Opinión

Elefantes en el cuarto




febrero 20, 2023

La vida misma es, muchas veces, un equilibrio entre nosotros y los muchos elefantes. El verdadero problema viene cuando un elefante se nos crece y no nos deja respirar. Es un cáncer que hace metástasis

Por Alejandro Páez Varela

Felipe Calderón sorprendió ayer con un extenso ensayo, publicado en el diario Reforma, cuando faltan apenas unas horas para conocer el veredicto del jurado sobre Genaro García Luna. El destino del que fuera su mano derecha depende de doce ciudadanos estadounidenses y del Juez Brian Cogan, quienes han asistido a bochornosas sesiones de horror y asesinatos, portafolios con millones de dólares y acuerdos entre criminales durante la administración federal 2006-2012 que presidieron estos dos personajes, uno desde el Poder Ejecutivo y el otro desde la Secretaría de Seguridad Pública.

El ensayo no era una recapitulación sobre lo ocurrido en el juicio, que lo atañe directamente. Tampoco un análisis sobre la estrategia de seguridad que lanzó apenas llegó al Gobierno federal y que ha provocado un derramamiento de sangre sin precedentes (y que sigue hasta nuestros días) en todo el territorio mexicano. Calderón escribe sobre la urgencia de retomar el poder. En esencia, su ensayo es una convocatoria para que las viejas estructuras partidistas, de las que ha vivido desde que es adulto, se reorganicen de cara a su propio fracaso y se lancen contra el mito que alimenta su discurso de los últimos cuatro años: que vivimos una dictadura.

Calderón utiliza, en su texto, hilos de fantasía para tejer más fantasías. Llegó por fraude electoral, es decir, haciendo a un lado a los ciudadanos; y luego gobernó por encima de ellos: primero declaró una guerra sin consultar a nadie y luego los redujo a “daños colaterales”. Sin embargo, en su ensayo los convoca a que le ayuden a retomar el poder. Les aconseja abrazarse del Frankenstein McPRIAN, al que imagina como un gigante que sólo está esperando las palabras correctas para echarse a andar. Amonesta a otros sin hacer un ejercicio mínimo de autocrítica y luego llama “acarreados”, palabras más palabras menos, a los seguidores del Presidente Andrés Manuel López Obrador.

No deja de asombrar la enorme autoestima de Felipe Calderón. Se siente en superioridad moral para ponderar, dar instrucciones, aleccionar y decir que él ya hizo lo que debía hacer para “salvar a México”. Tampoco deja de sorprender que no dedique una sola palabra a García Luna, quien hizo lo que él le dijo que hiciera y a cambio recibió total impunidad durante seis años. Los fiscales de Estados Unidos hicieron ver al poderoso exsecretario como un narcotraficante que tuvo el descaro de crear su propio cártel mientras su jefe inmediato, el Presidente, lo defendía de todos los cuestionamientos, incluyendo de los militares y desde adentro de su propio Gobierno. Un cártel desde el poder para enriquecerse cuando miles morían por sus decisiones. Pero Calderón no parece conmoverse. En el ensayo se hace ver como alguien que todavía puede dar lecciones a los otros; alguien que habla, claro, desde arriba hacia abajo.

Me asombra que pueda tomarse el tiempo para escribir un ensayo y dar “lecciones de democracia” mientras él mismo es sometido a juicio junto con García Luna. Pero hay cosas que ya no sorprenden. Como el maltrato que hace de las mayorías que votaron por López Obrador, algo que repiten Vicente Fox y otros: los de izquierda son ignorantes, arrastrados, acarreados, chairos, idiotas sin oficio, mantenidos que no generan empleos y están esperando a que “papá Gobierno les dé todo”, como dice un panista regular. No sorprende que a punta de escupitajos intenten, Calderón y otros, convencer a los que no creen en ellos. Y lo repiten porque realmente creen que no votar por PRI o por PAN convierte, a millones de mexicanos, en una bola de imbéciles.

No me sorprende que hubo quien se deleitó con el ensayo de Calderón, porque no hay líderes en la derecha mexicana: ¿qué hacen sin él?

