Ya sea jugando, cantando, lanzando buenos deseos u ofreciéndose para servir el desayuno; las infancias demostraron en la VII Brigada Nacional de Búsqueda lo que pocas veces se cuenta: que aunque con formas distintas, las y los niños también buscan a las personas desaparecidas.
Por Mónica Cerbón para A dónde van los desaparecidos*
A lo lejos se escuchan sus risas, suena como un salón de clases en pleno recreo. Son las risas de cinco o seis niños y niñas que juegan en un amplio salón que hace las veces de comedor y aula. Es casi medio día pero aún hace frío, todavía visten pijamas coloridas y abrigadoras. También se escuchan las voces de dos mujeres que guían los juegos y que están a cargo de su cuidado: son hijas e hijos de mujeres que asistieron a la VII Brigada Nacional de Búsqueda, en Morelos, en un esfuerzo para localizar a sus familiares desaparecidos.
Sentados en una larga mesa, las y los niños trabajan en un manifiesto que más tarde leerán a los adultos que regresan de escarbar en los campos, de vigilar exhumaciones en una fosa clandestina, de entrar a cárceles y de realizar actividades de sensibilización.
Preparan el micrófono y la bocina, van a ensayar su puesta en escena. No se les nota apenados. En sus manos tienen una hoja con el manifiesto que están por leer y que han pintado con colores y adornado con brillos en un largo cartón de papel maché. Se han organizado para leer cada uno una parte:
“Su atención, por favor”, comienzan.
”No queremos peleas”, dice uno de ellos.
”Que seamos felices”, agrega una niña.
Y sigue la cadena: “Que haya risas. Que no haya peleas. Que estemos unidos. Que encontremos a nuestros desaparecidos. Que nadie se suba al columpio que está afuera porque es peligroso. No ofender. Respetar a todas las personas. Cuidar la naturaleza. Respetar la privacidad. Que nadie le pegue a los animales. Respetar el espacio. Que los hombres respeten a las mujeres y a las niñas”.
Y se sueltan los aplausos.
Para cerrar, al unísono, entonan una canción que estremece:
“Dónde están, dónde están, nuestros tíos dónde están. Dónde están, dónde están, nuestras hermanas dónde están”.
Y rematan:
“Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos. Porque vivas se las llevaron, vivas las queremos”.
En el salón hay más aplausos.
De pronto una niña se apresura a tomar el micrófono mientras la maestra le hace un conteo: “una, doooos, tres”…y la niña grita: “dónde está, dónde está, la pizza en dónde está”, y se sueltan a carcajadas.
Más serio, un niño que viene desde Guerrero toma el micrófono y dice: “quería agradecerles por darnos este espacio porque nuestras mamás no podían salir a la búsqueda porque no había donde dejarnos, y ahora sí pueden venir, muchas gracias por eso”.
Entonces hay abrazos.
Este es el primer año que la Brigada cuenta con actividades para que las familias de personas desaparecidas –pero sobre todo las madres, abuelas, tías, hermanas– puedan asistir a las búsquedas sin preocuparse por el cuidado de sus hijos. Personas solidarias y especialistas en el cuidado de las infancias prepararon un programa de actividades para las dos semanas de duración de la Brigada.
Durante los primeros días se hicieron cargo de dos niñas y algunos adolescentes. Para la segunda semana, el grupo de niños fue un poco más grande, todos menores de 12 años.
El programa incluye hacer un diario de los días que pasen ahí y escribir un manifiesto explicando cómo quieren que sea su estancia. También hay juegos, noche de películas y obras de teatro. Los niños, además, ayudan en las labores. Esta mañana tienen planeado preparar limonada para la hora de la comida, o la cena, que es cuando sus familiares regresan al campamento, lugar dispuesto como punto de reunión.
Más tarde rodean el lugar. Como sus mamás, esa mañana las y los niños también van a realizar una búsqueda en campo: van a buscar flores.
Luego las disecarán y las guardarán en libretas, como un recuerdo.
El comedor está tapizado de hojas con dibujos y cartas que han realizado las infancias que han pasado por la Brigada. “Te vas a encontrar con algunas joyas”, dice una de las mujeres a cargo. Y tenía razón.
De acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), desde 1964 en México hay 5 mil 237 niñas y niños menores de 13 años desaparecidos (el 50.64 son hombres y el 49% mujeres).
Los registros comenzaron a incrementar en 2010, un año antes de que el ex presidente Felipe Calderón declarara la “guerra contra las drogas”, que ocasionó un alza en el número de personas desaparecidas en el país, hoy son más de cien mil.
Las y los niños han desaparecido con mayor frecuencia en los años recientes: 2020, 2021 y 2022, son los de mayor registro, con un total de 841 menores desaparecidos. Desde 1964, el 2021 es, hasta ahora, el año en el que más reportes se han presentado, con 319.
Mientras que las autoridades no tienen información sobre el año de la desaparición de mil 142 niñas y niños.
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Al término del ensayo, las y los niños toman un poco de limonada y se preparan para salir a la búsqueda de flores. Corretean por aquí y por allá, se asombran con los insectos que aparecen en el camino, ríen y hacen bromas. En una bolsita guardan flores grandes, medianas y pequeñísimas. Las cuidadoras les piden no cortar muchas porque “son la comida de las mariposas”. Ellos asienten, pero de vez en cuando cortan algunas más para regalar.
Luego regresan al comedor y aula en donde comen una rebanada de pastel y siguen los juegos. Más tarde habrá noche de películas, y aunque hay contenidos específicamente diseñados para abordar diversas problemáticas, esta noche verán La Sirenita. Es lunes 5 de noviembre de 2022, el arranque de la segunda y última semana de actividades de la Brigada.
Pasadas las seis de la tarde, el grupo de buscadoras en campo regresa al campamento. En ese grupo están las mamás de las y los niños resguardados en el campamento. Ellas están cansadas, pasaron horas bajo el sol buscando con pala en mano en los montes. Una señora –cuyo nombre se resguardará por seguridad– busca por los pasillos a su hijo, grita una y otra vez su nombre. De pronto el niño sale corriendo a su encuentro, ella lo abraza y le dice que ya tiene que quitarse la pijama, que se vaya a bañar, que cómo le fue, que si ya comió, que qué hizo; y él le enseña las flores y le cuenta más o menos su día. La señora ríe.
Llevar educación para la paz a las escuelas: el reto.
Canica, una payasita que ha acompañado durante cuatro años las labores de búsqueda en la Brigada Nacional, ha llegado al campamento. Ella forma parte del Eje de Escuelas, creado para promover la vinculación comunitaria, educar para la paz, recabar pistas anónimas de búsqueda y concientizar sobre el problema de desaparición a niñas, niños y adolescentes. Está integrado por familiares de personas desaparecidas, artistas y acompañantes solidarios.
“Al inicio las Brigadas de Búsqueda eran un aparato enorme que traía un montón de custodia, de seguridad, con policías armados, las familias buscaban y se iban; esto intimidaba un poco a las personas de alrededor, que son quienes nos dan información para llegar a puntos de búsqueda, y justo buscando una forma de construcción de paz y reconstrucción del tejido social, surgió el Eje de Escuelas”, explica Canica, que también se llama Karla Ríos y es integrante de la Brigada de Paz Humanitaria Marabunta.
La llegada de la payasita provoca admiración entre los niños del campamento, que saludan a sus mamás al tiempo que la observan y tratan de acercarse. Hoy ha sido uno de los días más importantes para este Eje, pues lograron visitar a la única primaria que les abrió las puertas sin ayuda de la Secretaría de Educación Pública (SEP), que no atendió los oficios de solicitud a tiempo, algo común cuando se trata de educación básica.
“(La SEP) pone una barrera muy fuerte para que trabajemos con infancias de educación básica, cuando abre la puerta es para bachilleratos. No nos dan mucho argumento, solo que es un tema muy difícil, muy fuerte. Nosotros creemos que justo por eso es fundamental trabajarlo con las y los niños”, dice Andrés Hirsch Soler, integrante del Colectivo Familiares en Búsqueda María Herrera, del Colectivo ReverdeSer y encargado de las actividades de la Brigada en planteles educativos.
