El caso de un joven originario de Veracruz arroja más pistas sobre cómo funciona la mafia de tráfico de personas que orilló a la muerte a 53 personas en junio pasado, en San Antonio, Texas, donde aparecieron sus documentos, aunque él no está entre las víctimas ni los sobrevivientes.
Por Iván Sánchez (@ivan_sah) / La Marea
Una llamada telefónica heló la sangre de Jesús. Del otro lado de la línea estaba un funcionario de gobierno informándole que el nombre de su hermano estaba escrito en la lista de personas que iban en el tráiler encontrado el 27 de junio en San Antonio, Texas, donde murieron asfixiadas 53 personas.
César García Ponce, de 26 años, originario de Ignacio de la Llave, Veracruz, desapareció el 17 de mayo en McAllen, Texas, después de haber cruzado la frontera de México con Estados Unidos de forma irregular y 120 días antes del hallazgo del tráiler.
Sus documentos, se supo de manera extraoficial, fueron encontrados en ese tráiler, pero él, no. Su caso, como muchos de personas desaparecidas, está rodeado de rumores e incertidumbre, pues la comunicación con las autoridades encargadas de investigar es limitada.
Mientras la familia sufre, llora, se enferma y vive con ansiedad permanente. Esto se nota en Jesús, hermano de César, con quien mantuvo contacto vía WhatsApp hasta poco antes de desaparecer.
“Sale el nombre de tu hermano, ¿tu hermano de se llama César (…) es que hay una lista que dice César”, son algunas de las palabras que escuchó Jesús durante la llamada en la que le informaron sobre la posible relación de su hermano con ese hecho trágico, según contó a La Marea.
La Dirección de Atención a Migrantes del Estado de Veracruz le solicitó que enviara una fotografía de su hermano para cotejar con los más de 50 cuerpos encontrados en la caja del camión de carga. Y luego, silencio.
Días después, esa dependencia le comunicó que se concluyó con la identificación de los cuerpos y que César no se encontraba entre las víctimas, y le prometieron ayudar con la búsqueda de su hermano que desde ese momento está en calidad de desaparecido.
La familia espera noticias de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y por el momento no ha recibido una sola.
En México hay más de 100 mil personas desaparecidas y el caso de César, aunque está en el mismo contexto, tiene la complejidad de que sucedió en Estados Unidos, según su propio testimonio contenido en la conversación que tuvo con su hermano, pues alcanzó a decir que se encontraba en McAllen.
De acuerdo a las autoridades mexicanas fueron 27 los mexicanos que perdieron la vida en el tráiler de Texas y los cuerpos de 25 de ellos fueron repatriados por la Fuerza Aérea Mexicana.
Seis de las víctimas eran veracruzanas, tres jóvenes eran originarios de Naolinco, Misael, Jaír y Yiovani; Julio de Santiago Sochiapan; y Pablo y Jesús de la zona de Misantla.
En Estados Unidos cuatro hombres fueron detenidos por este caso: Homero Zamorano Jr., de 46 años, quien era el chofer del tráiler y fue descubierto a pesar de que intentó hacerse pasar por un migrante cuando llegaron las autoridades a revisar el vehículo.
El otro detenido es Christian Martínez, a quien descubrieron por mensajes que intercambió con Zamorano sobre los hechos ocurridos en San Antonio.
Dos más responden a los nombres de Juan Claudio D’Luna-Méndez y Juan Francisco D Luna-Bilbao, los cuales fueron detenidos por posesión de armas cuando estaban en el domicilio registrado del en los documentos del tráiler.
En México no hay información de las autoridades sobre alguna detención relacionada con el caso. La red de tráfico de persona con la cual trabajaban los cuatro detenidos tiene, por lógica, sus integrantes en Veracruz, pero hasta el momento no hay una sola persona detenida.
Esperando noticias del hijo
Jesús cuenta que su hermano es una persona que pone por encima de todo a la familia, por ejemplo, su hija de siete años, a quien quería dar mejores oportunidades de vida, tarea que consideró imposible para él si se quedaba a vivir en Ignacio de la Llave.
Antes de partir César vivía con sus padres, ahí tres días por semana cuidaba de su hija con el apoyo de sus progenitores. Ahora el dolor impera en la casa. Jesús cuenta que su madre está destrozada por el dolor. Su padre, igual. Ambos le preguntan constantemente si hay noticias nuevas, la tristeza le sobrepasa al no poderles dar respuesta.
Su municipio, comúnmente conocido como La Mixtequilla, es un lugar con más de 43 mil habitantes ubicado a 23 kilómetros del Puerto de Veracruz -la ciudad más poblada de ese estado- que vive de la agricultura, ganadería y comercio.
Ahí, estando sin trabajo, estaba rodeado de historias sobre personas que se han ido a Estados Unidos y están bien y trabajando.
Durante 2022 la actividad de los coyotes en la región de La Mixtequilla ha sido más notoria, según diversos testimonios. Se van jóvenes y no tan jóvenes. Quien pueda hacerlo, se va. Y no solo de ese municipio, sino también de los alrededores.
“Anda mucho coyote en La Mixtequilla”, dijo a La Marea una pobladora, pariente de un comerciante que dejó su puesto del mercado después de décadas de trabajo para irse a Estados Unidos con los servicios de un traficante que opera en ese lugar.
Las personas con quien habló La Marea contaron que en La Mixtequilla está el primer eslabón de la cadena de tráfico de personas, es decir, alguien que tiene el contacto con la mafia que domina la frontera de Tamaulipas. Y el trámite es fácil: ir en avión a Reynosa (o la ciudad que les indiquen) y ahí tomar contacto con quien supuestamente cumplirá con dejarles con bien en Estados Unidos.
