Por Daniela Granja, Jessica Victoria Sosa, Miroslava Romo, Natalia Joselyn Romero e Isabel Ibarra
“Mi sueño es que Gerson aprenda y se supere en sus estudios; que sea un niño bueno y que tenga algo mejor que uno”, dice Nancy, madre de Gerson y migrante Hondureña, quien desde hace 9 años llegó a México y ahora vive en Jalisco. Gerson nació en Ciudad Juárez, Chihuahua y gracias a él, sus padres lograron obtener una residencia permanente en el país.
Al igual que ella, muchas otras madres y padres que migran con la esperanza de encontrar una mejor vida fuera de su comunidad de origen, desean que sus hijos e hijas puedan acceder a una educación, ya sea desde cero o dándole continuidad al grado educativo que cursaban antes de salir de su país.
De acuerdo con el análisis de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), en el primer trimestre de 2021 el número de infantes migrantes en México pasó de 380 a cerca de 3 mil 500, es decir, incrementó seis veces el número de niñas, niños y adolescentes que atraviesan el país, todas y todos en edad para cursar la educación básica o secundaria.
Honduras, Guatemala, Salvador y Nicaragua, son algunos de los principales países desde donde las personas migran para transitar por el territorio mexicano, sin dejar de lado a Haití, Venezuela, Colombia, Cuba y Ecuador.
Facilitar el acceso a la educación
Con la finalidad de garantizar a las infancias y adolescencias migrantes el derecho a la educación, diversas organizaciones no gubernamentales y dependencias del estado de Jalisco han puesto en marcha programas de apoyo e iniciativas para esta comunidad, acompañándoles desde el momento en el que ingresan a la entidad hasta el proceso de inscripción a una escuela y el seguimiento que requieren para completar sus estudios.
El proceso de inscripción a una escuela pública no debería ser tan complicado. La madre, padre o tutor debe acudir a la escuela más cercana a su domicilio. En caso de que éste no tenga un lugar para ofrecerle a la niña o niño, la misma escuela debe orientarle para que acuda a solicitar un espacio en otro plantel. Generalmente, los documentos que se le solicitan son: un acta de nacimiento o documento de identidad y, en caso de no contar con él, “se le coloca en el nivel escolar que corresponda según su edad”, asegura Pedro Díaz Arias, Subsecretario de Educación Básica de la Secretaría de Educación Jalisco.
“Se les permite ingresar y en el transcurso de lo que llevan se les facilita para que el niño pueda entrar a la escuela. Lo primero es facilitarles el ingreso”.
En Jalisco, el Programa Binacional (PROBEM Jal) tiene como objetivo ayudar y facilitar el ingreso, la inscripción y la permanencia en la educación básica de las infancias que regresan a México, principalmente de Estados Unidos; sin embargo, también ofrece cobertura a niñas y niños que llegan desde otros estados como migrantes internos y a quienes provienen de otros países en el flujo de la migración internacional. El programa que emana del Gobierno federal ofrece la opción de que ingresen a escuelas públicas o particulares, según sea la voluntad del padre, madre o tutor.
En caso de que opten por la educación pública deben pagar una matrícula, mientras que, en las escuelas particulares se hace un convenio o contrato entre particulares y se ofrece otro tipo de financiamiento.
En opinión de la doctora Alma Flores Ávila, profesora e investigadora especialista en infancias migrantes y educación, el ejercicio de este y otros programas “ha sido aceptable y bueno”, no obstante, reconoce que “sí hace falta más apoyo y recursos para poder garantizar y facilitar de manera inmediata, no solamente la incorporación, sino también el acompañamiento y el seguimiento de estos niños” que se encuentran acudiendo a la escuela bajo estas iniciativas.
Otra de las acciones gubernamentales para dar cobertura a esta población en movilidad es el Programa Atención Educativa a Hijos de Jornaleros Migrantes, se enfoca en atender a hijos e hijas de jornaleros agrícolas que llegan al estado. Quienes se encargan de atender a esta población son becarios, usualmente voluntarios o personas que viven cerca y a cambio reciben becas. De acuerdo con información proporcionada por la Secretaría de Educación Jalisco el presupuesto asignado para el pago de dichas becas dentro de este programa es de $4,966,800.
Una misma realidad, dos situaciones distintas
“A quien solicita orientación, apoyo, asistencia, se le da educación”, asegura el Subsecretario de Educación Básica de la SEJ, explicando también que los directivos de las escuelas de educación básica reciben capacitaciones para que puedan
identificar el grado escolar en el que las y los alumnos deben ser inscritos: “si vienen de Estados Unidos o de otro país, se hace una tabla de equivalencias y sobre ella se les capacita a los directivos para que elaboren un programa específico”.
