Opinión

El Zaldiverso



viernes, julio 15, 2022

Arturo Zaldívar es un ministro sui generis que por la mañana hace tik toks, al mediodía dirige las discusiones del pleno de la Corte, y por la tarde da entrevistas y conferencias de prensa. Súmele que ahora realiza iniciativas de ley y produce series documentales. ¿qué busca en el futuro?

Por Hiram Camarillo
Twitter: @jh_camarillo

El presidente de la Suprema Corte de Justicia se ha convertido en un personaje central en la arena pública. Arturo Zaldívar es un ministro sui generis que por la mañana hace tik toks, al mediodía dirige las discusiones del pleno, y por la tarde da entrevistas y conferencias de prensa. Todo ello mientras twittea cada tres horas. Súmele que ahora realiza iniciativas de ley y produce series documentales. Su variedad de facetas lo colocan a diario en el centro de los reflectores, expuesto a aplausos, pero también a ataques.

Zaldívar comenzó como ministro en el 2009, propuesto por Felipe Calderón. Su trayectoria previa era particular: no tenía carrera judicial, sino que era abogado postulante y profesor de la Libre Derecho. En el 2019 asumió el cargo de la presidencia de la Corte y fue cuando su protagonismo se acrecentó.

Es imposible refutar que desde su llegada al máximo tribunal, Zaldívar fue un juez constitucional con una visión liberal y progresista. Sus razonamientos en casos cruciales así lo demuestran: guardería ABC, Lydia Cacho, Florence Cassez, marihuana para uso lúdico, interrupción legal del embarazo, matrimonio igualitario, etc. Aunque a sus detractores les duela, los argumentos de este ministro han modelado el abordaje del constitucionalismo en este país.

A esos detractores, mayormente de la elite académica, les incomoda su protagonismo. Le advierten que un juez no debería de exponerse públicamente tan a menudo y opinar abiertamente en programas de televisión. Califican de circenses sus afrentas públicas con actores políticos como Felipe Calderón o Isabel Miranda de Wallace. Apuntan que tiene vínculos con la 4T, al defender la validez de la pregunta de la Consulta Popular contra expresidentes o abogar por la constitucionalidad de la Ley de la Industria Eléctrica. También lo critican por apoderase de la imagen pública de la Corte en redes sociales.

Hay un grado de razón en algunos señalamientos. El ministro tiene un alto ego y un afán de acaparar los micrófonos, que a muchos nos hace cuestionar qué busca en el futuro. A veces pareciera que está en campaña.

Por otro lado, también es cierto que sus críticos, generalmente juristas, pecan de asustadizos y ortodoxos. En México, el Poder Judicial es el más alejado de la sociedad, lo cual ha mermado su credibilidad. El ancho de la población desconoce la estructura dicho poder y es incapaz de nombrar a una ministra o un ministro de la Corte. Aquí a diferencia de otros países, no hay claridad sobre qué jueces son del ala conservadora o del ala liberal.

En el imaginario colectivo, aquí los juzgadores son personas sin rostro, corruptos sí, pero bajo el ideal de que no hacen política, sino que solo aplican la ley mecánicamente. Esa visión del “juez desapegado de la realidad y sin ideología” ha mermado enormemente la aplicación del derecho y la necesaria divulgación de los fallos judiciales entre la ciudadanía.

Zaldívar no se ha ajustado para nada a esa tradicional visión. Sus argumentaciones en la Corte, sin dejar de ser buenas, se alejan un tanto los tecnicismos legales para dar paso a fallos entendibles por cualquier persona y sin temor les da una impronta ideológica. En el ámbito de la comunicación social hace tik toks para los jóvenes. Esas acciones sin duda oxigenan y acercan el conocimiento de los derechos a la población.

Como mencione, ahora hasta produce documentales y redacta leyes. Me refiero a la serie documental ‘Caníbal’ y a la presentación de una Ley General de Feminicidios. Ambos temas despertaron críticas. Sobre el primero le dijeron que retrataba un caso de feminicidios de una manera morbosa desde la perspectiva del asesino y no de las víctimas. Sobre el segundo se dijo que un ministro no tenía facultad ni justificación para estar redactando leyes, cuando técnicamente es alguien encargado de revisar la constitucionalidad de estas.

Ante el reproche, Zaldívar no tardó en dar respuesta a los cuestionamientos. Tildó a los críticos de ridículos, mezquinos y patéticos. Ahí es cuando su ego se antepone.

Percibo que Zaldívar tiene convicciones y buenas intenciones de transformar al Poder Judicial, pero en ocasiones pareciera que pone en el centro su imagen antes que las causas sociales que dice defender. Eso se demostró el miércoles cuando en una conferencia de prensa lanzó un discurso en el que se autoetiquetó como populista, “por luchar por las mujeres, por los pobres, por los trabajadores y por los derechos de las niñas y los niños”.

Pocos meses le quedan a Zaldívar como presidente y su periodo como ministro concluye hasta el 2024. Sin embargo, se rumora que no concluirá su mandato de 15 años. ¿Qué será en el futuro? ¿Legislador? ¿Secretario de Estado? ¿Juez de la Corte Interamericana? ¿Productor? ¿Influencer? Ya veremos.

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