Durante diez días, la Caravana El Sur Resiste recorrió siete estados del país para escuchar a quienes han decidido levantar la voz para oponerse al Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec y el llamado Tren Maya, megaproyectos insignia del gobierno de Andrés Manuel López Obrador
Por Thelma Gómez Durán / Mongabay Latam
El grito colectivo llenó el amplio espacio del auditorio. Los puños en alto acompañaron las palabras que ahora son una bandera de resistencia ante los megaproyectos insignia del gobierno de Andrés Manuel López Obrador: “¡El sur resiste, existe porque resiste”, corearon varias veces las cerca de mil voces que la noche del primer domingo de mayo llegaron hasta territorio zapatista, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, para mostrar que sí existe una oposición al Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec y al llamado Tren Maya.
Después de que se escuchara ese grito, la energía desbordada de Cristopher Mendoza, Chirro, tomó el micrófono. Con su acento forjado en el sur de Veracruz, el joven recitó una décima y lanzó una frase: “En estos territorios que parecen morir, siempre va a haber gente que resista”.
Resistir. Ese fue el verbo que reinó durante los diez días que duró la caravana convocada por diversas organizaciones sociales, entre ellas el Congreso Nacional Indígena (CNI), y que desde el 25 de abril recorrió siete estados del país. En esa travesía se observó cómo las máquinas transforman la selva en zonas áridas, cómo se rellenan ríos y humedales, cómo la presencia militar toma las zonas donde se levantan estos megaproyectos.
La caravana terminó su andar en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, en las instalaciones del Centro Indígena de Capacitación Integral (Cideci), donde se convocó a un Encuentro Internacional para decidir cuáles serían los siguientes pasos del movimiento que hoy se enlaza alrededor de la frase “el sur resiste”. Hasta ahí llegaron poco más de 900 personas, entre ellos representantes de 38 pueblos originarios y gente de El Salvador, Guatemala, Ecuador, Honduras, Uruguay, Italia, Alemania, Grecia, España y otros países.
La noche del primer domingo de mayo, la Caravana y el Encuentro “El Sur Resiste” terminaron con una agenda para los próximos meses. En ella se incluye una intensa campaña de información sobre todo lo que están provocando los megaproyectos como el Corredor Interoceánico y el llamado Tren Maya. Además, se realizará el mapeo de las empresas que participan en ellos, las estrategias de resistencia y la organización de encuentros regionales de juventudes. También se convocará a una acción global para el día 12 de octubre, “para denunciar las violencias del Estado sobre los territorios del sur-sureste” de México.
Además, los asistentes acordaron realizar un proceso de monitoreo y acompañamiento por los lugares que visitó la Caravana El Sur Resiste.
“En toda esta travesía, nuestros corazones, sentires y pensares se abrieron a la escucha y la observación de los múltiples dolores y destrozos provocados por la voracidad del gran capitalismo mundial”, señalaron Ángel Sulub y Wilma Esquivel, jóvenes mayas encargados de leer el pronunciamiento del Encuentro Internacional. “En cuerpo propio —destacaron— palpamos el constante hostigamiento a nuestra caravana por parte de los cuerpos policíacos y militares del Estado Mexicano”.
El recorrido por los daños ambientales y sociales
La caravana El Sur Resiste comenzó su recorrido en la comunidad El Progreso, en Pijijiapan, Chiapas, para después encaminarse a Tonalá. Las voces que ahí se escucharon alertaron sobre cómo el Corredor Interoceánico y el llamado Tren Maya en realidad son un solo megaproyecto que busca reconfigurar todo el territorio del sureste de México y abrir paso a otras actividades como la minería y la instalación de gasoductos.
La caravana siguió su recorrido por Oaxaca, donde visitó a los pobladores de Puente Madera que se oponen a que el Pitayal, un terreno comunitario habitado por selva baja, se transforme en uno de los diez parques industriales que el gobierno federal planea construir como parte del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, proyecto que está a cargo de la Secretaría de Marina y que busca tener una vía rápida para el transporte de mercancías.
En Mogoñé Viejo, la caravana acompañó a los pobladores que mantienen un campamento para impedir que avancen los trabajos de modernización de las vías del tren que van de los puertos de Salina Cruz, en Oaxaca, a Coatzacoalcos, Veracruz. Esas vías férreas son la columna vertebral del Corredor Interoceánico. Una día después de que la caravana estuvo en el lugar, elementos de la Marina y la policía estatal desalojó el campamento y detuvo a seis personas, cuatro de ellas mujeres. Dos días después los liberaron.
En Campeche, la caravana miró cómo las obras del llamado Tren Maya estrangulan el cauce del Río Candelaria, cómo se han rellenado humedales y cómo el ejército mexicano construye una de las estaciones del tren en Xpujil, pese a que un juez ordenó una suspensión definitiva de todas las obras del Tramo 7 que, de acuerdo con los planes del gobierno federal, cruzará por varias áreas naturales protegidas, entre ellas la Reserva de la Biosfera de Calakmul.
En Felipe Carrillo Puerto, en el estado de Quintana Roo, los integrantes de la caravana constataron cómo una amplia extensión de la selva maya ha sido transformada en una zona desnuda de árboles. Esos terrenos “donde antes caminaba el jaguar y el venado”, ahora darán paso a las vías del llamado Tren Maya.
