La pregunta parece simple: ¿qué sigue? La respuesta honesta sería: reconocer derrotas y errores, y a partir de allí plantearse una ruta a futuro. Pero no, no lo harán. Son demasiado arrogantes para aceptarse vencidos.
Por Alejandro Paez Varela
El ritmo con el que se dieron las cosas reveló su planeación. Primero vino el manifiesto en distintos medios; una inserción que pocos o ningún medio impreso cobró. Luego se dieron las reuniones en la mansión del multimillonario. En el primer momento, el llamado de la élite intelectual y académica a formar un bloque opositor frente a “la deriva autoritaria”; y en el segundo, las citas para afinar los detalles de una alianza para entonces ya avanzada.
Todos los involucrados tenían (tienen) un denominador común: despreciaban (desprecian) a Andrés Manuel López Obrador. Además de, pues sí, haber sido afectados de alguna manera por él. El odio es demasiado personal como para venir de la nada: perdieron contratos, control, concesiones; perdieron un lugar, prestigio; un futuro o poder o privilegios. O creyeron que iban a perderlo en el futuro inmediato. Me refiero, por supuesto, a casi todos los que firmaron el desplegado aquél: intelectuales y académicos; a políticos opositores convocados y a la élite empresarial que apuesta por Claudio X. González.
Apenas los reunió en su mansión, el hijo de empresario ya tenía un primer diseño: el de Sí por México, con una equis tan llamativa que –a propósito o no– evocaba su propio nombre. Sí X México, como Claudio X. González. Quizás en algún momento habrá pensado que ese logo le serviría para ambiciones aún más personales. Para lanzarse él, pues. No lo sé. El guiño fue demasiado evidente.
Y allí van PRI-PAN-PRD, felices de tener propósito, contentos de hallarse un futuro después del mazazo de 2018. Allí van PRI-PAN-PRD y sus líderes, unidos en torno a la equis de Claudio Equis, de Sí Equis México, de Va Equis México.
Y por un tiempo soñaron que habían dado en el clavo porque eso les hicieron creer, primero la élite intelectual y luego los empresarios. Se fusionaron pensando que no podían fallar porque detrás de ellos, de Alejandro Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano, había intelectuales “de renombre” y una élite muy activa de empresarios. Y zúmbale: ya tenían logo. Y zúmbale: ya tenían fecha para estrenarlo. Y lo estrenaron.
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En 2021 iban por la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y a defender 15 gubernaturas. No ganaron mayoría absoluta y perdieron Baja California, Baja California Sur, Colima, Michoacán, Nayarit, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas sólo con Morena, y San Luis Potosí y Nuevo León con el Partido Verde y con Movimiento Ciudadano, respectivamente. ¿Qué falló? Se tomaron varios días recapacitando. Silencio. ¿Qué falló? ¿Cómo explicarlo a los demás? Optaron por el autoengaño. Mentirse y mentirle a todos. Decir que la alianza era un éxito y que unidos llegarían a 2022. “Le quitamos a Morena la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados”, dijeron. Pero Morena nunca la tuvo antes; la construyó. No podían quitarle algo que no tuvo.
En bloque llegaron a 2022. Su objetivo: defender seis gubernaturas que eran suyas. Perdieron cuatro. ¿Qué falló? Se tomaron varios días para recapacitar. ¿Cómo explicarlo a los otros? Optaron por mentirse y mentirle a los demás. Dijeron que la alianza era un éxito y que unidos llegarían a 2023 y a 2024. Armaron una explicación para conformistas: tuvimos “dos victorias contundentes”, dijo uno; el otro afirmó: “ganamos casi la mitad”. Perdieron cuatro de seis posiciones que eran suyas. Esa era la realidad.
Pero allí van PRI-PAN-PRD, contentos después del mazazo de 2018, del balde de agua fría de 2021 y del fiasco de 2022. Y allí van PRI-PAN-PRD y sus líderes, muy menores para competir solos, unidos en torno a la equis de Claudio Equis, unidos en torno al deseo de los intelectuales pero en el fondo, sin nada.
Sin proyecto de Nación, sin propuesta de futuro: una ensalada de partidos y ya. Sin algo que los una, realmente, más allá del menosprecio al lópezobradorismo.
