Opinión

De la impotencia gubernamental




febrero 1, 2023

No son las autoridades sino cada ciudadano el que está obligado a aportar su granito de arena para solucionar no los grandes problemas eternos, sino las pequeñas y remediables descomposturas de la convivencia comunitaria

Por Daniel García Monroy

Existe la percepción social de que los gobiernos son el poder humano que lo puede todo y para bien progresar. Error. Existe la idea de que al poder político acceden los mejores hombres y mujeres, posibles. Mayor error. Existe y persiste la inocente esperanza, que las autoridades elegidas democráticamente cada seis años, son la base de la solución a los problemas sociales que nos aquejan a todos. Error y decepción perpetua.

Es a Thomas Paine (1737-1809), político y pensador británico, a quien se le adjudica la sentencia: “El gobierno, en la  mejor condición, es un mal necesario; y en la peor es insoportable”. Si cada vez que observamos el lamentable actuar y las terribles decisiones de nuestra local y nacional clase gobernante, los consideráramos como un mal necesario, se podría comprender y soportar mejor nuestra triste realidad.           

Pensar al revés, afirmar que a los puestos de poder político llegan los menos idóneos personajes de  nuestras comunidades. Que el poder gubernamental no lo puede todo, sino sólo una mínima parte del control social repartido entre muchos factores en disputa constante y gelatinoso movimiento. Que es muy posible que la sui-generis política mexicana misma sea parte del problema y no de la solución a nuestros irremediables conflictos cotidianos de intereses personales y de grupo.

Si el enfoque cambiara para entender el por qué la mayoría de nuestras tragedias y conflictos jamás van a desaparecer, podríamos buscar la forma de mejor adaptarnos para enfrentar la frustración y el sufrimiento que las desgracias sociales producen día con día.  

Aceptar que es imposible que alguna autoridad nacional o mundial llegue a controlar algún día al poder fáctico del narcotráfico con su estela de muerte. Dar por  hecho que ningún gobierno jamás podrá solucionar el problema del transporte público. Reconocer sin ambages que la corrupción es una característica inherente a toda clase gobernante.

Si se establece que no son las autoridades sino cada ciudadano el que está obligado a aportar su granito de arena para solucionar no los grandes problemas eternos, sino las pequeñas y remediables descomposturas de la convivencia comunitaria, algo mucho mejor se produciría en cada calle, en cada manzana, en cada vecindario de nuestra querida Chihuahua.  

Ningún gobierno nos va impedir consumir y tirar basura orgánica y plástica para seguir contaminado el planeta hasta que el destino nos alcance. Ninguna ley podrá nunca hacernos  bajar del coche para caminar al oxxo. Ningún inspector nos va poder obligar a dejar de desperdiciar agua potable cada día; o dejar de comer, tomar, fumar lo que nos mata de a poquito y al final hace reventar a nuestros demeritados sistemas de salud. No se puede, es imposible. Si ni Cristo ni la Biblia, si ni Mahoma ni el Corán, si ni Buda ni el budismo, en milenios de buenas intenciones, nos han hecho cambiar nuestra humana inhumanidad, cómo pensar que un presidente, una gobernadora, un alcalde podría siquiera mostrarnos el camino para mejorar un centímetro nuestras propias malas conductas. ¡¿Cómo?!

Y entonces ¿hacia dónde, pues? No todo debe ser tan, tan, pesimista, pues voces se acumulan y se alzan en el ciberespacio. No son los gobiernos los que nos darán la luz, ellos oscurecen más el túnel donde corrompen sin cesar en su estúpida codicia de dinero y placer, que a varios de esos especímenes avarientos sin escrúpulos les conduce a una tumba prematura o una celda en justicia.

Si acaso es cierto que Dios ha muerto, si acaso es cierto que Marx se equivocó; si acaso es cierto que el Ché Guevara es un mito. Si las utopías políticas y religiosas ya no pueden nada contra las taras de tik-tok, instagram o facebook ¿qué nos queda de esperanza futura?

Entre el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad, existe un angosto corredor de perspicaces ideas ancestrales, que cada nueva generación de mentes lúcidas y desafiantes retoma con regenerados bríos. A ese lugar de verdades y reflexiones positivas  deberíamos remitirnos. Por ejemplo… (cualquier idea suya posible es y siempre será esperada y bienvenida).

lo más leído

To Top
Translate »