Una amiga de César emigró hace más de 10 años a Florida, a pesar del tiempo y la distancia la amistad perduró y ella fue quien le prestó el dinero para pagar el coyote que lo cruzó por la frontera de Reynosa, en el conflictivo estado de Tamaulipas.
El último contacto
César dejó su casa en mayo y se fue a pasar unos días con su hermano Jesús en la ciudad de Veracruz y el 13 de mayo exactamente a las 05.00 horas tomó su mochila y se fue al aeropuerto.
Su avión despegó a las 8:00 horas y aterrizó dos horas después en Reynosa, donde se encontró con el coyote que previamente había contactado, el que le prometió cruzarlo con bien “al otro lado”.
Jesús intentó seguir la pista de su hermano en el viaje a través de mensajes de WhatsApp, sin embargo, Cesar es de pocas palabras. Lo ha sido siempre, contó Jesús. Y sus mensajes eran vagos, no daban información suficiente para colmar la necesidad de saber dónde estaba, qué haría, a dónde iría. Miles de preguntas.
Jesús logró saber que su hermano hizo dos intentos por cruzar la frontera, en el primero fue detenido por las autoridades norteamericanas y regresado a México. Inmediatamente después hizo un segundo intento de la mano del ‘coyote’.
César logró llegar a una bodega en McAllen, ahí se escondió y esperó. Los traficantes de personas solo les daban de comer agua y pan, también les quitaron los teléfonos. Fue la última vez que Jesús y César tuvieron contacto.
“Aunque te vayas lejos nunca pierdas comunicación con nosotros, nosotros somos tu familia”, fueron de las últimas palabras que César le pudo decir a su hermano, con la intención de recordarle que no perdieran comunicación. Después vino silencio de su hermano que prevalece hasta hoy.
Luego llegó esa llamada que primero les llenó de terror porque les hizo imaginar a César asfixiado dentro de la caja de un tráiler con más de 50 personas y luego les generó más dolor y confusión.
“Relaciones Exteriores me da una lista de cuatro personas que posiblemente estén involucradas en los eventos de San Antonio, entonces yo me aboco a buscarlos y bueno al final me dicen Estados Unidos ya identificó todos los cuerpos y este muchacho no está”, contó a La Marea Carlos Escalante Igual, director de Atención a Migrantes del Estado de Veracruz.
Robo de identidad y papeles falsos
La familia de César no tiene claro cómo fue que su nombre apareció relacionado con la tragedia del tráiler de Texas, las autoridades no se lo han dicho.
De forma extraoficial La Marea logró saber que una posibilidad es que su documentación estuviera en la caja del tráiler porque algún migrante centroamericano la llevaba consigo. Sin embargo, no hay confirmación oficial de ello.
Ruben Figueroa, responsable del proyecto Puentes de Esperanza y especialista en búsqueda de personas migrantes desaparecidas desde Centroamérica hasta Estados Unidos sabe que comúnmente las redes de tráfico de personas utilizan documentación mexicana, real o apócrifa, para cruzar a originarios de Centroamérica por México.
Esto con la finalidad de hacer pasar a los centroamericanos por mexicanos y que no sean detenidos en los retenes que ponen las autoridades a lo largo y ancho del país.
“Los traficantes también transportan a las personas migrantes vía aérea y entonces utilizan identificación mexicana y a los migrantes se las dan. En otras ocasiones las suben al trasporte público ya con ese tipo de identificaciones”, dijo Rubén Figueroa.
Los documentos que utilizan los traficantes pueden ser obtenidos de maneras diversas. En el mercado negro donde se falsifican credenciales y otras identificaciones, o mediante el robo de papeles oficiales a mexicanos.
Figueroa también conoce una realidad aun más terrorífica en torno al manejo de documentos por parte de los coyotes: cuenta que cuando algún migrante muere durante el viaje los traficantes se quedan con todos sus documentos para impedir que las autoridades puedan identificarlo y e investigar los hechos.
El activista, con casi dos décadas recorriendo constantemente las rutas migratorias de esta región del continente, dice que así al encontrar el cuerpo no hay forma de relacionar a la víctima con la red de traficantes con la que hizo el viaje.
Los traficantes incluso “reciclan” las identificaciones que usan para transportar a las personas migrantes a través de México. Una vez que llegan a Estados Unidos les quitan la documentación y es utilizada de nueva cuenta por otros que intentan hacer el mismo viaje que ellos.
“Muchas veces es crudo, es fuerte. Muchas veces cuando la persona muere cruzando, los traficantes les quitan las identificaciones con el fin de que no se logren identificar y no tengan responsabilidades a corto plazo”, cuenta Figueroa.
De acuerdo a un recuento hemerográfico, desde el hallazgo del trailer en Texas, al menos 7 vehículos de carga han sido localizados en México con migrantes en sus entrañas. Esos camiones que dejan hasta más de un millón de dólares por viaje a los traficantes de personas.
Hasta el momento la familia de César desconoce su paradero, no parece haber pistas ni avances en la investigación. El chico de 26 años desapareció en un mundo controlado por una mafia con poder suficiente para operar en México y Estados Unidos, y para evitar que se investiguen las desapariciones de personas.
Jesús solo espera que el destino de su hermano no sea el mismo que el de los migrantes que fueron hallados en el tráiler de Texas, espera que su hermano esté vivo. “No sé nada sobre él, entonces si estamos preocupados, nos dio más el bajón cuando nos dijeron del tráiler, porque eran cincuenta y tantos muertos, yo me quede así de: mi hermano no puede estar muerto”.
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Este texto fue publicado originalmente en La Marea que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.