A medida que se acerca el 8 de noviembre, día en que Estados Unidos levantará las restricciones de viajes para cruzar la frontera desde México, los juarenses se alistan para volver a territorio estadounidense; comercios paseños se preparan para recibir el flujo de compradores mexicanos
Por Laura Villagran / El Paso Times
Kelly Maing, de 46 años, ha pasado gran parte de su vida trabajando en el centro de El Paso, en una tienda de modas que hace 33 años abrieron sus padres, inmigrantes de Corea del Sur.
“¿Ves lo triste que está? Todo tan callado”, dijo en entrevista hace unos días, vestida de delantal azul y cubrebocas. “Estamos sobreviviendo, básicamente… Han cerrado muchas tiendas”.
La tienda que maneja ella, Pinocho, vende una variedad de carteras, collares, pulseras, otros accesorios y ropa de mujer. Tanto ella como otros propietarios de tienda coreano-americanos en la calle South El Paso atendían una clientela mexicana, que regularmente cruzaba el Paso del Norte, o puente Santa Fe que conecta los distritos centrales de tiendas de El Paso y Juárez.
Bajo circunstancias normales, uno 22 mil compradores al día visitaban El Paso del norte de México, según datos de encuestas realizadas por el departamento municipal de El Paso International Bridges antes de la pandemia.
Representaban hasta el 14 por ciento del total de las ventas al por menor en El Paso, según el Federal Reserve Bank of Dallas. En el 2019, sumaban mil millones de dólares en lo que se conoce como “ventas minoristas de exportación”.
La pérdida de estas ventas resultó ser un golpe particularmente duro para las tiendas del centro.
Maing dijo que un 80 por ciento de sus ventas antes de la pandemia eran a clientes mexicanos, incluyendo muchos comerciantes de Juárez que compraban bienes para sus propias tiendas, dijo.
“Sin ellos, no ganamos nada de dinero”, dijo Maing.
Si bien muchos de los clientes de Maing le han enviado textos para confirmar que realmente van a abrir los puentes, se siente ansiosa.
“La preocupación es que tenemos demasiadas esperanzas”, dijo, “pero puede que quedemos decepcionados”.
Cindy Ramos-Davidson, oficial ejecutiva principal de la Cámara de Comercio Hispano de El Paso, dijo que los comerciantes están expresando una combinación de emoción y escepticismo.
¿Sería posible otro cierre de la frontera al último minuto? ¿Alcanzarán los productos para los compradores que llegan de Juárez? ¿Volverá el mismo número de personas que antes?
“En este momento, los comerciantes de aquel ámbito están corriendo para determinar dónde obtener ciertos productos que normalmente abundarían durante este periodo”, dijo Ramos-Davidson. “Pero temen arriesgarse a aumentar la cantidad productos que ofrecen porque no tenían claro que abriera la frontera por lo que ha estado cerrada durante 19 meses”.
Los niños que cruzan por su cuenta
Maritza Lozano, de 27 años de El Paso, dijo que todos los días se preocupa por su prima, de 15 años, ciudadana de Estados Unidos y que cursa estudios de secundaria en El Paso, quien ha estado cruzando el puente desde Juárez sola desde que las clases presenciales volvieron.
“Antes mi tío se levantaba temprano para llevarla, pero ahora tiene que vérselas para volver a pie sola”, dijo Lozano. “A veces se queda conmigo. Y ahora que empieza el frío, le digo que debería quedarse”.
Las restricciones de EE. UU. en la frontera obligaron a muchos niños, ciudadanos estadounidenses, a madurar rápido, ya que se encontraban cruzando el puente por su propia cuenta, responsables de llegar a la escuela ellos mismos.
Lozano se preocupa mucho por su prima durante el trecho en el que está fuera de comunicación, esperando dentro de la garita de aduanas en el puente de Santa Fe donde está prohibido usar teléfonos celulares. Le preocupa que su prima cruce calles muy transitadas en el centro de la ciudad y se suba al autobús municipal para llegar a la escuela.
“Estoy siempre mandándole textos, preguntándole, ‘¿ya cruzaste?’ o ‘¿dónde estás?’” dijo. “Yo sé que a veces no te dejan usar tu teléfono”.