Sin embargo, una particularidad que podría generar cierta desigualdad entre las infancias migrantes que acceden a la educación se refleja en aquellas que están en tránsito y quienes tienen vigente un proceso de solicitud de refugio.
En el caso de haber solicitado refugio “hay elementos de la política de ese estatuto que les protege y les garantiza un proceso de inserción acompañado por los organismos e instituciones mexicanas que reconocen esa necesidad de protección”, comenta la doctora Alma, mientras que, resulta un poco más complicado para quienes se encuentran en tránsito: “si logran conectarse a redes de acompañamiento como organizaciones sociales o albergues, estos pueden acompañarlos y facilitar los caminos o proporcionar al menos la información necesaria para que lo hagan”, sin embargo, no siempre logran esta conexión, lo que obstaculiza su camino hacia la escuela”.
La doctora Alma afirma que las infancias migrantes o con procesos de solicitud de refugio no deberían tener dificultad alguna para acceder a la educación:
“En nuestro país está garantizada la educación para todas las personas, sean migrantes o no, y hay un señalamiento claro sobre aquellos grupos que tienen cierta vulnerabilidad en donde se les tiene que garantizar el derecho a la educación”.
Organizaciones las aliadas de las infancias migrantes
A la par de estos programas gubernamentales que se encargan de cumplir su obligación de facilitar a las infancias migrantes el acceso a la educación, existen organizaciones de la sociedad civil que buscan subsanar algunos de los vacíos institucionales.
El Refugio Casa del Migrante se dedica a atender y acompañar a personas migrantes en tránsito, solicitantes de asilo o refugiadas en la Zona Metropolitana de Guadalajara. Esta organización además brinda diversos servicios, tales como: alojamiento, alimentación, asesoría jurídica y apoyo psicosocial.
El flujo de entrada de migrantes en El Refugio es muy variable: “en un día podemos llegar a tener 20 o 30 personas, pero al día siguiente se van y se queda relativamente solo”, afirma Heriberto Vega, encargado del Área de Investigación de la organización. En cuanto a las infancias, Heriberto asegura que son pocas las que llegan (representan aproximadamente el 5% del total) y siempre lo hacen acompañadas de una persona adulta: padre, madre o tutores.
“La migración, en sus orígenes, solía ser por causa económica, pero la violencia también se ha vuelto una causa de migración” manifiesta Heriberto Vega. Hoy en día, dice, llegan a los albergues y refugios tanto personas que solo lograron acceder a la educación básica cuando salieron de su país, hasta quienes cuentan con licenciaturas y posgrados, pero que debido a la situación de violencia e inseguridad no tuvieron otra opción más que huir.
Diferentes nacionalidades, especialmente cubanos y venezolanos, llegan al país con una educación superior como licenciaturas y posgrados, relata Heriberto. En el caso de la población centroamericana, refiere que con el paso del tiempo, son más y más personas las que cuentan con carreras técnicas (secundaria) o niveles de educación más altos. A diferencia de hace unos años, muchos migrantes solían llegar solo con educación primaria o, en su defecto, sin ningún tipo de escolaridad.
“Actualmente, muchas personas han cursado hasta la preparatoria o están por hacer una licenciatura”, menciona Heriberto Vega.
Aunque El Refugio actualmente cuenta con un programa de asistencia y ayuda a personas solicitantes de refugio en México, principalmente a familias, a quienes les proporciona un hogar en donde pueden permanecer hasta seis meses a la espera de la resolución de sus trámites migratorios. También en este espacio posibilita los procesos de integración al nuevo país, como conseguir un empleo, estabilidad económica y, para las infancias, ingresar a la escuela.
“Yo nunca pensé que iba a salir de mi país”
Estas fueron las palabras de Nancy, quien tuvo que abandonar Honduras tras haber sido víctima de violencia de género. Ella salió de su país con la esperanza de encontrar una mejor vida y alejarse del contexto de violencia que vivía día a día con su padrastro y su expareja.
“Unas amigas me dijeron que nos fuéramos para México, pero con ellas solo llegué hasta Oaxaca porque nos agarró migración. Yo no quería volver y me mandaron a mí sola, a ellas las retuvieron más tiempo. Llegué a la frontera y me regresaron otra vez hasta Guatemala, pero me volví a ir y llegué a México, al albergue de Tapachula. Ahí conocí al papá del niño”.
