El refugio habilitado en un templo adecuó su estructura para ampliar su capacidad de recepción de personas en movilidad. Hace cuatro años atendía a 40 migrantes ahora recibe a más de 200, en su camino a Estados Unidos
Por Verónica Martínez / La Verdad
Ciudad Juárez– Una pequeña iglesia metodista enclavada entre barrancos y calles de tierra en la zona poniente de la ciudad se convirtió en un hogar temporal para migrantes en su trayecto a Estados Unidos. Desde hace más de cuatro años ha recibido a cientos de personas en movilidad proveniente de 27 países.
“Al llegar aquí nos encontramos con la bendición de que hay un albergue muy cómodo y cálido para la familia y el migrante. Es muy gratificante saber que llegar aquí es llegar a casa”, dice Marianni, una mujer venezolana que hace un mes arribó a esta frontera junto con su familia
En el invierno del 2018 los espacios de atención a migrantes en esta frontera se veían rebasados por la gran necesidad humanitaria que trajeron consigo las caravanas de migrantes.
No solo la Casa del Migrante, albergue atendido por la iglesia católica estaba al tope, si no que el Gimnasio del Colegio Bachilleres, que se acondicionó como refugio para atender la crisis humanitaria, llegaba al límite de su capacidad y las autoridades estatales buscaban espacios que pudieran ayudar.
El pequeño templo tenía más de un año recibiendo a hombres que en su paso a Estados Unidos solo pedían un lugar en donde dormir y recuperar fuerzas antes de seguir su camino. Fue entonces que los fieles de la iglesia Buen Pastor decidieron abrir sus puertas para recibir a mujeres y familias también.
“En ese tiempo no teníamos más que 20 literas para recibir a 40 personas”, narra Juan Fierro, pastor de la iglesia. “Fue una noche de noviembre que recibimos a 260 personas”.
Área de literas en el albergue en diciembre de 2018 y la nueva ampliación
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Cocina del Buen Samaritano en diciembre de 2018 y en la actualidad
Ya con más de cinco años de trabajo y esfuerzos en colaboración con distintas organizaciones, el albergue de la iglesia llamado El Buen Samaritano ha atendido a más de 27 nacionalidades, dice el pastor.
Para Fierro, el objetivo siempre fue atender a la gran necesidad humanitaria en esta frontera en la forma y capacidad que pudieran, pero también brindar un espacio seguro para las personas migrantes.
El pasado 17 de febrero se inauguró el área familiar ‘María Dolores Aguilera de Fierro, un espacio adicional del albergue que permite aumentar su capacidad de 80 personas a más de 200.
El proyecto de ampliación fue financiado por la Unión Europea y la Agencia de la ONU para los Refugiados con el objetivo de apoyar al albergue para continuar con su labor de apoyo a la comunidad migrante y lleva el nombre de la esposa del pastor Fierro que falleció el año pasado, María Dolores Aguilera de Fierro.
Durante el evento de inauguración estuvieron presentes Shant Dermegerditchian, jefe de la suboficina de ACNUR para la zona norte de México y James Yong, jefe de la oficina de ACNUR en Ciudad Juárez, así como líderes de la iglesia Metodista, de organizaciones y autoridades que atienden a migrantes.
Enrique Valenzuela, coordinador del Consejo Estatal de Población, menciona que El Buen Samaritano fue de las primeras iglesias en el 2018 que abrieron sus puertas a personas en movilidad. Desde entonces el albergue ha trabajado en colaboración con COESPO en la atención a migrantes.
“Desde entonces nació la mejor de las alianzas. Conocimos el trabajo, nos acercamos y conocimos al pastor a su esposa que hoy recordamos”, dice Valenzuela.
En ese entonces, la ampliación del albergue era solo una finca que no contaba con un techo, pero Fierro veía potencial en el espacio para servir a más personas.
“Había mucho que hacer aquí y empezamos a hablar y comentar sobre la posibilidad y sobre las intenciones que tenía para el espacio”, recuerda Valenzuela. “Todo nace a partir de esa visión y de esa perspectiva”.
Con los años fueron tanto el trabajo voluntario de organizaciones y los mismos migrantes que ahí se alojaban que acondicionaron el espacio poniendo un techo de lámina y acomodando literas y muebles. Las modificaciones que se hicieron este año al albergue fue la construcción de un segundo piso equipado con literas y dos áreas adicionales de sanitarios.
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Marianni llegó hace un mes a Ciudad Juárez junto con su esposo, sus dos hijos, su cuñado y sobrino. La familia de Venezuela lleva ya cinco meses en su transcurso por México. Dos meses estuvieron en un albergue de Tapachula, en Chiapas. Marianni recuerda que en ese entonces tuvieron que dormir en el suelo. En el Buen Samaritano cuentan con una cama propia.