Lozano dijo que, para la familia extendida, ha sido difícil estar separados físicamente sin poder verse mucho.
“Mi tía vive allí sola. Hace como tres semanas se deprimió y le llevaron al hospital”, contó. “Entonces ahora mi prima se ha estado quedando allí para que (su mamá) no tenga que estar sola”.
Estrategias divergentes para la pandemia
Cuando el Departamento de Seguridad Nacional de EE. UU. anunció las restricciones en la frontera el 20 de marzo, 2020, la pandemia del COVID-19 hundía al mundo en una incertidumbre gracias al virus mortal e impredecible. Las autoridades de ambos lados de la frontera rápidamente implementaron órdenes de permanecer en casa y de usar cubrebocas después de implementar las restricciones.
Pero las estrategias de los países vecinos para luchar contra la pandemia pronto divergieron, lo cual creó fricción en la región fronteriza.
Tomando de un caudal de recursos aparentemente ilimitado, Estados Unidos se valió de las pruebas y, con el tiempo, de la distribución masiva de vacunas para frenar el virus. Por otro lado, México, lento en optar por comprar vacunas en un mercado global competitivo, usó las herramientas contundentes de cierres de comercios, restricciones contra reuniones grandes de personas y de órdenes por usar cubrebocas. Se vio muy claramente esta desigualdad durante la primavera, cuando Juárez se vio enfrentada con una ola de contagios cuando en El Paso se estaba vacunando a miles de personas al día.
Los mexicanos de la región fronteriza de 18 años y mayores lograron acceso a las vacunas durante el verano, gracias en parte a las donaciones de vacunas de EE. UU. a México y a esfuerzos locales por vacunar a los empleados de fábricas de Juárez en el puerto de entrada de Tornillo.
“Debería haber muchas lecciones aprendidas”, dijo representante estadounidense Verónica Escobar, demócrata por El Paso, quien ha hecho llamados por una estrategia unida binacional para luchar contra las pandemias. “Tenemos que crear políticas normativas que tengan como prioridad la salud pública”.
Regresan los rituales binacionales de fin de semana
Antes, Mike Santillanes se levantaba temprano los fines de semana para montar en bicicleta desde su casa en Juárez hasta el Puente de las Américas. Allí se reuniría con otros ciclistas mexicanos para cruzar el puente en bicicleta hasta Estados Unidos. Se unirían otros ciclistas por la calle Copia en El Paso y así iniciarían su práctica de ciclismo.
Santillanes, de 28 años, ha competido en eventos de ciclismo en carretera y de montaña por ocho años. Lo que le gustó de El Paso fueron mejores carreteras y montañas más altas.
“Lo más difícil de ser ciclista en Juárez es el tráfico”, dijo. “La cultura del automóvil en los Estados Unidos es un poco más respetuosa que la de México”.
Han pasado dos años desde que Santillanes, de 28 años, ha practicado este rito binacional de fin de semana, y dice que le hace falta el compañerismo del grupo de varias nacionalidades. Algunos de sus amigos en El Paso han cruzado para hacer recorridos en Juárez durante la pandemia, pero hay otros a los que no ha visto desde comienzos del año 2020.
Pero cuando vuelvan a abrirse los puentes, Santillanes no estará recorriendo el trecho hasta El Paso. Como miles de otros juarenses, cuyo documento para cruzar la frontera caducó durante la pandemia, Santillanes está esperando que el Consulado de EE. UU. en Juárez renueve su visa.
El volumen acumulado de solicitudes de visa ha prorrogado las citas en el consulado hasta bien entrado el 2023.
Una vez tenga la visa renovada, quiere hacer el recorrido por la brecha transmontana de las montañas Franklin, una ruta desafiante que sube más de dos mil pies de alto.
“Será genial poder volver a cruzar”, dijo. “Ya hemos recorrido todas las rutas aquí en Juárez y estamos ansiosos de un cambio”.
