Opinión

En busca de AMLO




febrero 21, 2022

Pero algo se ha perdido de 2018 a la fecha. ¿Por qué? Sus adversarios son exactamente los mismos y tienen exactamente las mismas tácticas que aplicaron por años contra él, y a veces les funcionó hasta que ya no: en 2018 se veían desorientados, perdidos. Y AMLO en control de sus dominios. Ese López Obrador de 2018 era la mejor versión de sí mismo.

Alejandro Páez Varela

Algo se perdió en el camino. En 2018, Andrés Manuel López Obrador se veía rejuvenecido y listo, puesto y sobres: es aquél que se ríe con un video-bomba de la campaña que busca vincularlo con dinero ruso; se ríe y hace estallar en pedazos ese intento fallido que, dice Tatiana Clouthier, se gestó en una oficina pagada por empresarios y pensada por intelectuales.

Pero algo se ha perdido de 2018 a la fecha. ¿Por qué? Sus adversarios son exactamente los mismos y tienen exactamente las mismas tácticas que aplicaron por años contra él, y a veces les funcionó hasta que ya no: en 2018 se veían desorientados, perdidos. Y AMLO en control de sus dominios. Ese López Obrador de 2018 era la mejor versión de sí mismo.

Bueno, tengo un punto de referencia: busco al AMLO de 2018, el que arrasó. Regreso sobre mis pasos. Vuelvo a los momentos clave de ese Andrés Manuel: un joven lo jalonea y le dice: “¡te queremos, viejón!”; un viejo lo abraza tan fuerte que nadie puede separarlos. Ese es un líder que no se ve hoy, y aquí encuentro un primer dato: claro, la pandemia lo separó del contacto con la gente.

Sigo buscando en 2018. Hallo a un López Obrador que, a donde va, en donde se para, ofrece amor y paz y actúa como tal. “No es mi fuerte la venganza”, repite. Y suma. Se le cuela una Lilly Téllez, ni modo, ese tipo de gente sobra. Pero él suma. Está en la búsqueda de un pacto amplio y lo demuestra: extiende la mano a los que lo ofendieron y lo siguen ofendiendo, y cuando lo hace, claramente camina sobre ellos. Nadie se le atraviesa porque, o los brinca, o les da la vuelta, o les extiende la mano. Se los echa a la bolsa.

No se trata de él en 2018, se trata de la Nación, de rescatar a México, y los mexicanos queremos eso: que este hermoso país salga adelante y ya no por nosotros, sino los que vienen. El mensaje (no más un México sin nosotros) es captado ampliamente, y aquí tengo otro dato: es un López Obrador entretenido en sumar, no en encabezar una resistencia. Está en una ofensiva de varios frentes, no defendiéndose de los acosos que le llegan por varios frentes.

Es 2018 y el candidato de las izquierdas no pierde tiempo. Está en campo pero está en todas partes. Le lanzan una página, Pejeleaks, y de inmediato se le responde, con datos sólidos: se compró en Panamá, se opera desde Los Ángeles, California. Se exhiben en tiempo real los nombres y los apellidos de esa página difamatoria. Le lanzan una campaña de camiones con el anuncio de “Populismo en América Latina” y rápido hay una respuesta, una queja ante el INE y acciones de prensa: a informar, con muchos datos; a desenmascarar. Los memes, las noticias falsas y los gifs para desacreditar a López Obrador circulan –como hoy– en las redes sociales y en servicios de mensajería como WhatsApp, y la respuesta no es a los memes o a los fake news. Es a quienes los generan: se desenmascaran, así, las oficinas pagadas por empresarios y operadas por supuestos intelectuales.

Y luego viene la acusación del dinero ruso: zas, respuesta con velocidad de rayo, con ingenio e inteligencia, y la desactivan. Se sabe que los manipuladores de Cambridge Analytica merodean las oficinas de Presidencia, del PRI y del PAN: zas, se les exhibe con datos. El PRI lanza su spot “Tú no quieres vivir con miedo”, donde una mujer no puede dormir “de lo preocupada” que está si AMLO gana; rápido se responde con otro video que en resumen dice: “no tengas miedo, tranquila, los del PRI ya se van”.

