Por Daniel García Monroy
En descarapeladas y manchadas cantinas de Chihuahua, a veces se escuchan voces incompresibles, pero también a veces diálogos interesantes.
Miguel Ángel– Te alistas Carlos para ir a votar
Carlos– Mejor hay que ir al circo para reírnos con los payasos
Miguel Ángel– Te equivocas amigo, en toda jornada electoral los ciudadanos responsables deben salir a votar. Es el único ejercicio cívico que debemos respetar si queremos elegir democráticamente a nuestros gobernantes.
Carlos– Vaya, vaya contigo. Así que aún crees en las fábulas y los cuentos de hadas para engañar a los niños y a los bobos. Mira quién nos invita a votar: empresarios millonarios, mujeres famosas, políticos que viven por encima de la masa de trabajadores pobres e ignorantes. Para ellos, los mandantes de siempre, intercambiar sus posiciones. ¿Y desprecias ir al circo? Las elecciones en México no existen. Son un teatro montado para solaz esparcimiento de la clase hegemónica en el poder.
Miguel Ángel– Tan sólo por respeto a los hombres y mujeres, mexicanos que lucharon y murieron para construir lo poco o mucho que tenemos de democracia electoral es de hombres bien nacidos participar con nuestro voto.
Carlos– Salud por ellos, pero murieron en vano si a lo que le llamas democracia es tan solo la justificación de los millones y millones de pesos gastados, para que amigos, familiares y compadres de los grupos de interés, que utilizan el poder público para su beneficio, reciban su constancia de mayoría y puedan seguir haciendo negocios allá lejos, allá arriba, donde nadie los puede ver ni controlar.
Miguel Ángel– Estás mal estimado Carlos, piensa, esto que llamamos democracia es lo único que tenemos para evitar darnos de balazos entre todos para ver quién sobrevive y se queda con la silla de la autoridad. No recuerdas que hace apenas 100 años en este país se vivía a diario el infierno de la lucha armada por el poder. La ley de la selva, que siempre se lleva entre las patas a los más débiles y hace ganar a los más sanguinarios. La décima parte de la población nacional de 1910, fue sacrificada en aras del “sufragio efectivo no reelección”. No entiendes que lo que hoy llamamos democracia es el primer paso civilizado para combatir la corrupción y la impunidad que nos ahoga.
Carlos– Mi querido Miguel eres un ángel muy ingenuo. Las candidaturas se negocian en la cúpula y cópula, (jajajaja), en lo oscuro impenetrable de la partidocracia, allá en la espesa y negra zona del poder, en el paraíso de los dineros públicos y privados, a donde ningún ciudadano de a pie puede acceder. Ni Dios los alcanza a ver en sus “concertacesiones”, porque el dios que ahí manda es el dios dinero.
Miguel Ángel– Me parece que el ingenuo eres tú al creer que con desprecio y animadversión por la democracia que tenemos, nuestro sistema político va mejorar. De lo que se trata es de participar como sociedad más allá de las elecciones por supuesto, pero valorando lo que tenemos hoy, para decidir por el futuro de nuestras ciudades y nuestras comunidades. Los gobernantes no son dioses, son seres humanos de carne y hueso, que luchan internamente con sus debilidades y sus miedos, sus egoísmos y sus ambiciones. Pero también, muchos de ellos tienen inteligencia, conciencia, y un poco de humanidad. Son como todos somos, seres con el bien y el mal entremezclado en cada personalidad. Y si los más inhumanos llegan y se sobre-corrompen con el poder en sus manos, es porque los buenos hombres como tú, se quedan cruzados de brazos maldiciendo a la madre de todos los respetados delincuentes de cuello blanco, sin hacer nada más que insultarlos en el viento para remediar nuestra neurosis impotente.
Carlos– Nada se puede hacer mi buen Miguel. Qué acaso no te dan asco los Duartes, las Gordillo, los García Luna, y cuánto ente humano accede al poder sólo para enriquecerse y comprarse mil o 10 mil pantalones y zapatos, carros y joyas, mansiones y yates, con el dinero público que debería ser para beneficio de todos. Y qué hacen ellos, guiados por un estúpido cerebro descompuesto, que no entiende que la vida entre los seres humanos es mucho más bella y feliz cuando se comparte lo necesario y no cuando se acumula el sórdido y mezquino lujo mal habido.
Miguel Ángel– Sí, claro que da asco y coraje, pero buena se las haces a los políticos corruptos Carlos, cuando abandonas la lucha por denunciarlos, combatirlos y detenerlos. Si los dejamos solos en sus palacios y en sus decisiones ¿quién gana? Lo importante es avanzar en la ruta del control social de los gobernantes. Poco a poco pero seguro. Sin guerrillas ni terrorismo, que únicamente han servido en la historia para llevar al poder a nuevos corruptos inamovibles; como bien lo saben los nicaragüenses con su dictadorzuelo de apellido Ortega, exguerillero-exsocialista y ahora icono de la perpetuidad bananera en el espejo del Somoza que combatió algún lejano día de su pasado.
Carlos– Ah, ahora te atreves contra las revoluciones que le dieron dignidad a Latinoamérica con Cuba a la cabeza; ya solo falta que te burles del comandante Ché Guevara.
Miguel Ángel– ¡¿Dignidad?! ¿dignidad? entre palacios, privilegios y manjares, mientras sus pueblos se reparte la pobreza, pidiendo a gritos libertad personal, aunque sea para emigrar de su propio averno insoportable. Uno de los problemas que se deben evitar a toda costa es la perpetuidad en el poder. Pero sólo lo podemos hacer si nos concientizamos de la necesaria organización social. Si desechamos este mínimo espacio democrático que hemos construido en México, vamos a retroceder, querido Carlos.
Carlos– Pues sería mejor, a la chingada todos. Que se vayan todos los gobernantes al carajo. Al final, no los vemos ahora a unos cuantos encarcelados, a otros prófugos y a otros esperando sus órdenes de aprehensión. La verdad ¿estaríamos peor sin la clase de mafiosos de todos los colores partidistas que pretenden seguir gobernándonos?
Miguel Ángel—Tu idea es absurda, pero se reconoce como resultado incontrastable de nuestra desgraciada realidad. ¡Mesero, mesero pónganos las últimas cervezas para por lo menos olvidar!