El rol de la Guardia Nacional sigue siendo punto de preocupación para los grupos pro derechos humanos y moneda de cambio para el gobierno de López Obrador
Por Angela Kocherga / KTEP Public Radio

Ciudad Juárez – Las figuras con uniformes de camuflaje pálido son visibles en puntos clave a lo largo de esta frontera, desde la valla metálica que sobresale por encima del desierto en Anapra hasta las orillas pantanosas del río Bravo poco profundo cerca del centro de Juárez.
“Son estratégicos estos puntos”, dijo un elemento de la Guardia Nacional de México en Juárez, quien no quiso revelar su nombre por no estar autorizado para dar entrevistas. “El flujo de migrantes se ha reducido con nuestra presencia aquí”.
El agente y un compañero estaban parados en la sombra de un pequeño árbol, armas largas colgadas del hombro mientras al lado dormían un par de perros.
Han pasado dos años desde que llegó la Guardia Nacional de México a Juárez. Bajo la amenaza del expresidente Donald J. Trump de imponer altos aranceles a los productos mexicanos, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, desplegó unos 15 mil elementos de la Guardia Nacional recién formada en las fronteras norte y sur del país en el verano del 2019, en medio de un aumento en la migración proveniente de Centroamérica.

La Guardia Nacional ha sido promovida como eficaz en la vigilancia fronteriza y criticada por emplear tropas sin capacitación en el ámbito civil.
En lo que la vicepresidenta Kamala Harris arriba a México para reunirse con López Obrador, para después visitar Guatemala, el rol futuro de la Guardia Nacional sigue siendo punto de preocupación para los grupos pro derechos humanos y moneda de cambio para el gobierno de López Obrador.
“La reunión con la vicepresidenta Harris se convierte, de muchas formas, en el sustituto de ese tipo de contacto personal a los más altos niveles entre los gobiernos de Estados Unidos y México. Con este gobierno, no ha ocurrido aún”, dijo Andrew Selee, presidente del Instituto de Política Migratoria, una organización en Washington. El contacto inicial fue a través de una videollamada el 1 de marzo entre el presidente Joe Biden y López Obrador.
La vicepresidenta Harris está encargada de la política migratoria y fronteriza del gobierno de Biden, la cual incluye abordar las causas fundamentales que impulsan la migración. Hasta el momento, México ha aceptado mantener un despliegue de unas diez mil tropas durante el repunte en migración, según un comunicado de la Casa Blanca.
“Es legítimo que los países controlen sus fronteras, y la Guardia Nacional cuenta con la autoridad jurídica para participar en esto”, dijo Selee. Pero hay preguntas en cuanto a un despliegue a largo plazo.
“Es una fuerza creada principalmente para atender el crimen organizado, y para atender al elemento criminal en la sociedad y también grupos fuertemente armados. Si la intención es mantener activa la Guardia Nacional con temas migratorios, tiene que haber un esfuerzo por crear una parte de la Guardia Nacional capacitada específicamente para trabajar con poblaciones de civiles”, dijo.