El candidato atiende encuentros con sus enemigos más visibles del momento: va a “Tercer Grado”, de Televisa; va a la mesa de periodistas de Milenio. Se pone frente a Aguilar Camín, Loret, López-Dóriga, etcétera. Se enfrenta a preguntas duras o insidiosas y las supera. Mientras, en las redes, lo viral es lo viral: la imagen de Carlos Marín echando humo se difunde masivamente y es, sin más, el retrato de una época; la imagen de la derrota. Y no es Andrés Manuel quien lo exhibe, sino la red cobrándosela a la red.

José Antonio Meade difunde: “México necesita un Presidente serio. Un profesional que sepa enfrentar los retos internos y externos, que garantice estabilidad económica y jurídica”. Tatiana Clouthier lo desinfla con tres palabras: “¿A quién propone?” La red estalla en risas y el contrincante del candidato de la izquierda queda en su justa dimensión. Se le ve pequeño. Tatiana hace lo suyo sin necesidad de que López Obrador diga una palabra. Meade respondería: “Yo mero”. Se lo celebran algunos y lo usa de lema por un tiempo, sin darse cuenta lo solo que hacen ver al candidato del PRI: hacen ver a Meade promoviéndose a sí mismo.

Un elemento clave de 2018 es que López Obrador no va a todas. El candidato deja que alguien más responda, que sea el rostro de los necesarios pleitos públicos y que haga las denuncias correspondientes ante las autoridades necesarias. Ese alguien es Tatiana. Mientras, él andaba en lo suyo: en construir una alianza amplia, saludar de mano, vender la idea de que se va por algo grande que trasciende los pleitos uno a uno. Eso de los pleitos uno a uno es importante: apenas en el debate se ve a la cara con Ricardo Anaya, por ejemplo; pero su pleito no es con él, dice durante toda la campaña: su pleito es con los jefes de Anaya: los mafiosos de verdad, los de los poderes de facto.

Los analistas, los medios, ciertos periodistas y los operadores de las redes se dan cuenta que en la campaña 2018 de la izquierda hay análisis de contenidos y respuesta con contenidos; estrategia legal cuando se requiere y sobre todo, sabuesos que estén midiendo tendencias y revisando quiénes las provocan para anticipárseles y para exhibirlos. Es decir, hay un equipo todoterreno, rudo y directo, profundamente informado y articulado para responder a las campañas y a las estrategias de fake news con datos duros. Ese equipo mata las acciones de guerra sucia apenas ven la luz. Y eso las inhibe.

En 2018 era la guerra y se respondió como en tiempos de guerra: el general se guardaba para las batallas muy puntuales y mientras, los equipos que lo acompañaban daban la cara. El equipo de López Obrador tenía como objetivo mover las aguas negras de mero abajo para que salieran los sapos que suelen esconderse en ellas. Lo hizo, con enorme éxito. Así fue como se superó la guerra sucia de 2018. El candidato ejerció su derecho de réplica como nunca antes –muchas veces sin ser él quien diera la cara– y como no lo pudo hacer en 2006. Y ya sabemos qué sucedió en 2006. Y ya sabemos cuánto se logró en 2018.

El episodio que mejor ilustra todo lo anterior es lo que se llamó “Operación Berlín”. Tatiana Clouthier detecta que equipos desde la sombra llevan meses atacando a López Obrador con contenidos bien razonados. Ese equipo, cuenta ella en “Juntos Hicimos Historia”, pasó de hacer memes a publicar historias bien articuladas. Historias plagadas de mentiras, por supuesto. La coordinadora de campaña tejió rápido: Enrique Coppel pagó guerras sucias para beneficiar a Felipe Calderón en 2006 e intentó que sus 25 mil empleados votaran por el PAN. Fue Coppel quien vinculó a AMLO con Luis Echeverría y para no ir más lejos: hace campaña para Meade.

