La élite intelectual podrá verlos como una escalera para tirar un Gobierno que detesta, pero, ¿fue buena su idea de unirlos en una sola cosa que ni siquiera tiene explicación (o justificación) ideológica?
Alejandro Páez Varela
Me voy a poner en sus zapatos pero luego me los voy a quitar porque no pretendo resbalarme con ellos. Intentaré explicarme en voz alta algunas razones de su fracaso. A toda democracia le hace bien una oposición vigorosa y son todo, menos eso. De hecho, el futuro no es prometedor y cualquier análisis interno se los dirá, si hay honestidad.
Hay muchas razones por las cuales la oposición –juntos o separados– se ve desvencijada. El PAN vive momentos complicados al interior porque una fracción se apoderó de todas las fichas y no las suelta, y eso le está costando. Al PRI, por su parte, le ha ganado el tiempo y le persigue la sombra larga de un sol que se le oculta en el horizonte: en 2022 y 2023 podría perder tanta extensión territorial (gubernaturas) como nunca desde el fin de la Revolución de 1910. Y del PRD, bueno: su proceso de descomposición ha ido a la par de la sangría (porque se puede sufrir una fuga de simpatizantes y mantenerse sólido; no es su caso). Como digo, si hay honestidad podrían aceptar, juntos o separados, que a ojo de casi cualquiera su futuro no es prometedor.
Creo que la primera razón de su aparente fracaso ha sido la falta de honestidad. Los ejemplos sobran. El PRI nunca se ha disculpado con México por haber aportado generaciones de políticos rateros, saqueadores, abusivos y autoritarios. Debería, sólo para empezar. El PAN nunca ha sido humilde con los ciudadanos con respecto a, por ejemplo, la guerra: ¿se disculpará con el país por las políticas que nos llevaron a una violencia inenarrable? O el PRD debería aceptar que comió de la mano del peor priismo en décadas: el de Enrique Peña. ¿Y quién se disculpa por Elba Esther Gordillo o por Carlos Romero Deschamps? ¿PRI o PAN?
Suena imposible una disculpa, ¿no? Pues me parece que por allí, por lo imposible, podrían empezar PRI PAN y PRD. ¿Se ven a sí mismos disculpándose por políticas equivocadas o decisiones que provocaron daño a la Nación? Suena imposible porque lo es: nunca se atreverán a abrir ese saco en la espalda porque es aceptar el daño causado por personajes que siguen activos –y son poderosos– dentro de sus filas: Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña, para empezar.
Falta honestidad hasta consigo mismos. Un análisis honesto de los números de la elección de 2021 serviría mucho. Claudio X. González dice que la Coalición Va por México logró “arrebatar la mayoría calificada a Morena y sus aliados en la Cámara de Diputados”; eso es mentira. Morena no ganó mayoría calificada en 2018: la construyó. También dice que “la Coalición Va por México más Movimiento Ciudadano tuvieron cerca de dos millones de votos más que Morena y sus aliados”. Híjole. ¿Y si le suma los votos nulos para mejorar cifras? MC dijo claramente que no se unirá a Va por México desde las primeras reuniones en casa del hijo del magnate. ¿Por qué no acepta, con honestidad y transparencia, que no ganó lo que dijo que ganaría? ¿Por qué cuesta tanto abrir el saco en la espalda y enfrentarse a lo qUe traiga?
Y eso me lleva a otro tema importante. La élite económica podrá verlos como una escalera para tomar por asalto el Gobierno, pero ante la ciudadanía, ¿qué son PRI-PAN-PRD ideológicamente para saber qué ofrecen? Porque otra razón de su debilitamiento –mientras los números de Morena y del Presidente se consolidan muy por encima– es la pérdida de identidad. ¿Qué son? ¿Cómo se justifica su existencia?
El 1 de diciembre pasado, Andrés Manuel López Obrador llamaba a sus suyos a no acomodarse en el centro ni zigzaguear, y cargarse a la izquierda. Bueno, pues les guste o no, esa es una definición. Ahora le toca a la oposición: ¿Qué son PAN, PRI y PRD juntos? Es público que les une el odio por Morena y el Presidente pero, ¿qué los une ideológicamente? Porque suena terrible que los una solo el odio y el deseo de poder, ¿no creen?
Cito un clásico y (casi) lugar común (Sun Tzu): la doctrina armoniza la relación entre un pueblo y sus gobernantes. Pero esas tres fuerzas se compraron la idea de fusionarse sin saber qué son, cuál es su doctrina. Entonces cualquiera que los ve puede adivinar su doctrina o ponerle el nombre que quiera. “Su doctrina es la hipocresía”, dice el Presidente. Y no hay quien pueda decir: “no, nuestra doctrina es otra, es esta”, y luego nombrarla. No hay quien pueda decirlo porque ni siquiera existe una definición para su doctrina. Entonces, ¿qué los une con sus votantes? Cualquiera piensa: a ellos los une el odio por AMLO y el deseo de poder. Y nadie puede refutarlo. Un ciudadano, ¿debe sentir odio por AMLO y deseo de poder para verlos como propios?
El odio es terrible, y cargarlo en la espalda es un sufrimiento. Casi siempre lleva a la frustración y a la desesperación. Y eso conduce a las decisiones equivocadas. Las dirigencias de PAN, PRI y PRD, ¿fueron sabias al atender el llamado de los intelectuales para unirse en un solo bloque? Dirigentes y militantes deben preguntárselo. La élite intelectual podrá verlos como una escalera para tirar un Gobierno que detesta, pero, ¿fue buena su idea de unirlos en una sola cosa que ni siquiera tiene explicación (o justificación) ideológica?
Me pongo sus zapatos y no puedo sino resbalarme con ellos. Intenté explicar en voz alta algunas razones de su fracaso porque a toda democracia le hace bien una oposición vigorosa. Pero veo que juntos o separados tienen un futuro aventurado, arriesgado, azaroso. Como digo: 2022 y 2023 no se ven bien, y añadiría: tampoco 2024. ¿Se atreverán, en algún momento, a abrir ese costal que cargan en la espada aunque contenga todos los males del mundo?
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Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx