Si se recupera el último resquicio del gran lago de Texcoco, sobre el que se quería construir un aeropuerto, no solo se fortalecerá la cultura lacustre de la zona y sus pobladores; también se defenderá una fuente de abasto de agua para el oriente de la Ciudad de México y su área conurbada.
Por Arturo Contreras Camero / Pie de Página
Fotos: Duilio Rodríguez
San Salvador Atenco- En el silencio del mediodía se escucha un pato que grazna, mientras nada entre los humedales. Sus plumas son de un verde fulgurante y en el cuello, le adorna un cinto blanco. Vino por la temporada y pronto regresará volando a Canadá y Estados Unidos, desde donde llegó. Mientras, disfruta del sol en un remanso idílico, a unos metros, tras la valla, aún se miran los terrenos aplanados de donde se planeaba crear pistas de despegue del cancelado aeropuerto de Texcoco.
“Si logramos que dentro del Área Natural Protegida (ANP) podamos generar condiciones de vida para las familias campesinas, para las familias lacustres, eso va a permitir seguir desarrollando que estos ecosistemas se sigan manteniendo y que a su vez eso nos pueda dar una viabilidad hídrica en el futuro y que las comunidades de la ciudad no sufran de problemas de escasez de agua en un futuro”, dice César del Valle mientras maneja a través de un camino de terracería entre humedales y lagunillas. Él es integrante del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Atenco, organización que desde hace 20 años se ha dedicado a la defensa del último resquicio del gran lago de Texcoco.
Según explica César, el beneficio de conservar estos ecosistemas y evitar su urbanización estaría alcanzando a por lo menos 20 millones de personas de Ecatepec, Nezahualcóyotl, Texcoco y a los pueblos de la Sierra Nevada. No solo a los 180 mil habitantes de Atenco, de los cuales, algunos, como César, respaldan y trabajan para desarrollar un plan hidrológico de conservación. El plan lo desarrollaron ellos junto con científicos del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA).
La tarea no ha sido sencilla, el Frente carga con el estigma de ser los revoltosos, los macheteros. Desde 2001, el emblema de su lucha fue el machete, herramienta agrícola por excelencia, pero de igual utilidad en protestas reprimidas por granaderos. “Después de eso, quedamos en contra de todos, porque se suponía que iba a haber una gran derrama económica”, dice César.
“Cuando se cae el aeropuerto en Texcoco, se empiezan a crear diferentes vínculos con otras comunidades alrededor del Área Natural Protegida. Eso fue lo que nos permitió hacer el proyecto Manos a la Cuenca, con personas que se sumaban, comités de agua municipales, uniones de riego para el tema de agricultura, y así se fueron sumando”.
Mover al elefante
La cancelación del aeropuerto, decidida en 2018 y concretada en 2019, gracias a la intervención del presidente López Obrador, fue una primera victoria, pero no significó el triunfo sobre los intereses inmobiliarios que trajo a la zona el NAIM. Desde entonces, la lucha se trasladó al interior de las instituciones del gobierno, en cuyas estructuras internas, no muchos comparten las ideas del presidente y su llamada cuarta transformación.
“El presidente dispone, pero del resto de los funcionarios no tienen palabra”, cuenta Arturo Gónzalez Cando, sobre las reuniones que han tenido con el mandatario y parte de su gabinete. “Los técnicos de Conagua y Semarnat interpretan la ley a su modo y nos van poniendo trabas, eso es difícil. Hay cosas a las que se comprometen, pero no todos están en la sintonía de obedecer al presidente y si lo hacen, es como ellos quieren”.
Para muestra, ponen el ejemplo de César Sánchez, ex director general de Conservación para el Desarrollo de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, quien estuvo presente en varias de las reuniones para la declaratoria de resguardo en Texcoco. El exdirector César Sánchez fue el que se encargó de “extraer” mil 805 hectáreas de otra zona protegida en San Miguelito, San Luis Potosí, y que, al ser expuesto por el periodista Julio Hernández, dejó el cargo.
“De ese lado (del gobierno) no había ningún plan. Un poco con la intención de que todo se quedara como estaba. Porque hay intenciones de reactivar el aeropuerto. Todas estas cosas no tienen sentido que estén aquí”, dice Arturo mientras pasamos por debajo de unas bandas transportadoras de piedra trituradas, usadas para nivelar las pistas del aeropuerto. Las bandas entran y salen del perímetro del NAIM como una oruga cuadrada que se alimenta del terreno.
Un plan de recuperación y justicia
Después de la cancelación del aeropuerto, el presidente anunció la creación de un parque ecológico en sus terrenos y la declaración de Área Natural Protegida de la zona. A la par, el Frente presentó el proyecto Manos a la cuenca, que no solo se limitaba a declarar la protección del lugar, sino a desarrollar un plan integral de recuperación ambiental que abarcaba un área inmensa, desde la zona baja de los humedales, hasta las puntas de los cerros más cercanos, devastadas y deforestadas por mineras de piedra que vertían los monster triturados en el aeropuerto para nivelar sus pistas.