La misión original de la Guardia Nacional fue combatir la violencia por las drogas que asolaba regiones de México al asumir el cargo de presidente López Obrador. Pero cuando Trump amenazó con imponer altos aranceles, el presidente de México rápidamente movilizó las tropas para atender la frontera. Algunos de los primeros miembros de la guardia simplemente intercambiaron el parche del Ejército en sus uniformes por uno que lleva GN (Guardia Nacional).
Después de llegar las tropas a fines de junio de 2019, hubo una marcada reducción en la cantidad de personas que cruzaba la frontera. Las cifras de Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos indican una importante disminución en las detenciones en la frontera del suroeste durante el año fiscal del 2019, de un máximo de 144 mil 116 en mayo a 81 mil 777 en julio, el primer mes entero que estuvo la Guardia Nacional en la frontera.
Ese verano, el entonces secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, les informó a los reporteros que en las primeras seis semanas que su país había aumentado la vigilancia fronteriza, el número de migrantes que logró llegar a los Estados Unidos cayó en un 36 por ciento.
Pero a medida que México se ganó elogios del gobierno de Trump, también enfrentó criticas por hacerle el “trabajo sucio” a Estados Unidos. Una foto de alto perfil de una madre sollozante en Juárez y un niñito rogándole a un soldado de la Guardia Nacional que le permitiera cruzar la frontera atrajo la atención del expresidente Felipe Calderón, quién reenvió el mensaje por Twitter, agregando, “¡qué pena! El gobierno de #México no debió haber aceptado esto”.
Las preocupaciones sobre los derechos humanos y acusaciones de uso de fuerza excesiva persisten en partes de México. A fines de marzo, un soldado disparó y mató a un guatemalteco en un auto en un control fronterizo en Chiapas. Prendieron a aquel soldado y puede enfrentar cargos, según la Guardia Nacional.
En septiembre, seis agentes de la Guardia Nacional fueron detenidos con relación al asesinato de Jessica Silva, en Delicias, Chihuahua, según La Verdad Juárez . Las tropas les dispararon a Silva y a su esposo en su carro. El esposo quedó gravemente herido, pero sobrevivió.
Los soldados en México han desempeñado por mucho tiempo un doble rol tanto de ejecutores de la ley como de ayudantes durante desastres después de huracanes y terremotos, y ahora también se encuentran ayudando en lo que México intenta aumentar la distribución de vacunas contra el COVID-19.
El agente de la Guardia Nacional en Juárez dijo que su trabajo incluye ayudar a los migrantes en apuros con lesiones o enfermedades. Se supone que la Guardia Nacional en México no debe detener a migrantes, sino colaborar con las autoridades migratorias.
Esta reportera fue testigo de escenas inusuales en el verano de 2019, de familias migrantes que intentaban pasar desapercibidas por las tropas de la Guardia Nacional en Juárez para entregarse a los agentes de la patrulla fronteriza de los Estados Unidos en El Paso y pedir asilo. En un caso, un grupo de padres con hijos cruzaron rápidamente una parte poco profunda del Río Grande cuando estaban distraídos los agentes de la Guardia Nacional y esperaron junto a la valla fronteriza a que agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos los recogieran.

Bajo la política actual, la mayoría de los migrantes, incluyendo a los padres con hijos, que logran llegar a Estados Unidos se ven enfrentados con una rápida expulsión bajo el Título 42, una orden de salud pública por la pandemia supuestamente impuesta para frenar la propagación del COVID-19. Sin embargo, algunos intentan cruzar una y otra vez. Unas seis mujeres centroamericanas, la mayoría con hijos, entrevistadas una tarde hace varias semanas, dijeron que no les desalienta la presencia de la Guardia Nacional.
Otros cruzan en zonas más remotas, dijo uno de los dos agentes de la Guardia Nacional que vigilaban cautelosamente el Río Bravo cerca del centro de Juárez.
“Ponen en riesgo su vida con el sol, las culebras, los alacranes”, dijo. Su colega añadió, “Hay familias enteras, mujeres embarazadas, mujeres con niños en brazos, niños que van a pie”.
A los perros que les hacen compañía les han puesto nombres. El macho, color dorado, se llama “Canelo, como el boxeador”, mientras que la hembra es, “La negra”, una mezcla labradora color negro.
De noche ladran para alertar a los agentes que se acerca alguien.
Aun así, los migrantes siguen empeñados en llegar a los Estados Unidos.
“Es peligroso, pero siguen tratando. Muchos creen en el sueño americano”, dijo un agente.
En el centro de Juárez, Johana, madre de 38 años procedente de Honduras, que no quiere revelar su nombre completo, se sentó en la calzada y consideró su próximo intento por cruzar después de ser devuelta a México. Con o sin la Guardia Nacional, dijo, “Llegaré”.
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Este contenido fue producida como parte de Puente News Collaborative, una asociación binacional de organizaciones de noticias en Ciudad Juárez y El Paso, de la que forma parte La Verdad