La primaria que visitaron por la mañana es importante no solo porque ahí pudieron realizar actividades de educación para la paz con estudiantes de quinto y sexto grado, sino porque lleva el nombre de un luchador social reconocido en Morelos: Samir Flores, un campesino originario de Amilcingo –donde se ubica la escuela– asesinado en 2019 tras oponerse a la instalación de una termoeléctrica y un gasoducto que forman parte de un megaproyecto energético e hidroextractivista con consecuencias devastadoras para el territorio: Proyecto Integral Morelos (PIM). Su asesinato permanece impune.
“Fue muy valioso para nosotras y nosotros estar ahí, en esa comunidad en resistencia”, añade Hirsch, sonriente.
Frente a las y los niños de educación básica, Canica presenta un número teatral en el que narra la historia de María Herrera, una mujer que busca a cuatro de sus hijos desaparecidos en 2008 y 2010 en Veracruz; y fundadora del Colectivo Familiares en Búsqueda María Herrera.
Canica empieza diciendo: “Yo tengo una amiga que se llama Mary, y Mary tiene cuatro hijos desaparecidos. Mary decidió empezar a buscar a sus hijos y encontró a un montón de mujeres más que también buscaban a sus seres queridos”. Es una historia que mueve muchísimo porque esa mujer decidió construir desde su dolor. El poder que tiene la intervención de escuelas es que esas mujeres están ahí pensando en construir para esas niñas y esos niños, están pensando en la no repetición para ellas y ellos. Van a un cerro y clavan una varilla, pero también van a una escuela, se presentan y le cuentan a los niños lo que sucedió. Otras buscadoras cuentan cuentos, cantan. Las familias construyen esperanza y no repetición”, narra mientras una de las niñas del campamento le insiste para ir a jugar, pues le prometió echarse a rodar por el pasto juntas.
Para Canica, o Karla, las y los niños son más claros que los adultos. “Si tú preguntas en un kinder qué hay que hacer para ayudar a las familias, ellos te dicen: decirles en dónde buscar, ir a buscar con ellos, cavar un un hoyo. Claramente así lo dicen. Si vas a una universidad y haces la misma pregunta se tardan como tres minutos en contestar o no contestan. No es que las niñas y niños no lo entiendan, más bien nosotros no les entendemos. Lo saben, lo están viviendo, lo sienten, pero nadie se acerca a hablar con ellas y ellos. Acá hemos aprendido de las y los niños”.
Durante las dos semanas de la Brigada Nacional de Búsqueda en Morelos, el Eje de Escuelas visitó a al menos seis planteles educativos, en su mayoría bachilleratos. En las escuelas han encontrado apoyo, esperanza y pistas de búsqueda para las familias de personas desaparecidas.
También han hecho comunidad. Este 2022, estudiantes de primaria y secundaria de la Fundación Don Bosco, visitada en 2021 durante la VI Brigada Nacional de Búsqueda, también en Morelos, se ofrecieron a servir el desayuno a las familias y lavar los trastes.
Las niñas y niños también buscan.
Buscan a amigos, hermanos, hermanas, tías, padres, madres y familiares desaparecidos. Lo hacen acompañando a sus familias, pidiéndole a Dios encontrar a las personas desaparecidas, lanzando buenos deseos y cartas amorosas. Lo hacen también cantando, dibujando, jugando. Dando esperanza.
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*Por seguridad, los testimonios de las y los niños asistentes a la brigada, así como de sus familias, no pueden hacerse públicos.
Mónica Cerbón es licenciada en comunicación, periodista independiente y productora en radio y televisión. Reportera de investigación en temas de derechos humanos, defensa del territorio, casos de corrupción regional y violencia de género. Es colaboradora de la Revista Proceso, Expansión Política e integrante del Proyecto A dónde van los desaparecidos.
http://www.adondevanlosdesaparecidos.org es un sitio de investigación y memoria sobre las lógicas de la desaparición en México. Este material puede ser libremente reproducido, siempre y cuando se respete el crédito de la persona autora y de A dónde van los desaparecidos.