Y como no ofrecen nada para el futuro; como todavía no se les ocurre un proyecto que los justifique; como lo único que los une es el odio y un pasado ominoso, entonces la ensalada de nada se convierte fácilmente en una ensalada de todo lo que arrastran juntos: su pasado que da vergüenza, la podredumbre; el saqueo y la desigualdad; la violencia, la mentira y la codicia. Sin nada qué ofrecer hacia el futuro, se aferran a ser una ensalada de lo peor que le ha sucedido a México en el pasado. Y eso es lo que realmente venden.
Por eso huelen tanto a pasado. Por eso ofrecen pasado. Es eso, o es nada porque, de fondo, son una ensalada de nada: ni siquiera han plasmado un proyecto de Nación. Nada. Son la nada, o una ensalada de su propio (y terrible) pasado.
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La pregunta parece simple: ¿qué sigue? La respuesta honesta sería reconocer las derrotas, asumir los errores y plantearse una ruta de futuro. La respuesta deshonesta es la que ya oímos, que ha sido coreada por intelectuales, académicos, medios, periodistas, una élite empresarial y, claro, por Marko Cortés, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano: que la alianza va bien; que en 2021 frenaron a Morena y que en 2022 tuvieron dos triunfos contundentes en Durango y Aguascalientes. Que si Movimiento Ciudadano se les suma retendrán Edomex y Coahuila en 2023 y que en 2024 volverán a Palacio Nacional.
Piensan que pueden seguir así, sin ofrecer un proyecto de Nación, sin responder con honestidad para qué quieren el poder. Son una ensalada de nada con pasado tenebroso, que busca convencer a los mexicanos que volver a 2017 es volver al paraíso.
Como si se hubieran creído sus propias mentiras, su único plan es presionar a Movimiento Ciudadano y a sus líderes para que se les unan. Periodicazos, artículos muy sesudos de intelectuales renombrados diciendo que MC no es nadie si no se une a Sí Equis México. Presión, presión. Y quieren doblar a Movimiento Ciudadano porque no tienen otra estrategia más que arrastrarlo a la ensalada de nada.
Entonces la pregunta más simple (¿qué sigue?) se pierde en un triunfalismo que ya no es absurdo: es idiota. ¿Por qué aferrarse a que van bien? La respuesta no debería ser tan rebuscada. Volvamos al principio y ya: porque los intelectuales, los académicos, los periodistas, los medios y esa élite empresarial no se equivocan. Como Dios, nunca se equivocan. Y como Dios, tampoco tienen un plan B, un plan de contingencia por si las cosas no salen como pensaban.
Porque siguen pensando que todo fue planeado con precisión de reloj. Primero vino el manifiesto y luego las reuniones en la mansión del magnate. Y pensaron: a partir de allí, ¡a triunfar! Y no triunfaron. Pero son demasiado arrogantes como para aceptar que fallaron porque por eso son intelectuales, académicos, periodistas, medios y una élite empresarial y juntos han gobernado México: ¿cómo iban a fallar?
Pues fallaron. Y no saben cómo recomponerse. No saben cómo superarse de su actual estado: el de ensalada de nada.
La pregunta parece simple: ¿qué sigue? La respuesta honesta sería: reconocer derrotas y errores, y a partir de allí plantearse una ruta a futuro. Pero no, no lo harán. Son demasiado arrogantes para aceptarse vencidos. Dios no tiene un plan B: ¿por qué ellos (intelectuales, académicos, periodistas, medios y una élite empresarial), que se le parecen tanto, tendrían un plan B?
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Alguien se pregunta qué hubiera pasado si todo amarra. Si después del desplegado viene el bloque, y con el bloque, el triunfo de las equis: de Va X México, de Sí X México, de Claudio X. González. Alguien se responde que ya habría candidato presidencial y que no habría necesidad de presionar a Movimiento Ciudadano.
Las cosas no salieron como querían y no aceptarán que se equivocaron. Entonces su plan se reduce a nada. Como su proyecto de futuro: nada o, peor aún: regresarse al pasado y ya. Porque aquí no pasa nada.
Y bueno, pues a seguir como van, faltaba más. A presionar a Movimiento Ciudadano y ya. A seguirse rumbo al barranco, adonde ni los perros van y, por lo tanto, adonde nadie les ladra.
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Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx