Mientras las causas de la migración sigan sin ser ni siquiera comprendidas y puestas al análisis, el negocio de polleros, la corrupción y latrocinio de los nuevos encargados de dejar pasar personas a través de fronteras, la muerte de migrantes seguirá con su cosecha de lágrimas, ataúdes y desesperanza
Por Daniel García Monroy
Existen millones de seres humanos que actualmente no quieren seguir viviendo en el lugar en el que nacieron. Existen muchísimas personas que odian o desprecian su lugar de origen, porque no encuentran ahí la razón laboral-productiva de sus vidas. Seres humanos que lo arriesgan todo por cambiar el sitio de su nacimiento por uno de trabajo digno y futuro esperanzador dentro del inmenso globo terráqueo. La ingente pregunta es ¿por qué?
Primero que nada se debe entender que el problema migratorio no es nacional sino mundial. Los flujos de personas extranjeras hacia Europa central, por aire, mar o tierra, desde África o los países de oriente medio, son mayores que los que sufre Estados Unidos. El segundo factor para comprender el ancestral problema –ya preciso mexicano–, es nuestra enorme frontera terrestre con el país más rico del planeta. Y aquí es imprescindible acotar que el conflicto migratorio en nuestro país es “sui generis”. México sufre de la inmigración extranjera DE PASO. La inmensa mayoría de latinoamericanos trashumantes no quiere o pretende venir a vivir y trabajar en México. Cruza por territorio nacional para alcanzar la frontera norte e intentar así acceder al “sueño americano”.
La migración de mexicanos hacia Norteamérica nunca ha sido un problema de centros de detención o contención en los municipios fronterizos. Incluso las cifras oficiales demuestran que en los últimos años el número de connacionales que intentan trasladarse a USA ha disminuido ligeramente. Mexicano que no puede cruzar el río Bravo, regresa a su casa para preparar el nuevo intento.
La tragedia ocurrida en Ciudad Juárez a finales de marzo con la muerte de 40 migrantes en su mayoría centroamericanos, en una cárcel –llamada eufemísticamente estación de alojamiento– incendiada por propios capturados desesperados, ha catapultado el problema a nivel mundial. La desgracia no fue menor y reveló toda la corrupción, ineficacia e irresponsabilidad con la que se desatiende un problema de tal envergadura. Doce mil migrantes sobreviviendo en Ciudad Juárez, ya es un problema social fuera de control.
Evidente es que existen varios factores que están influyendo de manera incisiva para que el desastre migratorio actual, de extranjeros de paso por México, se esté convirtiendo en un fenómeno social de muy complicado manejo. El primero es sin duda económico. La reactivación productiva (fabril y de servicios), en Estados Unidos después de la pandemia, ha generado un aumento en la demanda de mano de obra y con ello el alza en los salarios. Realidad que provoca que cada vez sea más atractivo alcanzar ese mercado laboral. Aunado a ello, miles, millones de latinos en USA, están ganando más dinero, y aumentando su envío de remesas, para que sus parientes puedan financiarse el viaje hacia el “paraíso gabacho”. El problema crece irremediablemente.
El segundo factor es diplomático. Ningún gobierno estadounidense aceptará nunca que México no detenga o por lo menos intente detener el flujo migratorio que circula por sus carreteras y vías férreas con rumbo al norte. La razón es bastante lógica. –¡Oye amigou! yo no voy a dejar pasar a cuanto centroamericano o sudamericano dejes llegar hasta tu frontera norte. No lo puedo ni lo voy hacer. Tú, querido México, debes controlar-obstruir desde Guatemala, desde el Suchiate, el creciente río humano con esa dirección-objetivo. Pues entonces hazlo, porque si no regulas el traslado de personas por tu territorio, te vas a quedar con ellos en tus zonas fronterizas del norte y bajo tu absoluta responsabilidad. Negociación imposible. Punto.–.
De ahí se llega al tercer y más terrible factor que entra en juego: los inviolables derechos humanos. El Estado mexicano, en sus tres niveles de gobierno, ha quedado en medio de un desastroso sándwich fatal. No puede impedir la entrada a quien razonablemente intente visitar nuestro territorio. ¡de paso!, de vacaciones, de cualesquier mentira que se exponga en su solicitud de legal estancia temporal en nuestro territorio. No hay forma. Mientras, por otro lado, el Gobierno de Estados Unidos. le indica que no permitirá la entrada a su país de esa enorme cantidad de gente en movimiento. Uno tendría que imaginar lo terrible del problema legal-gubernamental, cuando todo haitiano-venezolano-hondureño, explica una y otra vez ante los agentes del INM: ¡oigan, escúchenme, yo no quiero vivir, quedarme en México, solo quiero trasladarme hasta su frontera norte! ¡Por piedad permítanme el paso humanitario!
La crisis no sólo es imperecedera, sino por desgracia se vislumbra incrementable. Que el Gobierno lópezobradorista no pueda abrir indiscriminadamente sus fronteras a cuanto ser humano las quiera traspasar, no sólo es razonable sino legal. Se deben aplicar las leyes en materia inmigración, con todos sus intrincados pasos burocráticos. Que esto genere el retraso y consiguiente aglutinamiento de personas en las zonas fronterizas es irremediable, desde cualquier punto de vista. Facilitar el procedimiento de acceso sería un incentivo más para todo extranjero que quisiera cruzar el territorio nacional.
En tanto la desigualdad socioeconómica entre países pobres y países ricos siga aumentando, el eterno problema migratorio no disminuirá ni un ápice, ni aquí ni en China. Y las cárceles de detención seguirán siendo bombas de tiempo en temible espera de su activación. El proyecto del buen sacerdote católico Solalinde, y la desaparición del Instituto Nacional de Migración, sólo alcanzará para parchar, como reacción a la tragedia, la gran desgracia de vivir en un mundo que expulsa seres humanos de sus lugares de origen por falta de oportunidades de supervivencia. Mientras las causas de la migración sigan sin ser ni siquiera comprendidas y puestas al análisis (que jamás solucionadas), el negocio de polleros, la corrupción y latrocinio de los nuevos encargados de dejar pasar personas a través de fronteras, más lo peor, la muerte de migrantes seguirá con su cosecha de lágrimas, ataúdes y desesperanza.
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