Opinión

8M en zona maya




marzo 9, 2022

No dimensionamos la potencia ni los posibles resultados de la efervescencia de la diversidad de jóvenes y niñas que como generación están creciendo protestando, tomando conciencia de sus realidades, opresiones y derechos como en ningún otro momento antes en nuestra historia

Celia Guerrero
Twitter: @celiawarrior

El sonido de las campanas de la iglesia y del canto de los pájaros al atardecer en la plaza principal de Felipe Carrillo Puerto, municipio en el estado de Quintana Roo, se entremezcló con la música y las consignas de la protesta organizada por grupos de mujeres de la zona maya para conmemorar el 8 de marzo.

Aunque hablar del territorio central de Quintana Roo como ‘la zona maya’ es una inexactitud, según explican las integrantes de la Coordinadora de Mujeres Mayas y la Red Feminista Quintanarroense. En realidad, la población maya se encuentra repartida a lo largo y ancho de la península —más allá de las divisiones y fronteras estatales impuestas— como sus redes organizativas.

Por ejemplo, a la protesta asistieron mujeres del municipio de José María Morelos (Quintana Roo), originarias de Mérida (Yucatán); de la comunidad de Chunhuhub, al centro del territorio peninsular, y de la ciudad de Chetumal, en el extremo sur del caribe mexicano.

No es la primera protesta de mujeres convocada en este municipio por estas agrupaciones para conmemorar la fecha, pero sí se trató de una ocasión especial. Además de realizar la manifestación, colocaron y develaron la primera antimonumenta en Quintana Roo con un mensaje escrito en maya:

“Mix bik’iin jump’éel Mexicoe’ wa miina’an ko’olelo’ob” (Nunca más un México sin nosotras), se lee en la cara de la estructura que apunta hacia el templo, la Iglesia. “Kuxa’an k k’aatabao’on” (Vivas nos queremos), del lado frente a las oficinas del municipio, el Estado.

“Creemos que es un símbolo para mandarle un mensaje al Estado de que tiene una deuda pendiente con todas las mujeres. Y, ¿por qué en la zona maya? Porque las mujeres indígenas son el grupo más vulnerable, discriminado y es para decir que las mujeres indígenas también sufren violencia”, explicó Grecia Gutiérrez, activista e integrante de las agrupaciones organizadoras de la jornada de protesta.

Una de las mayores dificultades para visibilizar las problemáticas de las mujeres indígenas en la zona, añadió Grecia, es la falta de datos certeros que permitan conocer las circunstancias dentro de las comunidades. Sin embargo, a partir de su labor de activismo ha podido constatar que las desigualdades y violencias se exacerban cuando se trata de mujeres indígenas.

Conocemos el panorama general de la desigualdad de género. Por mencionar un par de datos del Atlas de Género de Instituto Nacional de Estadística y Geografía sobre Quintana Roo: mientras el 68 por ciento de los hombres realizan algún trabajo no remunerado en el hogar, las mujeres lo hacen en un 90 por ciento. Del tiempo dedicado al cuidado de menores los hombres promedian 25 horas, mientras las mujeres acumulan 53 horas, incluso por encima del promedio nacional (49 horas). 

El gran pendiente es conocer a detalle los entrecruces de las desigualdades y las violencias estructurales. Pero las organizaciones de redes de mujeres, así como se han multiplicado y fortalecido con nuevas generaciones que han dado en el clavo y están reivindicando sus particularidades y diversidad.

No dimensionamos la potencia ni los posibles resultados de la efervescencia de los movimientos de mujeres y movimientos feministas en la geografía que nos da por nombrar América Latina; de la diversidad de jóvenes y niñas que como generación están creciendo protestando, tomando conciencia de sus realidades, opresiones y derechos como en ningún otro momento antes en nuestra historia.

Si vamos a hablar de diversidad, toca hacer el esfuerzo de escuchar y mirar más allá de lo que se nos presenta enfrente. Es inexcusable que medios y periodistas sigamos sosteniendo narrativas centralistas y repetitivas. Por lo mientras, esta Igualada se compromete a hacer uso de todas sus posibilidades para asumir el reto de descolocar la mirada y el oído propio.

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