Opinión

Insurrectas




abril 21, 2022

En medio de esa estrategia represiva y estigmatizante en contra de mujeres manifestantes, las violencias cotidianas que incrementan se tornan también mensajes aleccionadores y la insurrección tiene consecuencias más graves para las que de por sí ya viven con mayor vulnerabilidad

Por Celia Guerrero
Twitter: @celiawarrior

La insurrección es por definición un acto colectivo. Por eso hay que tener cuidado con los grupos de amigas. Si a ti y a tu amiga les cuestionan en la calle ‘¿Por qué tan solitas?’, ignoren la provocación. Pero no vayan a pensar que el comentario corresponde a una repentina ceguera, o a la incapacidad de contar o sumar. Aunque puede ser el caso, la mayoría de ellos nos ven y nos cuentan bien.

Pasa que lo han repetido tanto que hasta nosotras solemos abrazar el absurdo y, si ellos nos lo dicen, nos sentimos solas. Volvamos a señalar lo que han intentado tergiversar, aunque sea obvio: una mujer más otra ya es un par, ninguna de las dos está sola, y de pares se hacen grupos. Cuidado con que un par de insurrectas se vuelvan tres y luego cientos, y luego miles, y luego cientos de miles.

Cuidado con que su insurrección sea por épocas, en olas, en múltiples niveles y contra toda autoridad patriarcal. Van a pelear derechos y luego ya no les va a importar, de manera pública, para los propósitos de su insurrección o para defenderse, ser violentas. Porque van a estar enojadas y hartas, y tampoco les va a importar el recato ni moldear su aspecto para agradar a la mirada del misógino que las señalará de vándalas y feas.

¿Cuál es el orden público que las autoridades mantienen por medio del uso legítimo de la fuerza, de sus instituciones y sus leyes, cuando la violencia machista y feminicida, con la impunidad que les acompaña, son las dinámicas que prevalecen?

“Tomar el control de las palabras es [también] nuestra insurrección”, parafraseo el mensaje escrito en la ilustración de Ana Kerenina que coloqué en mi escritorio y me recuerda: “Nuestra insurrección es seguir vivas”. 

Insurrectas es una bonita palabra para definir a las mujeres que se oponen a ese orden público patriarcal en el que somos desechables y actúan —en principio, como acto de supervivencia— en contra de las autoridades que lo sostienen.

Pero acá no hay espacio para el romanticismo. Los poderes que no quieren que ese orden cambie y detectan la oposición como un peligro, actúan de vuelta. Sacan a relucir las viejas pero efectivas estrategias: reprimir, dividir, castigar, para socavar cualquier intento de insurrección.

En medio de esa estrategia represiva y estigmatizante en contra de mujeres manifestantes, las violencias cotidianas que incrementan se tornan también mensajes aleccionadores y la insurrección tiene consecuencias más graves para las que de por sí ya viven con mayor vulnerabilidad.

La represión a la protesta por la violencia aleccionadora, a su vez, como respuesta a la exigencia de justicia frente a la impunidad, fue vivida por un grupo de mujeres el pasado 3 de abril en la fiscalía de Chimalhuacán, Estado de México. Protestaban por la detención arbitraria y tortura de Irene Martínez —una activista que desde 2019 exige justicia para el caso impune en el que su hija menor de edad fue desaparecida y violada por policías municipales de Chimalhuacán— y terminaron golpeadas por policías y otros agresores sin uniforme.

Después de ello, ¿ante qué autoridad pueden hacer una denuncia las manifestantes golpeadas? ¿Les sugerirían presentarse en la fiscalía de la que salieron los golpeadores o presentar una queja ante la Comisión de Derechos Humanos local, que tiene una recomendación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos por las agresiones contra manifestantes en su sede de Ecatepec, en 2020? O a Irene, quien fue liberada después de ser agredida pero ahora se encuentra desplazada junto con su hija, ¿a quién le solicitará protección, a los policías que la secuestraron por exigir justicia y señalar a los policías agresores de su hija?

En un intento de visibilizar el cúmulo de violencias que soportan como mujeres activistas directamente de las autoridades Estado de México, las manifestantes que fueron golpeadas convocaron a una rueda de prensa que trasladaron a la Ciudad de México porque en ese estado “no hay condiciones para exigir justicia”, remarcaron. Con la represión que vivieron como muestra, nos recuerdan el porqué de su insurrección.

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