La vida se desvanece en la frontera entre Jalisco y Michoacán. La violencia se perpetuó desde la época de los Caballeros Templarios hasta la llegada del Cártel Jalisco, y la gente tiene miedo de hablar. Mientras tanto, las familias siguen las huellas de las masacres para encontrar a sus desaparecidos
Texto y fotos: Rodrigo Caballero / Zona Docs
YURÉCUARO, MICHOACÁN.- El sonido ensordecedor de la retroexcavadora no deja que la señora Elvira hable por teléfono, ella se tiene que alejar caminando de la máquina que busca entre las piedras una posible fosa clandestina en la zona limítrofe entre los estados de Michoacán y Jalisco.
Del otro lado de la línea está un funcionario que no puede concebir que la mujer viajó 960 kilómetros en camión desde su estado natal buscando a su hijo y ahora la Comisión de Víctimas del estado de Tamaulipas no quiere hacerse cargo de los gastos de transporte.
-Su carpeta está en Tamaulipas, va a ser complicado el tema del presupuesto -se alcanza a escuchar entre el ruido de la máquina.
-Pero yo vengo a buscarlo a donde sea, si ustedes están seguros que mi hijo está en Tamaulipas ¡entréguenmelo! -contesta Elvira enojada.
La llamada termina abruptamente, con su voz ahogada por la mala señal telefónica y la excavadora el funcionario se compromete a hacer lo posible para pagar los gastos del regreso porque Elvira ya se quedó sin dinero para volver al norte.
La mujer guardó su celular y regresó al sitio de la excavación, la máquina había retirado varias paladas de tierra a un lado de un árbol en medio del campo, pero la tierra que salía era “virgen”, es decir, no había rastros de basura, ropa o algún indicio de que estuviera removida.
Con cada búsqueda, los familiares de personas desaparecidas se han convertido en expertos en fosas clandestinas, ahora ya saben cómo se ve una zona donde hay entierros, qué tan profundas tienen que ser las excavaciones y qué tipo de herramientas son necesarias para encontrarlas.
Cuando la maquinaria se detiene, los familiares y los peritos de la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) se acercan a inspeccionar el hoyo negro lleno de pierdas volcánicas, pero adentro no hay nada más que tierra mojada por la lluvia inesperada que trajo el huracán Rick.
– ¡Tápalo! – ordenan a los operadores de la retroexcavadora.
El primer día de la Brigada Estatal de Búsqueda termina sin novedades, los puntos que exploraron no tienen ningún “tesoro” escondido, como las buscadoras se refieren a los cuerpos de sus familiares desaparecidos que encuentran en fosas clandestinas.
Si de algo está seguro Moisés es que a su hermano lo pararon, lo tuvieron que haber parado en la carretera, él nunca se hubiera detenido sin motivo, sabía los riesgos del camino y lo había recorrido tantas veces que lo conocía como la palma de su mano.
“Lo han de haber parado, yo creo que se le atravesaron o algo porque esta zona está muy peligrosa”, aseguró Moisés, quien ahora lo busca junto a su cuñada en la frontera entre Michoacán y Jalisco.
Todo lo que Moisés sabe de la carretera lo aprendió de su hermano, César Aaron Alarcón Ramírez, quien le enseñó trucos para evitar quedarse dormido, en qué lugares podía parar a descansar y a darle mantenimiento a los camiones que conducen por todo el país desde el Estado de México.
El amor por la carretera de César es una de las razones por las que Moisés se dedica a hacer viajes por el país en lugar de ejercer la licenciatura en Negocios Internacionales que terminó, también gracias al apoyo económico de su hermano.
“Nos dio todo, a mi mamá le decía ‘no me digas lo que necesitan para la escuela, tú cómpraselo y yo lo pongo’ y así nos apoyó a todos para sacar nuestros estudios”, recordó Moisés, mientras estaba sentado en una pequeña banca de una iglesia.
Tras la muerte de su padre, César Aaron se convirtió en el patriarca de la familia, a pesar de ser el segundo hijo rápidamente se hizo el más trabajador de los cuatro y poco a poco ayudó a los demás a salir adelante.
“Lo queremos mucho, porque ayudaba a todos, parejo, también sus demás compañeros traileros sabían que siempre estaba ahí para apoyarlos, por eso le decían ‘perrazo’, allá de donde venimos para decirte que eres un chingón te dicen ‘eres un perrazo’, ese era su 10-28, su clave de radio en el tráiler”.