En el horizonte: visitas a las iglesias y con familiares
La noticia de la reapertura causó un frenesí de actividades en Juárez y puso a las personas a buscar sus visas para cruzar la frontera, en desuso desde marzo del 2020, o a preparar documentos para renovar sus visas. Aquellos quienes podrán cruzar han hecho planes para ver a los seres amados en Estados Unidos o para hacer su primera excursión a sus tiendas favoritas como Walmart, o el mall Cielo Vista o la tienda de descuentos Ross Dress for Less, conocida cariñosamente como “La Ross” por los juarenses.
Las casas de cambio por todo Juárez anunciaron su tasa cambiaria con luces rojas y verdes centellantes.
En los escaparates de Grupo Francie, la gente hacía fila provista de expedientes y documentos, esperando que los proveedores de servicios de pasaporte y visas para Estados Unidos y México les pudieran renovar sus pases para cruzar la frontera.
Sergio Tejeda, un ingeniero industrial, esperó a las afueras del Grupo Francie en un centro comercial en el centro de Juárez para renovar su pase para cruzar la frontera.
“Tengo familia allí”, dijo, “Mi madre, mis hermanos. Ellos vienen aquí pero no mucho”.
Manuela Castañeda, de 63 años, contó lo que esperaba hacer una vez se reabriera la frontera: ir de compras, ir de viaje, visitar a su familia. Tiene primos hermanos que viven en Las Cruces y no ve las horas de poder verlos. Dejará que pasen unos días, sin embargo, dijo.
“A ver cuál es la situación” en la frontera, dijo.
Residente de Juárez, Olga Beatriz Lugo, ha estado cruzando la frontera con su visa días en los que hay escuela para llevar a su hija al Lydia Patterson Institute en el Segundo Barrio, cosa que la patrulla fronteriza ha tolerado, ya que se consideran “esenciales” los estudiantes.
Pero lo que más ansía hacer Lugo, dijo, es cruzar de nuevo los domingos para ir a la iglesia Abundant Living Faith Center en El Paso. Para ella los domingos eran el día en que podía practicar su fe y relajarse con la seguridad que siente cuando está en El Paso, contó.
Le hace falta su comunidad eclesiástica, comentó.
Después de estos dos años desafiantes, dijo, “lo que ahora necesitamos todos más que nada es Dios”.
La ‘vida chica’ de la frontera
La forma en que maneja la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) la reapertura podría determinar qué parte de lo “normal” de la vida fronteriza se restaurará y qué podría perderse, dijo Joe Heyman, director del Center for Inter-American and Border Studies en la University of Texas en El Paso.
La semana pasada los agentes de CBP advirtieron que los viajeros podrían anticipar tener que esperar más tiempo de lo normal en los puertos de entrada.
La oficina de campo de CBP en El Paso ha estado capacitando a nuevos agentes de aduanas durante la pandemia, con frecuencia empleando el doble de nuevos reclutas para que aprendan de los agentes con experiencia los días domingo. Aun así, a los que tienen visa se les pide que muestren sus tarjetas de vacunación contra el COVID-19, y eso probablemente desacelere el tránsito en la frontera.
Es el cruce en sí lo que hace distintiva esta comunidad, dijo Heyman. Cuando se hace difícil el cruce legítimo de la frontera – como fue con frecuencia durante el gobierno de Trump y ha sido durante la pandemia – la gente tiende a quedarse de “su” lado.
“Lo que se pierde es lo cotidianamente normal, la vida ‘chica’ de la frontera”, explicó Heyman.
Es la visita al primo en El Paso. El tomarse el café o salir de copas con los amigos en Juárez. El recorrido para hacer compras en los almacenes de mayoreo o las tiendas de menudeo y las comerciales en el centro. El salir por una hamburguesa con jalapeño en Whataburger. Los domingos con la abuelita en Juárez.
“La vida ‘chica’ es sólo pequeña en cada acción individual,” dijo, “pero colectivamente, se acumula”.
Cristina Carreón, María Cortes González, Anthony Jackson, Vic Kolenc, Trish Long y Martha Pskowski aportaron a este artículo.
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Este contenido fue producida como parte de Puente News Collaborative, una asociación binacional de organizaciones de noticias en Ciudad Juárez y El Paso, de la que forma parte La Verdad.