Tatiana sigue indagando. Halla una empresa –Expertaria, de Jesús Ramón Rojo Macías– cuyo trabajo es menoscabar la imagen de López Obrador. “El trabajo sucio arrancó en noviembre de 2016”, cuenta ella. “Expertaria, contratando una granja de trolls cibernéticos, se encargó de incubar perfiles apócrifos y páginas de apoyo a Ricardo Anaya […]”. Indaga, indaga, acumula información. Los caza. Da con sus oficinas en distintas partes de México e incluso en el extranjero y en marzo de 2018 ubica el principal centro de operaciones: Berlín 245 colonia Del Carmen, en Coyoacán. Está ya segura de dos nombres: Enrique Krauze y Fernando García Ramírez.

Y el 2 de abril, Tatiana Clouthier soltó la bomba. Ya sabemos quiénes son, quién les pagan y dónde se esconden, dijo en entrevista con René Delgado. Hacen noticias falsas y las mueven con bots y odiadores que contaminan con mentiras los chats, las discusiones, dice. Clouthier le da un cañonazo a la madriguera sin decir mucho y salen todos corriendo y la campaña de acusaciones falsas se va al caño. Ese golpe debió ser en 2006, pero, bueno, llegó cuando llegó. Y fue definitivo.

En fin. Salí en busca del López Obrador de 2018 y hallé muchas cosas útiles. Debo decir que un Presidente no puede cuidarse y defenderse, ante los embates, como lo hace un candidato. Las diferencias son muchas entre uno y otro. Pero la experiencia acumulada es la que ofrece la mejor plataforma, siempre. El conocimiento se construye entre todos.

Creo que al Presidente 2022 le falta quién coordine la respuesta. Es mucho y se va a poner peor. En 2022, 2023 y 2024 se le echarán con todo. Y querrán que él personalmente les responda porque cuando él responde lo obligan a ver hacia abajo, hacia donde se esconden los sapos. La guerra sucia se volverá cada vez más ruda, más rabiosa y tendrás más dinero porque la oposición no despega y porque sólo entienden su propia posición a partir del otro, es decir, a partir del daño que le causen a AMLO.

El Parásito Verde (PVEM) se sirvió del tsunami de 2018 pero no ha sido para mover un dedo en defensa de López Obrador; los gobernadores y legisladores salieron con desplegados en medios impresos como si estuviéramos en 1970. En Morena algunos dicen algo, otros nada. En el PT igual. ¡Son los aliados del Presidente! ¿Por qué se esconden? Y si no se esconden, eso parece.

Me parece que el Presidente podría guardarse y no batear todas las bolas que le mandan. También creo que falta una estrategia afuera, en su partido o en el lopezobradorismo, y otra dentro del Gobierno y que se g

uarden distancia pero que se comprendan. El ataque a AMLO apretará porque así destruyen todo un proyecto. Y del proyecto dependen desde los parásitos del Verde hasta los individuos de buena voluntad dentro del lópezobradorismo.

Ya lo dije: Andrés Manuel ya se va, pero si lo debilitan a él, también se irán los que lo acompañan. La diferencia es que AMLO ya había anunciado que se iría apenas terminara la Presidencia, y sus aliados no: esos deben quedarse si se quiere continuar el camino que ya iniciaron.

También veo que, a la par que anticipa golpes y contiene los que están en desarrollo, el lópezobradorismo debería posicionar sus propios temas. Vender su 4T. Hablar, por ejemplo, de lo que no pueden hablar desde el Gobierno en una veda electoral y colocarse, con una estrategia bien articulada, más allá de las guerras sucias y tener horizonte.

Algo se perdió en el camino, entre 2018 y 2022, pero no se debe olvidar lo aprendido. López Obrador se veía rejuvenecido y listo, puesto y sobres; nunca se vio a la defensiva sino en control absolutamente de todo. Ahora los enemigos no son pocos y estamos en medio de la disputa por México: a las fuerzas progresistas les conviene organizarse y defender las posiciones que se han ganado. Para empezar, se ganó la Presidencia. El asalto es a la Presidencia. No es con un desplegado, no es con un tuit, no es con un hashtag: ¿qué les falta para armar algo más ambicioso y bien ejecutado?

¿Se acuerdan de 2018? Por qué, con respeto les digo, ahora se les ve adormilados.

***

Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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