El 20 de julio de 2020, César Aaron viajó desde Sinaloa hasta Michoacán con un cargamento de mangos para una empresa que se dedica a extraer el jugo y la pulpa de la fruta. Por la mañana descargó en el municipio de Zamora y luego regresó a Sinaloa para hacer otro viaje.
Pero no tenía dinero para comprar diesel así que marcó a su familia para que le depositaran a la tarjeta de su esposa que llevaba consigo, esa fue la última vez que hablaron con él, su whastapp quedó suspendido al filo de las 18:00 horas y su celular se apagó cerca de La Barca, Jalisco.
Moisés viajó casi inmediatamente al darse cuenta que no contestaba las llamadas, siguió el rastro de su camión que todavía marcó su geolocalización en una gasolinera a la entrada de Jamay, cerca de la sede del 92º Batallón de Infantería.
Llegó directamente a La Barca, en todos lados la respuesta era la misma: nadie había visto a su camión rojo de redilas de madera, solamente una persona dijo que lo había visto en la gasolinera y luego se metió entre las calles de Jamay pero nadie daba señales particulares.
“Como que todo mundo ya sabía a lo que íbamos porque como que se habían puesto de acuerdo para no decirnos, yo creo que sabían quién se lo había llevado y que se lo llevaron por trailero, ese día supimos que se llevaron a otros 5 traileros, como que los necesitaban”, dijo Moisés.
Sus familiares interpusieron la denuncia ante la Fiscalía de Jalisco, en el municipio de Ocotlán, que se declaró incompetente y mandó el caso a la Fiscalía de Michoacán en el municipio de Zamora, mientras tanto lo siguieron buscando en la zona limítrofe.
“Estuvimos varios días hasta que unos conocidos nos dijeron que ya nos fuéramos, que ‘los malos’ ya estaban detrás de nosotros checándonos y que nos iban a levantar, yo siento que ellos mismos pusieron a mi hermano, pero no pudimos seguir buscando”, dijo Moisés.
Un año y cuatro meses después, la familia de César Alarcón sigue tras sus pasos tratando de armar el rompecabezas de su desaparición, Moisés y su cuñada Carmen se integraron a los colectivos de búsqueda de desaparecidos en Michoacán y Jalisco para tratar de encontrar a Aaron, el que es chingón, tanto que su 10-28 es perrazo.
La fiesta de Renato
Un día llegó Renato a la casa de su mamá con dos chivos y le pidió que los matara para hacer una buena birria, el muchacho traía en la mente festejar su cumpleaños a lo grande, con comida y bebida a lo grande, acompañando la fiesta con una olla de frijoles charros que tanto le gustaban.
Su mamá aceptó la propuesta y comenzó los preparativos para el cumpleaños de su hijo, pero su esposa no estaba nada contenta con el despilfarro de dinero, de repente se le vino la idea de contratar un conjunto musical para que amenizara la fiesta y ahí fue cuando su mujer decidió intervenir.
-Oye Renato, no crees que es mucho gasto el conjunto, no tenemos para andar gastando tanto – dijo.
-¡Ay mujer! No te preocupes, no nos va a hacer falta el dinero, además, qué tal que es mi última fiesta, hay que disfrutar ahorita que estamos porque luego no sabemos – sentenció.
La escena se le quedó grabada en la mente a su madre, tres meses después de la fiesta, el 20 de septiembre de 2012, Renato desapareció junto a su tío y desde entonces no ha sabido nada de él, la señora dice que suena trillado, pero pareciera que se lo tragó la tierra.
Aquel día a las 17:00 horas ya lo andaban buscando porque era viernes y los trabajadores de la huerta donde laboraba estaban desesperados para que les dieran su salario semanal. Los muchachos querían que el encargado les pagara, pero Renato no aparecía por ningún lado.
“No le deseo lo que siento ni a mi peor enemigo, ni a los que me lo hicieron, es una angustia enorme que no puedes con ella, medio comes, medio duermes un día sí y otro no, así llevo los nueve años nomás con la pena, de que no sabes qué pasó o por qué se lo llevaron”, dijo la madre.
Así comenzaron a buscarlo, pero había desaparecido sin dejar rastro, más tarde hablaron para pedir rescate por su tío, pero de Renato nunca volvieron a saber nada, a partir de ahí muchos rumores inundaron su caso y todos apuntaban a que “los malos” se lo habían llevado.
