Las mujeres chicanas se han enfrentado a injusticias que van desde la discriminación por el color de piel, un acento no-anglosajón, hasta deportaciones e incluso feminicidios, incluyendo los transfeminicidios, entre otras violencias que sufren como inmigrantes latinas.
Por Évolet Aceves
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El feminismo en la frontera es muy distinto de aquel del centro de Estados Unidos y de México. El feminismo chicano parte de las interseccionalidades que cruzan las mujeres, cis y trans, fronterizas, inmigrantes, estadounidenses de ascendencia mexicana, latinas, afrodescendientes y chicanas.
El feminismo chicano conoce de primera mano la hegemonía anglosajona blanca y las opresiones que sobre la comunidad chicana han ejercido, por esta razón busca deconstruir los preceptos establecidos por el feminismo instaurado por la blanquitud anglosajona, partiendo de que sus realidades no son las mismas.
Las mujeres chicanas se han enfrentado a injusticias que van desde la discriminación por el color de piel, un acento no-anglosajón, hasta deportaciones e incluso feminicidios, incluyendo los transfeminicidios, entre otras violencias que sufren como inmigrantes latinas. Los feminicidios no se comparan con los ocurridos en México, cabe aclarar. El feminismo chicano aboga, principalmente, por un trato justo y por una identidad propia, la identidad de la mujer chicana.
El término mujerista o muxerista hace alusión a la mujer feminista que lucha por sus derechos; la versión con x hace referencia a las chicanas mexicanas, o a quienes mantienen presente a México en su lucha y en su identidad, pero también representa la inclusión de otras realidades, otras interseccionalidades: a las mujeres afrodescendientes, trans, con discapacidades, etc. Cabe aclarar que la mujerista en la Chicanidad no es la misma mujerista que en México. Marta Lamas acuñe el término mujerista para las feministas radicales en muchas ocasiones transexcluyentes: la hembra humana. Pero en el feminismo chicano, la muxerista es todo lo contrario, es aquella mujer deconstruida que lucha por la equidad de género.
La literatura chicana está, en gran medida, marcada por las opresiones que sufre la población chicana. He tenido la mala suerte de leer cuatro memorias de autores y autoras chicanas en las que, desafortunadamente, prevalece una ardua intención por resaltar los éxitos académicos, a manera de compensación de su pasado inmigrante y vejado, en donde los autores terminan estudiando en Oxford, o bien, en alguna universidad estadounidense obteniendo dos o mil grados académicos, y ahí radica el final feliz de la memoir. No digo que la obtención de grados académicos sea negativo, pero lamento que los autores centren una memoria en un aspecto académico, como si la chicanidad se redujera a las compensaciones, a los intentos por encajar en la cultura anglosajona aseverando “a pesar de mi condición chicana, soy estudioso/a, soy académico/a”. Hablo de las memorias y autobiografías de Denisse Chávez, Ernesto Galarza, Reyna Grande y Richard Rodriguez. Espero encontrar una memoria que vaya más allá de los éxitos académicos.
En la poesía de mujeres chicanas a las que he leído, encuentro una poesía de lucha, de reivindicación y dignificación, de Spanglish y mujeres que resisten a la opresión del cisheteropatriarcado, todas en verso libre, frecuentemente con un español con faltas ortográficas —esto último no siempre, pero sí frecuentemente. Hablo de Gloria Anzaldúa, Sandra Cisneros (autora de excelentes cuentos), La Hocicona, Lilac Vylette Maldonado.
Las artes plásticas —y también literarias— repetidamente giran en torno a tres ejes temáticos: Frida Kahlo, la Virgen de Guadalupe, la Malinche; acomodándolas a su lucha, resignificando sus vivencias y adecuándolas a las propias; a la vivencia chicana, en un intento por reconceptualizar la mexicanidad femenina para germinarla en una realidad fronteriza.
No es fortuito que estas tres figuras sean femeninas, dado que se trata de un encuentro reivindicativo que acerca al génesis, al nacimiento de una identidad propia, una proveniente de la mexicanidad; el mestizaje y la piel morena como símbolos de orgullo en una tierra en donde la blancura de la piel da privilegios de todo tipo.
Las abuelas, las madres de origen o ascendencia latina, enfrentaron un pasado tortuoso, no sólo por el hecho de ser latinas o mexicanoamericanas, también por resistir ante una cultura predominantemente patriarcal dentro de su familia, dentro de su comunidad, y, hacia afuera, dentro de la blanquitud.
Las chicanas decidieron oportuno diferenciarse de los chicanos, pues en el movimiento chicano, surgido en la década de los 60s —a manera de protesta contra las injusticias por parte de los anglosajones, los White USians—, se vieron en la necesidad de alzar la voz, no obstante las mujeres notaban un trato desigualitario, incluso dentro del movimiento chicano. A partir de ahí surge esta división de la mujer chicana, quienes también recurren a las tres figuras mencionadas —Frida Kahlo, la Virgen de Guadalupe, la Malinche— en sus creencias, su estética y su obra, para darle forma a su ideología feminista chicana.
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Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y textos híbridos. Psicóloga, fotógrafa y periodista cultural. Estudió en México y Polonia. Ha colaborado en revistas y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, La Libreta de Irma, El Cultural (La Razón), Revista Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales: México Seductor (2015) y Anacronismo de la Cotidianeidad (2017). Ha trabajado en Capgemini, Amazon y actualmente en Microsoft. Esteta y transfeminista.