Opinión

Las medallas anticipadas de Marcelo Ebrard




agosto 14, 2021

La política exterior del gobierno de López Obrador camina en sentido contrario al discurso inicial, de mantener un bajo perfil. En esa tarea destaca el canciller Marcelo Ebrard que parece sumar puntos en su futuro político. Pero en la 4T las carreras son de larga resistencia. ¿Le alcanzará el brillo y aliento hasta 2024?

Por Alberto Najar

El gobierno de López Obrador mantiene una intensa política exterior, en contrasentido con el discurso inicial de guardar un bajo perfil. En tal escenario 

“La mejor política exterior es la interior”. La frase, que define la estrategia diplomática del presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido severamente cuestionada.

En distintos momentos los críticos la ubicaron como una expresión de aldeanismo, una forma de aislar al país del mundo entero.

Algunos vieron una evidencia de la formación política personal del político tabasqueño, quien dio sus primeros pasos en la vida pública en los años setenta.

Y otros advirtieron el riesgo -según ellos- de que el entonces presidente electo (que fue cuando más ruido causó la frase) cancelaría los acuerdos internacionales de comercio.

Tres años después ninguna de las versiones fue cierta. Es verdad que López Obrador sólo ha hecho un viaje internacional como presidente, cuando viajó a Washington para reunirse con Donald Trump.

Pero esto no significa que su gobierno permanezca inactivo. Por el contrario, hasta ahora ha emprendido acciones muy distintas -y de mayor importancia política- que las de las últimas cuatro administraciones.

Empezó, por ejemplo, al cerrar su participación en el Grupo de Lima, creado para juzgar y promover la intervención internacional en el gobierno de Venezuela.

Se trata de un organismo donde tuvieron un intenso activismo personajes como el impresentable Felipe Calderón, quien llegó incluso a sugerir un golpe de estado contra el presidente Nicolás Maduro.

Luego intervino para ayudar en la reestructuración de la deuda impagable que heredó el gobierno del presidente Alberto Fernández de Argentina.

Enseguida desafió el concierto internacional que respaldó el derrocamiento del presidente Evo Morales, de Bolivia.

López Obrador fue más allá del discurso: envió una aeronave de la Fuerza Aérea Mexicana para sacar de su país al exmandatario, amenazada su vida por los militares golpistas.

Evo Morales permaneció unas semanas como refugiado en México. Su estancia desató una intensa campaña de odio, clasismo y discriminación de políticos, empresarios, líderes religiosos, periodistas e intelectuales.

Durante el primer recrudecimiento de la pandemia de COVID-19 en América Latina, el gobierno mexicano promovió en el G-20 y ante la ONU medidas para evitar el acaparamiento de vacunas contra el sars cov2

Este 2021 López Obrador recuperó una de las demandas históricas de América Latina, que fue sepultada por la oleada de gobiernos neoliberales:

La disolución de la Organización de Estados Americanos (OEA), el organismo que nació muerto pues desde sus primeros días ha mantenido una línea de absoluta lealtad a los intereses de Estados Unidos.

El siguiente paso fue la demanda promovida en cortes estadounidenses contra fabricantes de armas de ese país. 

Es la acción más contundente de un gobierno mexicano contra la violencia imparable que sacude al país, y representa una estrategia muy distinta a la payasada que encabezó Calderón Hinojosa.

El impresentable sujeto, en los días finales de su estancia en el gobierno de México, ordenó colocar un enorme letrero en la ribera del Río Bravo, en Ciudad Juárez, con la frase “No more weapons”.

Vaya ridículo del político que desató el mayor baño de sangre desde la Guerra Cristera. El que aplaudió la operación Rápido y Furioso y protegió a Genaro García Luna, encarcelado por asociarse al Cartel de Sinaloa. En fin.

El episodio más reciente es el proceso de negociación y diálogo entre el gobierno de Venezuela y la oposición de ese país, que empieza este viernes en Ciudad de México.

En todos los momentos uno de los personajes centrales es el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard. 

No es coincidencia. El protagonismo del canciller hubiera sido imposible sin el aval del presidente López Obrador.

Oficialmente Ebrard sigue la pauta del gobierno actual, es decir sigue órdenes. Pero en los hechos su tarea va más allá que cumplir instrucciones.

Lo muestra su protagonismo en las acciones a su cargo, anunciadas con frecuencia en la conferencia de prensa matutina en Palacio Nacional.

Es el espacio del presidente López Obrador. Desde allí marca la agenda y el debate político del país. Nada ocurre allí sin que lo autorice.

No fue casualidad, por ejemplo, que el mandatario le permitiera explicar al canciller una reunión que sostuvo con sus colaboradores, donde abiertamente anunció el inicio de su tarea para convertirse en el sucesor de AMLO.

Su intervención abrió uno de los debates sobre el eventual candidato o candidata de Morena para la elección presidencial de 2024.

López Obrador pretendió minimizar el tema con el argumento de que “son otros tiempos”, y de que en estos días se puede discutir abiertamente lo que antes eran jornadas de especulación política.

Quien sabe si tenga razón. Lo único cierto es que quien sea que sea el postulado para la próxima contienda deberá contar con el aval, si no el respaldo, del actual Jefe del Ejecutivo.

Y Ebrard lo sabe. Por eso aprovecha todas las oportunidades e inclusive crea otras. ¿Le ayuda en su deseo de convertirse en presidente de México?

Está por verse. Es cierto, el escenario es distinto al de épocas anteriores pero los usos y costumbres de la política aún prevalecen.

La sentencia de Fidel Velázquez, “el que se mueve no sale en la foto” sigue vigente y más aún en estos años en que cualquier acción de la 4T es sometida a intensas campañas de odio, agresiones y mala fe.

Las campañas de mentiras y desprestigio no pueden tomarse a la ligera. Un ejemplo ocurrió en las elecciones del pasado 6 de junio en Ciudad de México.

Hay un afán por descarrilar todas las acciones del actual gobierno, como también existe la intención de magnificar los errores de los colaboradores cercanos al presidente.

El canciller está muy expuesto. El accidente en la Línea 12 del Metro es un asunto pendiente. Aunque parezca olvidado en el debate de los medios, es previsible que reaparezca.

Seguramente ocurrirá en el momento más inoportuno para el canciller. En tal escenario las buenas cuentas de ahora tal vez no basten.

Porque a lo largo de su historia López Obrador ha demostrado ser un político sumamente pragmático. No son pocos los colaboradores que, en diferentes etapas, parecieron tener un futuro promisorio a su lado.

Se quedaron en el camino. Marcelo Ebrard ha sobrevivido a varios de estos episodios. Pero la suerte se acaba.

A veces en el horizonte de la 4T no basta con brillar mucho, sino mantenerse en la mirada y atención de quien decide.

***

Alberto Najar. Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service. Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.

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