‘N/A’. No es que no existan las herramientas para poder hacer mejor seguimiento de estos encuentros”, comentó.
En una llamada telefónica con El Paso Matters, vocero de CBP en el oeste de Texas, Landon Hutchens, dijo que después de cientos de años de colonización española de las Américas, “uno pensaría que (los inmigrantes indígenas) ya habrían aprendido el español”.
Los documentos oficiales sugieren que el Departamento de Seguridad Nacional tiene dificiencias al traducir documentos para sus procesos de evaluación para atender los de habla indígena. El plan de acceso a idiomas 2020 del Departamento, indica que “(Los Servicios de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos) ha tenido dificultades en encontrar traductores competentes para traducir información en cualquiera de las lenguas indígenas de Centroamérica”.
Lo que CBP supone referente a las habilidades lingüísticas de los inmigrantes que encuentra puede tener graves consecuencias para sus casos de asilo, dijo Linda Corchado, directora ejecutiva de servicios legales en el Centro de Defensa para Inmigrantes de Las Americas.
Corchado dijo que los inmigrantes indígenas fueron aproximadamente una tercera parte de su lista de casos el año pasado.
Describió las dificultades que tuvo una pareja de indígenas que representó recientemente, que huyó de Guatemala después de perder su casa en el huracán y enfrentar la persecución de una expareja.
“(Mi cliente) no comprendía ninguno de los documentos que CBP le había traído, ni siquiera sabía firmar su nombre”, dijo Corchado, al describir cómo temas culturales relacionados con su indigenismo (como la falta de una licencia de matrimonio en papel) también afectaba cómo CBP trató a la pareja.
“Si (CBP) hubiera podido hablarles con un intérprete, habría comprendido en tres minutos que la pareja estaba casada”, dijo Corchado. En cambio, ninguno de los cónyuges tuvo noticia del estatus del otro cuando internaron a la esposa en un hospital, y ambos quedaron aterrados después que CBP los acusó de representar fraudulentamente su relación. Lo que CBP percibía como inconsistencias en su historia fueron, en realidad, temas de interpretación, explicó Corchado.
Las barreras lingüísticas pueden resultar en negligencia médica
Cuando los refugiados quedan detenidos por CBP y por ICE, los problemas de interpretación pueden intensificarse y resultar en negligencia médica y en mayores consecuentes del debido proceso, aseveraron Corchado y otros defensores.
De los seis niños que murieron bajo custodia de CBP en años recientes, cinco eran indígenas.
“No saben navegar por el sistema, no pueden comunicarse eficazmente con los guardias, con el personal médico ni con agentes de ICE”, dijo Corchado, al describir su lucha con ICE para poder programar un intérprete de Language Line para comunicarse con sus clientes.
“Lo que significó eso fue que tuve que hacer mi trabajo de manera muy inadecuada”, dijo.
El prejuicio contra los indígenas y las normas culturales al tratar con figuras de autoridad pueden también exacerbar los problemas con los agentes de DHS, dijo Blake Gentry, investigador y defensor que trabaja temas de inmigrantes indígenas.
“Hay muchas personas que no se identifican (como hablantes de lenguas indígenas) a pesar de que hablan una, por el estigma. El estigma es real y (las personas indígenas) han aprendido su lección que cuando te hacen una pregunta – especialmente en la frontera por una persona de uniforme verde (agente de la Patrulla Fronteriza), igual a los militares en su país de origen, que tiene arma y te grita en español – vas a responder sí o no”, explicó.
Incluso si un inmigrante aboga por si mismo sus derechos y su necesidad de un intérprete, no se sabe hasta dónde los oficiales de inmigración en Estados Unidos comprenden el alcance y lo profundo de las lenguas indígenas de Centroamérica.
Un aviso de trabajo reciente de FEMA para la Oficina de Reasentamiento de Refugiados puso en la descripción del trabajo responsabilidades que debía tener el o la solicitante, “(familiaridad) con dialectos indígenas hablados en México, Guatemala, Honduras y/o en El Salvador”.
Para Gentry, cómo está descrito ese aviso de trabajo es esclarecedor.
“Esos idiomas han existido desde hace cuatro mil años y aquí estamos, llamándolos dialectos, lo cual es completamente absurdo. No usar información lingüística social, no tomarlo en serio, y negarles los derechos a las personas por su propia ignorancia”, dijo Gentry.
El lingüista Sergio Romero concordó con esta crítica.
“Qué ridículo. Sabes, en América Central, hay como menos, ocho a diez familias de lenguas distintas”, dijo, comparando la descripción del aviso a tener la expectativa que una persona comprenda todos los idiomas europeos.
Melinda y Alma sienten mucho orgullo por mantener sus lenguas y su cultura indígenas. Sin embargo, ahora que en el albergue su hijo está aprendiendo más español, Alma dijo que no teme que él pierda su idioma natal, el ke’kchi.
“Yo les hablo en los dos idiomas”, dijo Alma, refiriéndose también a sus hijos que se quedaron en Guatemala con su abuela. “Lo que quiero para ellos es que conserven y hablen las dos lenguas”.
Melinda les habla a sus hijos sólo en ki’che’, con la esperanza que no olviden cómo hablar el idioma maya, pero también siente orgullo por haber mejorado su español. Para ella, el tener la habilidad de hablar dos idiomas es una ventaja.
“Cuando recién llegamos, yo no podía – yo no puedo hablar mucho (español) aun. La mayoría de las personas habla español, entonces poco a poco voy aprendiendo”, dijo Melinda. “Mi niño, el menor, también comienza a hablar español”.
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Este contenido fue producida como parte de Puente News Collaborative, una asociación binacional de organizaciones de noticias en Ciudad Juárez y El Paso, de la que forma parte La Verdad
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Las Historias
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Migración indígena: desdeñados en los tribunales de EEUU y expulsados a México
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