¿En qué se concentra el debate político del país? En temas que, ante la gravedad y multitud de problemas nacionales, son irrelevantes. Una lección que no se aprende
Alberto Najar
El subsecretario de Salud Hugo López-Gatell advierte el riesgo de un nuevo repunte en la pandemia de covid-19.
La fecha clave es este fin de semana, cuando las mediciones indiquen si el país se acerca o no a una tercera ola de contagios.
Pero la alerta pasó desapercibida. El debate en los medios tradicionales se concentra en la denuncia sobre un supuesto espionaje a algunos columnistas.
Lo mismo sucede con otro acontecimiento grave. En Reynosa un grupo armado recorrió las calles de la ciudad fronteriza para disparar a quien se encontrara al paso.
El saldo es de 19 personas asesinadas. No había ocurrido un ataque así contra la población civil. El caso más reciente fue el incendio al Casino Royale de Monterrey, Nuevo León, en agosto de 2011.
Murieron 52 personas. Un grupo vinculado a Los Zetas cerró todas las puertas e incendió el local. Fue una de las primeras veces que se habló de un acto terrorista en México.
El Senado pidió investigar la versión, lo cual desató la furia de ese impresentable sujeto llamado Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa.
Ahora algunos dicen que sería el mismo caso de Reynosa. El gobierno federal dice que no.
La definición importa, claro, pero no a los analistas de medios convencionales que dedican sus espacios a analizar las razones del despido de Irma Eréndira Sandoval, exsecretaria de la Función Pública.
En todo caso, los ejemplos son una muestra de la brújula extraviada con que camina un sector del país desde hace tres años.
La discusión suele concentrarse en la agenda de los partidarios del presidente Andrés Manuel López Obrador, y también de sus opositores.
Es el caso del relevo en el gabinete. Prácticamente todos los presidentes mexicanos ajustan el equipo de colaboradores cercanos tras los primeros tres años de gobierno.
Con frecuencia los movimientos coinciden con la elección intermedia para renovar gubernaturas y la Cámara de Diputados.
De acuerdo con la tradición es también la señal para empezar la carrera para suceder al presidente en turno.
Los presidentes inician con ello un paulatino debilitamiento político que concluye con la designación de los candidatos.
Con esa costumbre reaccionan ahora los medios y analistas quienes pierden de vista un pequeño detalle: la presidencia de López Obrador está muy lejos de ser como las de antaño.
A pesar de la intensa campaña de odio y ataques de los últimos tres años, el mandatario llega a la mitad de su gobierno con un alto respaldo popular.
Lo dicen todas las encuestas, algunas patrocinadas por los medios más críticos de la llamada 4T. Pero hay un elemento adicional.
A diferencia de los últimos presidentes que enfrentaron dificultades para controlar a sus colaboradores, AMLO mantiene una férrea disciplina en su gabinete que políticamente incluye a la jefa de Gobierno.
Es un obstáculo para uno de los deportes nacionales, la especulación para saber quién es el favorito del mandatario en turno.
Desde el inicio de la actual administración no han sido pocos los analistas que mencionan a Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno, al canciller Marcelo Ebrard o hasta el embajador Juan Ramón de la Fuente como los posibles candidatos de Morena para la elección de 2024.
Pero son especulaciones, básicamente porque ninguno de los personajes tiene, por ahora, el reconocimiento que López Obrador tenía antes de los comicios de 2018.
Hay más. Cualquier acción, estrategia o declaración de ellos palidece frente a su jefe quien, además, difícilmente permitiría que alguno demostrara sus aspiraciones presidenciales.
Una frase que estuvo de moda para definir la sucesión del entonces presidente José López Portillo fue “la caballada está flaca”, expresada por el gobernador de Guerrero Rubén Figueroa.
Se refería a la ausencia de políticos destacados para ocupar la silla presidencial que, finalmente, recayó en un personaje gris: Miguel de la Madrid Hurtado.
En este 2021 la frase es pertinente pero no por la ausencia de pericia o experiencia de los posibles sucesores de AMLO, sino porque obedecen a un jinete muy pesado.
Especular sobre los favoritos presidenciales puede ser entretenido, pero en términos reales es inútil.
Y lo más grave, extravía la mirada en temas que ante la gravedad de los problemas del país resultan irrelevantes.
Un ejemplo es la pandemia de covid-19, la incontrolable violencia en algunos estados del país o las dificultades para recuperar los empleos perdidos en la emergencia sanitaria.
Pero hay otros temas como el saqueo inminente de las reservas de litio mexicano, de las más importantes del mundo, a cargo de compañías mineras internacionales.
O la crisis migratoria por el arribo imparable de miles de personas de Centroamérica, esperanzadas en cruzar la frontera con Estados Unidos.
Son asuntos que tienen muy poco espacio en los medios convencionales ni, es cierto, en muchos considerados como alternativos o las redes sociales.
No. La mirada parece extraviarse, en estos días, en los caballos flacos que contienden en una inexistente sucesión presidencial.
Y en los mensajes, bromas y provocaciones de un jinete nutrido en la política, obeso en experiencias y pesado en sus decisiones.