La gran mayoría de las personas que ahora se encuentran en el albergue son de Venezuela, pero también hay mexicanos y guatemaltecos. Para Marianni estar rodeada de sus paisanos la hace sentir en casa, pero también ha tenido la oportunidad de convivir con personas de otros países.
“Tenemos un mismo idioma y todos estamos buscando el mismo propósito de encontrar una mejor vida”, afirma la mujer de 32 años.
La ampliación del albergue abrirá más espacios para que las autoridades de COESPO y el Grupo Beta –del Instituto Nacional de Migración– logren acomodar a más grupos familiares procedentes de otros países. Durante los últimos meses los albergues de la ciudad se han encontrado saturados por la constante llegada de más personas en movilidad.
Luis, de 21 años, llegó a este albergue por recomendación de la COESPO. Junto con su hermana, sobrino y cuñado han estado ya en Ciudad Juárez por tres meses mientras esperan su cita para presentarse en el puerto de entrada de Estados Unidos.
Recuerda el alivio que sintió cuando lograron entrar al albergue en diciembre del año pasado y no tener que pasar más noches en la calle.
“Me parece bien que ya haya un espacio nuevo y así se podrá acomodar a más personas como fue la bendición para nosotros”, dice Luis. “Me siento bien de estar aquí”.
El joven originario de Venezuela menciona que en ocasiones consigue trabajo en la zona centro de la ciudad, pero al volver al albergue siempre encuentra alguna actividad o forma de apoyar en el espacio.
Darles más que un techo
El trabajo que se ha hecho en El Buen Samaritano se ha logrado con la ayuda de voluntarios y de organizaciones internacionales y sociedad civil, reconoce el pastor Fierro. Más allá de brindar un techo y alimentación, el pastor menciona que es necesario brindar apoyo psicológico, educativo, consejería y actividades lúdicas para la comunidad que ahí vive.
El Buen Samaritano cuenta con un taller de costura que ha producido ropa de cama para las literas del albergue, bolsas y durante la pandemia las participantes del taller crearon cubrebocas. Además otras actividades que se dan en el espacio incluyen un taller de computación, clases de inglés y educación primaria por parte del CONAFE.
“Necesitamos que las personas que vienen muy lastimadas se sientan como en casa y que tengan todo aquello que de alguna forma perdieron como su educación o una atención psicológica”, comenta Fierro. “Necesitamos que saque el estrés y para que ellos suelten todo eso necesitamos darles atención, darles amor”.
Entre las organizaciones que apoyan al albergue esta Derechos Humanos Integrales en Acción (DHIA), atendiendo a mujeres víctimas de violencia, Save The Children que lleva actividades a infancias adolescentes y HIAS asiste con información sobre procesos migratorios y de solicitu de asilo. Como otros albergues de Ciudad Juárez, el Buen Samaritano recibe apoyo de la Jurisdicción Sanitaria brindándolas servicios de salud y vacunación.
El aspecto religioso también ha sido algo importante para las personas que han sido acogidas en el albergue, menciona Blanca Navarrete, directora de DHIA. La organización de apoyo a personas en movilidad y personas LGBTQ+ se acercaron al albergue desde sus inicios buscando colaborar con el espacio.
Navarrete recuerda un caso en particular que distinguió al Buen Samaritano de otros espacios al atender a una mujer hondureña que lidiaba con el duelo de la muerte de una hija de tres años cuando llegó a Ciudad Juárez.
“Ella lo que pedía era estar en un espacio que compartiera la misma fe que ella. Un espacio donde pudiera resignificar el dolor de haber perdido a su niña y recuerdo perfectamente que el amor y el cariño que pusieron la pastora Lolita, el pastor Juan y la hermana Martha para el cuidado de esta compañera”, recuerda Navarrete.
Más que la logística de manejar un albergue e instalaciones con capacidad para atender a la población en movilidad, Navarrete considera al Buen Samaritano como una casa de acogida.
“Para nosotras era muy valioso que la iglesia metodista respondiera a un signo de los tiempos en el tema de movilidad humana y que respondiera brindando precisamente un espacio de acogida”, afirma.
Tras más de cinco años de experiencia, Fierro considera que el trabajo solo ha aumentado junto con el incremento de los flujos migratorios que llegan a Ciudad Juárez.
Ahora con el espacio para recibir a 220 personas, menciona que se viene el reto de conseguir fondos para cubrir las necesidades alimenticias e invita a la comunidad juarense a apoyar con donaciones y despensas.
Junto con los fieles de la iglesia metodista, el pastor planea continuar atendiendo a la población en movilidad, pero considera importante dejar cimentadas las bases para que el servicio continue por más años.
“Nosotros vamos a seguir trabajando con todo el entusiasmo y este espacio ya quedó habilitado para que continue”, dice Fierro. “Tenemos que sembrar, discipular para dejar a alguien más para que continue con la misión”.
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