El sentimiento de superioridad se acentúa en quienes portan un uniforme, una placa, un puesto de autoridad… Si a esto se agrega el portar un arma, la combinación explota violentamente
Por Víctor M. Quintana S.
Sin arma, el machismo puede ser letal; con arma ES letal.
La semana pasada, en la ciudad de Chihuahua, una mujer embarazada fue asesinada a tiros por un agente de la Policía Municipal, quien después intentó suicidarse de un tiro en la cabeza.
El año pasado en todo el país hubo casos similares: elementos de diversas corporaciones policíacas ultimaron a su mujer a tiros.
Hay varios factores estructurales que disparan el gatillo de la violencia en contra de la mujer:
El machismo tóxico que se bebe desde la infancia en la familia: relaciones violentas, de sometimiento por parte del padre. O, simplemente, la educación en la supuesta “superioridad del hombre”. En un extraordinario libro de Karina García Reyes: “Morir es un alivio” analiza las entrevistas hechas a 33 exnarcos internos en prisión. Prácticamente en todos ellos manifiestan que durante su infancia experimentaron en sus la diversos tipos de violencia machista ejercida por el padre contra la madre y demás miembros de la familia.
El machismo también se reproduce y se amplía más allá de la familia: en la escuela, en los grupos de socialización, en muchos medios de comunicación. Basta darse una vueltecita por canales como Banda Max y por algunos diarios vespertinos para comprobarlo. Se va introyectando un sentimiento de superioridad del hombre y de la mujer como un objeto.
El sentimiento de superioridad se acentúa en quienes portan un uniforme, una placa, un puesto de autoridad, de un poder, por mínimo que sea. Poder que no va acompañado de la formación actitudinal y ética necesarias.
Si a esto se agrega el portar un arma, la combinación explota violentamente: el detonador puede ser cualquier discusión, o contrariedad, o desacuerdo, o el alcohol o la droga.
Al tiempo que señalamos las instancias sociales responsables de esta de-formación que introyecta la violencia machista, debemos analizar lo que pasa en nuestra propia familia, hasta qué punto, aceptamos consciente o inconscientemente las actitudes machistas y las transmitimos a las hijas e hijos. Hasta qué punto normalizamos lo que en realidad vienen a ser diversas formas de violencia.
Como sociedad debemos también cuidar que el sistema educativo efectivamente provea una formación en una perspectiva de igualdad de género, de derechos de las mujeres. Y que en el medio laboral no se tolere ninguna forma de subordinación y violencia sobre las mujeres.
Debemos también vigilar que estas mismas visiones machistas y de superioridad no se difundan y multipliquen en los medios de comunicación y en las redes sociales. Se puede hacer sin lesionar la libertad de expresión de nadie, simplemente, manifestando abiertamente nuestra crítica y rechazo a los medios, a los programas, a las aplicaciones, que abierta o veladamente propician las diversas formas de discriminación y violencia de género. Tenemos que irnos convirtiendo en un público proactivo y responsable en este y otros sentidos.
Además, debemos exigir que las autoridades de los diversos cuerpos policíacos establezcan los mecanismos necesario para que los agentes de policía no se lleven las armas a su hogar. El machismo y la prepotencia no saben de horas ni días libres.