Opinión

Mientras más rico, peor para el planeta




febrero 7, 2023

Los más pobres del país son los más afectados por la crisis climática, pero son los que menos responsabilidad tienen en ella. En cambio, los principales responsables de ella son precisamente los que tienen las mejores condiciones para seguir con sus vidas como si no los afectara

Por Eugenio Fernández Vázquez
Twitter: @EUGENIOFV

Que la sentencia se repita mucho no la hace cierta: es falso que todos somos responsables del desastre climático en el que está metido el planeta. El más reciente informe sobre desigualdad climática preparado por la Base de datos sobre desigualdadque codirige Thomas Piketty junto con otros economistas de primer nivel, es contundente en sus conclusiones: apenas el 10 por ciento de la población mundial emite casi la mitad de los gases de efecto invernadero que sobrecalientan el planeta. En México la situación no es distinta y el 10 por ciento más rico del país emite tanto como el 50 por ciento más pobre.

El Informe sobre desigualdad climática 2023recién publicado y firmado por Lucas Chancel, Philipp Bothe y Tancrède Voituriez, ha confirmado que la responsabilidad por la crisis climática que atraviesa el mundo es enormemente desigual y que son los más ricos de entre nosotros quienes tienen una mayor responsabilidad por lo que ocurre. El informe señala también que “las desigualdades al interior de los países ahora parecen ser mayores que las desigualdades de carbono entre los países”.

En México las mismas preguntas tienen respuestas parecidas. Los académicos Mónica Santillán Vera, Ángel de la Vega Navarro y Jorge Islas Samperio encontraron en un trabajo publicado en 2021 en la revista académica Energy for Sustainable Development que cada persona del decil más rico de la población emite 7 veces más que una del decil más pobre; que el diez por ciento de la población con mayores ingresos emite más de la cuarta parte de los gases de efecto invernadero del país, mientras que el diez por ciento con menores ingresos emite apenas 2.7 por ciento de esos gases, y que eso se refleja en sus patrones de consumo. Por ejemplo, la forma de transportarse de los más ricos tiene un impacto varias veces superior a las opciones del resto de la población, y los productos de limpieza y cuidado personal que consumen los más privilegiados de los mexicanos suponen emisiones ocho o más veces superiores a las opciones del 90 por ciento restante.

Sobre ese trabajo, además, cabe una aclaración: los datos de los que partieron Santillán Vera, de la Vega Navarro e Islas Samperio son de 2012, y la desigualdad desde entonces, y sobre todo tras la pandemia, ha aumentado bastante. Esto implica que esas cifras probablemente están subestimadas y, en realidad, los más ricos del país son hoy aún más responsables del desastre ecológico presente.

El Informe sobre desigualdad climática de Chancel y sus colegasno solamente aporta un diagnóstico que urgía sobre quiénes son responsables del desastre actual, sino que también presenta soluciones plausibles, que pueden traducirse en una misma meta general: reducir la desigualdad tan lacerante que asuela a prácticamente todas las sociedades del mundo. La medida más relevante que proponen Chancel y sus colegas es “aumentar la progresividad de los sistemas nacionales de impuestos, en particular en los países de ingresos bajos y medios”. Esto podría hacerse con lo que ellos consideran una medida relativamente fácil de echar a andar: aumentar los impuestos a las ganancias excesivas.

En términos de mera justicia esto tiene mucha lógica: los más pobres del país son los más afectados por la crisis climática —los más golpeados por los precios de los alimentos, por los golpes de calor, por las sequías—, pero son los que menos responsabilidad tienen en ella. En cambio, los principales responsables de ella son precisamente los que tienen las mejores condiciones para seguir con sus vidas como si no los afectara.

La reforma fiscal que muchos pensábamos que se iba a dar este sexenio se hace, a la luz de estos hallazgos, tanto más urgente. Ojalá dejara de postergarse de una vez por todas, porque, además, adaptarse al cambio climático cuesta mucho dinero y lo mejor sería que pagaran los que tienen la culpa.

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Eugenio Fernández Vázquez. Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.

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