El proyecto incluye la recuperación de los ríos e hilos de agua que fluían en esos cerros y bajan a las poblaciones urbanas de Texcoco y Atenco; y que, eventualmente, desembocan en la parte baja del lago. También contempla la recuperación y el tratamiento de las aguas de uso doméstico de estas poblaciones por medio de humedales.
“Se planteó una propuesta al gobierno, y junto con el IMTA se empezó a trabajar para que esta zona tuviera su vocación de regulación y zona de conservación y así generar una viabilidad hídrica a futuro. Que las aguas del oriente ya no las mandemos a Tula, en donde sufren inundaciones terribles por ello”, cuenta Arturo González Cando, quien también es Ingeniero agrónomo especialista en bosques. Él se antepone a la posibilidad de usar una planta tratadora.
Desde la parte presidencial se ha sumado el proyecto de una Universidad y de un hospital de especialidad al plan, según ha dicho el mismo López Obrador, como un componente de justicia social. Además, desde el Frente se trabaja en un mapa de ordenamiento territorial para que en cada municipio se prioricen las parejas de conservación forestal y ambiental por encima de las áreas urbanas.
“El problema es que desarrollando un sistema inmobiliario –como el que se pretendía crear alrededor del aeropuerto– los pueblos se habrían quedado sin agua”, sentencia después César del Valle.
Recobrar la cultura agrícola-lacustre
“En su justificación técnica, la declaratoria del ANP es por el agua. Todo lo que hemos planteado es crear las condiciones para que se sostengan las actividades lacustres, que se recupere la cultura agrícola-lacustre, que es la que creó las condiciones de conservación para esta zona”, dice César.
En las mesas de negociación, el Frente de Atenco ha propuesto la creación de una zona de amortiguamiento de uso agrícola entre la zona de protección del lago y los cascos urbanos que se extienden al oriente de la misma. El plan agrícola fue asesorado desde la Secretaría de Agricultura, y se enfoca en una producción local que permita satisfacer las necesidades de estas poblaciones.
“Justo el planteamiento es ese, quitarnos la mentalidad de ser empresarios de la agroindustria. Eso no es el campo, el campo que queremos son sistemas de producción comunitaria, que se unan todos y que se cree un mercado sin químicos, que se transformen las materias y las pongamos a disposición de los pobladores. No es la idea de exportación y demás. Si los vemos en esos términos, el valor real está en garantizar las condiciones de alimentación para la población”, explica César.
Esa zona de amortiguamiento será irrigada por las aguas tratadas de los más de 150 humedales que se pretenden instalar en las zonas urbanas al este del ANP. Los humedales son un filtro de gravillas y plantas que remueven las materias tóxicas del agua de desecho urbano.
El más grande de estos humedales medirá unas 4 hectáreas (el resto serán a lo más de una hectárea y la mayoría de 500 metros cuadrados o menos) y costará una inversión de 18 millones de pesos, contra los 40 o 50 que cuesta la construcción de una planta tratadora de agua, más unos 20 o 10 millones anuales para garantizar su operación, según explica el ingeniero del Frente, Arturo.
“Lo que se plantea es poner los humedales en los tiros de drenaje de las comunidades. El agua primero entra a un biorreactor, se cubre con lirio y los microorganismos degradan la materia orgánica. Eso, ya degradado, las plantas lo empiezan a absorber”, explica.
En conjunto, el plan hidrológico, junto con el de reforestación y el agrícola conforman una estrategia para hacer viable la visa agrícola en la zona, que se sale de la lógica en la que el gobierno entrega fertilizantes a los productores, sino en implicar a las comunidades en la creación de una infraestructura agrícola, añade César al hablar de pozos y sistemas de riego impulsados por paneles solares.
Además de la defensa de la tierra, que inició en 2001, César reconoce que en la lucha por defender y conservar el territorio, al Frente le había faltado un proyecto para garantizar la viabilidad hídrica de estas zonas y de sus comunidades
“Imaginemos que esto hubiera funcionado, el aeropuerto. Pues nos habríamos tenido que ir a seguir con el estigma del campo como castigo, como atraso ¿Qué decían nuestros papás? Vete a estudiar, a la fábrica, sean unos profesionistas, para hacer de esta zona un corredor industrial. Pero qué sucede: quiebran las fábricas y ¿a dónde vuelven esos jóvenes? Vuelven a la tierra. Esta generación, si no hubiese luchado contra este tipo de proyectos, no tendríamos a dónde volver”, concluye.
***
Este trabajo fue publicado originalmente en Pie de Página que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar su publicación.