“Los malos” en 2012 eran los Caballeros Templarios que habían sembrado terror en la frontera jalisciense, controlar Yurécuaro implica controlar un enclave donde colindan Michoacán, Jalisco y Guanajuato, con acceso a ciudades como La Piedad, Atotonilco, Zamora y La Barca, así como dos autopistas que conectan con Guadalajara, Colima y la Ciudad de México.
Todo esto dentro de un sistema de caminos de terracería que conectan varias localidades sin necesidad de tocar la carretera entre terrenos que en muy raras ocasiones eran patrullados por la policía o el ejército, condiciones que favorecieron el florecimiento de este grupo delincuencial.
Había un enfrentamiento entre grupos delincuenciales dentro de la zona y no se podía cruzar la frontera entre Michoacán y Jalisco so pena de muerte, algo que resultaba absurdo en lugares como Yurécuaro y La Ribera que es prácticamente la misma ciudad dividida sólo por un puente que cruza el Río Lerma.
Zonas agrestes como El Arroyo en la parte de Jalisco y La Joya en Michoacán se convirtieron en lugares donde cientos de personas fueron asesinadas y sus cuerpos desaparecieron entre el fuego de las llantas quemadas y el diésel.
“Nosotros veíamos cómo subían las camionetas llenas de cuerpos que hasta escurría la sangre y subían otras con llantas y bidones de diésel, tres o cuatro veces por semana subían y en la noche se escuchaban las motosierras y despuesito se veían las lumbreras, todo el cerro lleno de lumbreras, mucha gente se fue así”, narran los habitantes de Yurécuaro.
Para cuando Renato desapareció su familia ya pagaba una cuota a los delincuentes, como todos los demás, su madre dice que tenían que pagar 500 pesos por cada camión cargado de chiles que cortaban de su huerta y cada negocio pagaba derecho de piso.
“Aquí estaba muy feo, mataban a la gente en la calle, se la llevaban a plena luz del día y todos nos callábamos, yo no creo que en Yurécuaro haya una sola familia que no le mataron o le desaparecieron a alguien, pero todos tenemos miedo de hablar”, aseguró la madre de Renato.
El miedo es tan fuerte que la propia madre pide el anonimato al contar su testimonio, aunque han pasado nueve años desde la desaparición de su hijo todavía recibe amenazas de los grupos armados, que la señalan cada vez que alza la voz y amagan con llevarse a sus otros hijos.
La primera vez que las madres buscadoras provenientes de todo el país llegaron a Yurécuaro muchas mujeres se integraron a las actividades de denuncia y tomas de muestra de ADN para intentar localizar a sus desaparecidos, pero cuando la brigada se retiró todas recibieron amenazas directas.
Ahora en octubre de 2021, muy pocas mujeres se acercaron a buscar a sus familiares, aunque los Caballeros Templarios fueron erradicados por el movimiento de autodefensas en 2014, el miedo sigue presente.
Agave Azul Weber
Dos invasiones llegaron desde Jalisco en los años recientes cambiando el panorama de Yurécuaro y Tanhuato, la primera fue la llegada del Cártel Jalisco Nueva Generación que instaló una plaza en la región y desde 2015 mantiene controlada la zona.
Cuando la gente se refiere a este grupo baja la voz, mira hacia ambos lados y por encima del hombro y luego dice “las cuatro letras” en referencia a las siglas CJNG, ya no hay el nivel de violencia de los Templarios, pero sí otro grupo omnipresente cuyo nombre genera un terror colectivo entre los lugareños.
La segunda invasión es el agave azul weber, una variedad de planta que sirve para hacer tequila y del que también se puede extraer insulina para personas con diabetes, por lo que cada vez más productores locales se vieron atraídos por ella.
Los campos que antes eran de maíz, frijol y sorgo lentamente se van convirtiendo en agavales; pero la tierra donde se siembran está plagada de piedras volcánicas por lo que se necesita mucho trabajo para removerla y hacerla apta para el agave azul.
El atractivo precio del agave -cuyas piñas se venden hasta en 35 pesos el kilo- provocó que los terrenos olvidados donde sembrar maíz era difícil y costoso obtengan valor nuevamente y es ahí donde los campesinos se toparon con la barbarie al remover la tierra.