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La política es, a veces, la habilidad de darle la vuelta al elefante sin molestarlo y también sin molestarse por su presencia. Pero cuando el elefante ocupa todo el cuarto se requiere, hasta para lo más básico como respirar, al menos reconocer que está allí. El juicio en Brooklyn es ese enorme elefante que asfixia a Felipe Calderón mientras él intenta dar lecciones de política desde un rincón del cuarto. El expresidente da lecciones y se usa como ejemplo al tiempo que la cola del elefante (apenas la cola) lo cachetea en presencia de todos. Es asombroso. Y puede hacerlo porque las élites intelectuales, la gran mayoría de los medios y los periodistas, así como los partidos políticos jamás le dirán que es ridículo, francamente,

A lo mismo se enfrenta Va por México. Habla de corrupción mientras Alejandro Moreno, el elefante del cuarto, se limpia los dientes con una pajilla. Intenta darse baños de pureza mientras Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo chapotean en el agua del mismo balde. Lo que sucede en la capital mexicana es todavía más ilustrativo: el elefante inmobiliario es dueño del cuarto y se lo presta al PRIAN, a veces, para que dé alguna conferencia. Ya no es un tema ignorar al elefante: el elefante es, además, el cuarto.

Le pasa lo mismo a Morena, y Ricardo Monreal es un buen ejemplo. Durante mucho tiempo vivió acomodado en un rincón del cuarto y pues la política es la política, ya saben: a darle la vuelta a Monreal sin molestarlo y también sin molestarse por su presencia. Pero el Senador de Zacatecas es expansivo por naturaleza; se estira y jala de aquí y de allá y ya no es posible ignorarlo porque se ha vuelto más que incómodo: es ejemplo de malas prácticas, de las prácticas que la izquierda prometió erradicar. Morena cierra los ojos y cree que porque los cierra el elefante ya no está, y no es así: allí está Monreal, ocupa aire que se respira, llena los espacios.

Se entiende que la mayoría de la prensa tradicional evite el tema de sus libros, publicado por SinEmbargo. El Senado pagó millones de pesos, hasta con firmas falsas, para la compra de miles de ejemplares de Ricardo Monreal. Eran supuestamente para el acervo, pero el Senador los estuvo regalando en actos de precampaña y reuniones de Morena. Y se entiende, insisto, que la mayoría de la prensa tradicional ignore el tema, pero Morena no puede ignorarlo. No debe ignorarlo. Debe buscar, por su propio bien, que se aclare este tema. Una Senadora y un Senador, morenistas ambos, han dicho que les falsificaron firmas. ¿Y luego? ¿A qué horas se va a pronunciar la institución? ¿O como el PRI, o como el PAN, o como Calderón, intentará simplemente voltear a otro lado cuando el elefante les da con la cola enfrente de todo mundo?

***

Muchos de nosotros tenemos elefantes en el cuarto; asuntos que debemos resolver y que no resolvemos porque la fuerza de un individuo tiene límites, todos tenemos límites, y a veces nos dedicamos a sacar lo inmediato. La vida misma es, muchas veces, un equilibrio entre nosotros y los muchos elefantes. El verdadero problema viene cuando un elefante se nos crece y no nos deja respirar. Es un cáncer que hace metástasis.

Yo creo que Felipe Calderón es, en sí mismo, un enorme elefante en la sociedad mexicana. La oposición lo ve como un activo porque no tiene líderes y porque abandonó las causas reales, como la democracia, la verdad y la justicia, y se ha dedicado a recuperar el poder. Es como el adicto que roba en su propia casa para pagarse drogas. Que el PAN sea aliado del peor PRI en décadas, el de Edomex y el de Coahuila, explica bien lo que digo. Que PRD, PRI, PAN y Movimiento Ciudadano defiendan a Calderón también.

No hubo, en estos años, deseos de mejorar prácticas y reconquistar a los electores. Aconsejados por una élite intelectual que aborrece a AMLO por sus propias razones, los partidos opositores se dedicaron a lanzar basura en vez de preparar propuestas. Hasta es un lugar común decir que no han podido construir siquiera un proyecto alterativo de Nación y que el único que más o menos se dio a esa tarea de armarlo, es Claudio X. González, con todo lo que eso representa.

Pero además está la decisión de no llevar a juicio a Felipe Calderón, acusado de haber provocado, por decisiones políticas, una guerra con decenas de miles de muertos, desaparecidos y desplazados. No meterlo en la causa judicial de “Rápido y Furioso”, por ejemplo, me parece un desatino. O no generar una discusión nacional sobre las decisiones que nos llevaron a la gran tragedia. El único juicio que se le sigue es el de García Luna en Estados Unidos y ya vimos: olímpicamente puede ignorarlo y a unas horas de que se dicte sentencia atreverse a escribir un ensayo sobre cómo regresar al poder.

El problema es que este Gobierno termina en menos de dos años. Y Calderón es de los elefantes que se crecen. El día menos pensado no nos dejará ni respirar. Lo estamos dejando, como sociedad, que engorde. A ver mañana cómo lo sacamos del cuarto cuando no quepa por la puerta y mucho menos por la ventana.

***

Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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