Fue con Samuel, su ahora esposo, con quien estuvo transitando por varios estados de la República Mexicana hasta llegar a Tijuana, donde nació su hijo, Gerson Samuel: “su papá le puso así porque significa ‘hijo de forastero nacido en tierra ajena’”, comenta Nancy. El nacimiento de Gerson en México facilitó el trámite de la residencia para su madre y su padre. Aunque Nancy ya contaba con una visa mexicana por motivos humanitarios.
A Samuel se la habían negado rotundamente, a pesar de tener papeles del gobierno de El Salvador que confirmaban el peligro que este corría al volver a su país debido a la violencia ejercida por las pandillas. No fue sino hasta el nacimiento de su hijo que pudo obtener sus papeles en Ciudad Juárez, lo que le permitió a Samuel trabajar por dos años en Monterrey.
Nancy y su familia llegaron a Guadalajara hace dos meses con el objetivo de brindarle una educación a Gerson. Al llegar, se acercaron a El Refugio, quienes les ofrecieron apoyo para obtener una vivienda y realizar los trámites necesarios para que Gerson pudiera asistir al kínder, los cuales, explica Nancy, fueron bastante sencillos debido a que su hijo es mexicano:
“Solamente nos pidieron su acta de nacimiento y la copia de la tarjeta de residencia”.
Ahora, han decidido quedarse permanentemente en Guadalajara para que Gerson pueda continuar sus estudios y cumplir sus sueños: “ya no queremos andar de un lado para otro”, advierte Nancy.
Gerson tiene ya 5 años y todas las mañanas camina de la mano de su mamá al kínder para recibir sus clases de 9 a 11 y jugar con sus amigos: “En el kínder hice mi nombre con la plastilina; después me puse a hacer lo que quiera”, comenta Gerson emocionado, quien de grande sueña con ser constructor y ser como su papá.
“Los dos (Nancy y Samuel) soñamos con comprar un terreno y dejarle casa (a Gerson) para que no ande así como nosotros. Queremos que sea un joven de bien y que apoye a la gente como él ha recibido apoyo”.
“Mi deseo es que ellas estudien para que se puedan superar”
Tras ocho días de su llegada a Jalisco, después de haber transitado por Tapachula, León e Irapuato, Marleny, originaria de Guatemala, desea obtener por fin su condición de refugio para que sus tres hijas puedan acceder a una educación dentro del estado. Marleny y su familia salieron de su país por la violencia: “Empezaron amenazas y no queda de otra más que huir por mi vida y por la de la familia”.
“Lo que a mí me interesa es que mis hijas tengan donde estudiar, para que más adelante puedan defenderse y ser algo en la vida”, responde, tras expresar su deseo de ya establecerse de manera permanente en Guadalajara.
Para lograr inscribir a sus hijas a alguna escuela, le dijeron que cada una de ellas requiere presentar en la institución educativa su formato de solicitud de refugio expedido por la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), ya que los documentos de identificación de Guatemala no son válidos en el país; así, las niñas podrían continuar con sus estudios y no tener que esperar hasta que Marleny, o su esposo, reciban su tarjeta de residencia, la cual, debido a la gran demanda podría demorar hasta un año.
“Esto es lo que tengo que presentar allá (en la escuela) para que vean que estoy en trámite. Para que me crean”, cuenta Marleny mientras muestra las hojas que avalan su proceso de trámite de refugio.
Los trámites para la solicitud de refugio pueden llegar a presentar un sinnúmero de trabas: “ayer a mi esposo le iban a tomar la foto ya para entregarle su credencial, pero hubo un pequeño problema porque las hojas están maltratadas”, esta situación retrasa el proceso y obliga a las familias a vivir durante un periodo de tiempo indefinido en la espera. Y en el caso de Marleny dificulta la inserción de sus hijas a la escuela.
“A ver a mí cómo me va”, comenta.
Mailyn, hija de Marleny, desea regresar a la escuela para cumplir su sueño de ser militar o policía: “nadie lo ha hecho en mi familia y me gustaría hacerlo” dice.
“A mí siempre me ha gustado la escuela. Me gusta la comunicación, social, arte. Matemáticas no”, afirma entre risas. Mailyn, a sus 12 años, ha perdido casi dos años de clase, salió de Guatemala al terminar cuarto año de primera; sin embargo, al cierre de este reportaje ella y sus hermanitas ha conseguido volver a la escuela gracias a la ayuda de las organizaciones que le acompañan. Por esta razón y desde su experiencia, le dice a las niñas y los niños “que le echen ganas para llegar a lo que quieren ser”.
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Este reportaje fue realizado en el marco del Bloque de Producción periodística convergente del Tec de Monterrey Campus Guadalajara, del cual ZonaDocs fungió como socio formador y se retoma como parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.