Durante una semana, la Brigada Estatal de Búsqueda recorrió kilómetros de paisajes semiáridos que poco a poco se transforman en agavales, donde decenas de personas han encontrado las lumbreras donde “los malos” solían deshacerse de los cuerpos de sus víctimas.
Muchos campesinos decidieron volver a enterrar los huesos que encontraron y nunca reportar sus hallazgos por miedo a represalias, pero unos cuantos abrieron sus terrenos para que antropólogos forenses de la Comisión Nacional de Búsqueda, la Fiscalía General del Estado, la Comisión Local de Búsqueda, la Fiscalía de la República y las madres de desaparecidos los examinaran.
Entre las madres buscadoras está la señora Irma Elvira Ramírez Rodríguez, quien viajó desde Reynosa hasta la frontera conocida como Jal-Mich buscando a su hijo, Rosvelt Maldonado Ramírez, desaparecido a los 21 años el 23 de junio de 2013 en Valle Hermoso, Tamaulipas.
Elvira representa al colectivo Buscando Tus Pasos A.C. que tiene más de 90 casos de desapariciones tan sólo en Tamaulipas y se ha dedicado a buscar a cada uno de ellos cada vez que se integra a búsquedas como la que se realizó en la frontera de Michoacán y Jalisco.
Antes de llegar aquí anduvo en Morelos, en la Ciudad de México y ha buscado en Guerrero, Sinaloa y Veracruz, siempre tiene presente que muchos jóvenes son obligados a trabajar para la delincuencia organizada y terminan muy lejos de casa, por eso se une a cada brigada de búsqueda que se le cruza en el camino.
“Los funcionarios no entienden que nuestros hijos pueden estar en cualquier lado, que se los llevan a trabajar y los andan moviendo, por eso tenemos que buscarlos por todos lados, pero nadie nos entiende, la propia sociedad te excluye cuando sabe que tienes un hijo desaparecido, como si tuviéramos una enfermedad, nos ven como una peste”, dijo Elvira.
Irma Elvira tampoco sabía lo que era tener un hijo desaparecido hasta que un convoy se llevó a su hijo de su casa, los armados tocaron la puerta, él abrió y se metieron amagando a sus dos hijos y a su esposa, Rosvelt pidió que no les hicieran nada y se fue con ellos voluntariamente.
Aquel día se llevaron a otros 10 jóvenes de la misma edad y complexión física de Rosvelt en Valle Hermoso, el muchacho que ahora tendrá casi 30 años trabajaba en el campo, su madre recuerda que era un domingo cuando se lo llevaron porque al siguiente día tenía una cita para recibir su visa de trabajo para ir a la cosecha en los Estados Unidos.
“Andaba muy contento porque ya se iba a ir a trabajar al otro lado, él siempre quiso que no le faltara nada a sus hijos, como que era su ilusión tenerles todo y protegerlos y yo sé que así lo hizo, por eso dejó que se lo llevaran para que no le hicieran nada a su familia”.
Elvira fue madre soltera, sus hijos crecieron sin la figura de un padre que aunque nunca les faltó económica y emocionalmente sí dejó un vacío con el que crecieron sus hijos, por eso Rosvelt quería ser un padre presente en el crecimiento de sus hijos.
“A mí me decía que siempre iba a estar ahí, como yo estuve para ellos y mire que es cruel el destino porque sus hijos están creciendo sin él, no porque se hubiera ido sino porque se lo llevaron, no sabemos ni por qué, pero sí sabemos que él no había hecho nada malo”, aseguró.
Elvira, Moisés y la madre de Renato integran la brigada de búsqueda que camina entre arroyos secos, pastizales y sembradíos de agave para intentar localizar los restos de sus seres queridos y todos estaban ahí cuando aparecieron.
El viernes 29 de octubre de 2021, la brigada encontró un terreno en Monte León, a siete kilómetros de Yurécuaro, donde aparecieron más de 40 restos óseos de personas que fueron asesinadas y calcinadas por grupos armados en 2012, se trató del primer hallazgo luego de una semana de búsqueda.
“Es horrible pensar que vamos a encontrar solamente un fragmento, un huesito, algo así de minúsculo pero desafortunadamente así es, esa gente no se tentaba el corazón por aquí, muchos desaparecieron así, haga de cuenta que aquí es como un hoyo negro donde la gente desaparece”, concluyó la mamá de Renato.
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Este trabajo fue publicado originalmente en Zona Docs que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.