“Los flujos de la sagrada agua están siendo modificados con consecuencias catastróficas”, alertaron los integrantes de la caravana. En el futuro, dijeron, los gobiernos llamarán “desastres naturales” a esas consecuencias.
La construcción de ese tren, señalaron los integrantes de la caravana, viene acompañada de 21 estaciones y zonas de desarrollo turístico, granjas de cerdos, cultivos de palma, soja y otros monocultivos, así como grandes desarrollos inmobiliarios, complejos hoteleros “y todo lo necesario para las grandes masas de turistas que se espera arriben a la península, provocando el despojo, el extractivismo voraz y la destrucción de las formas de vida de los pueblos mayas”.
Un solo megaproyecto para reordenar un territorio
Tanto en la Caravana como en el Encuentro El Sur Resiste, las voces de los integrantes del Congreso Nacional Indígena (CNI) insistieron en señalar que tanto el Corredor Interoceánico, el llamado Tren Maya y el Proyecto Integral Morelos —que desde el sexenio de Enrique Peña Nieto se impulsa en el centro del país e incluye la construcción de dos centrales termoeléctricas y un gasoducto—, en realidad son un solo megaproyecto que, entre otras cosas, abrirá el paso a la extracción de hidrocarburos, minería, la implementación de parques industriales y la construcción de nuevos centros urbanos.
En el territorio del sur de México, señalaron en el pronunciamiento, “se gesta un nuevo reordenamiento territorial para ponerlo al servicio de los grandes capitales, de los desarrollos turísticos e industriales”.
Durante las mesas de análisis que se realizaron como parte del Encuentro Internacional El Sur Resiste también se resaltó que el reordenamiento territorial que se vive en el sur de México se extiende hasta Centroamérica, donde los gobiernos impulsan megaproyectos como el Canal Interoceánico de Guatemala, el Canal Seco de Honduras —una carretera de 330 kilómetros y que se inauguró en enero de 2022— y el Canal de Nicaragua, un proyecto que pese a estar detenido aún no se ha cancelado.
Toda la infraestructura que se busca construir en la región de Mesoamérica, resaltaron, “refleja la profundización de un modelo basado en la extracción de hidrocarburos fósiles que durante el siglo XX aceleró, de manera nunca antes vista, los indicadores de contaminación y de calentamiento global”.
Para visibilizar una de las tantas consecuencias de la crisis climática, la caravana también incluyó una parada en El Bosque, comunidad pesquera ubicada en la costa de Tabasco y que está desapareciendo del mapa por el incremento del nivel del mar. El agua salina está enterrando casas, calles, recuerdos. Los habitantes de esta comunidad, se destacó en el pronunciamiento de la caravana y el encuentro, “son víctimas del cambio climático, producido por el sistema extractivista voraz que continúa depredando y deforestando los territorios”.
En el pronunciamiento también se resaltó algo que se miró a lo largo de los diez días de caravana: la falta de organización de las comunidades, como consecuencia de “la desinformación y las falsas promesas de bienestar… por miedo a la violencia, a la separación de la comunidad y a la posible pérdida de los programas sociales, muchas personas callan y no se organizan”.
En el pronunciamiento que se leyó al final del Encuentro, Ángel Sulub y Wilma Esquivel resaltaron que durante la caravana se atestiguó el despojo de “la ancestralidad y la comunalidad”, porque “cuando nos despojan del sentido de pertenencia a la madre tierra, dejamos de sentirla, de escucharla y sentir sus dolores”.
Por su parte, en su mensaje los integrantes del Congreso Nacional Indígena (CNI) también manifestaron su preocupación por el “desarme de conciencia”, que provoca que los seres humanos “sean insensibles al saqueo, a la contaminación de tierras, de agua, del aire, a que se corten los árboles, se tapen los ríos o se pierdan comunidades enteras dentro del mar como consecuencia del desastre ocasionado por megaproyectos y el llamado calentamiento global”.
Un gobierno que sigue siendo neoliberal
El Encuentro Internacional El Sur Resiste también fue un espacio de análisis sobre el contexto mundial en el que se impulsan megaproyectos en México y otras regiones de Latinoamérica.
Ana Esther Ceceña, del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, así como Raúl Zibechi, escritor y activista uruguayo, destacaron que estamos en un momento de transición de la hegemonía de Estados Unidos a la de China.
Y es precisamente en este contexto de reacomodo mundial de poderes hegemónicos, que “el sureste mexicano y el istmo de Tehuantepec juegan un papel estratégico en los intereses de las corporaciones mundiales para unir por tierra en tan solo 200 kilómetros el océano Pacífico con el Atlántico y facilitar el transporte de mercancías, hidrocarburos y otros recursos del subsuelo”, alertaron los integrantes de la caravana en el pronunciamiento que leyeron al final del encuentro internacional.
El abogado Carlos González, integrante del Congreso Nacional Indígena (CNI), resaltó que el gobierno federal ha impulsado decretos y reformas que confirman su condición neoliberal, además de que se ha militarizado al país. “Estamos observando el militarismo como fuente y como mecanismo importante de acumulación de capital. Un ejército y una marina, pagada con nuestros impuestos, que se dedica a hacer multitud de obras y administrar infraestructura para beneficio de unos cuantos. Si eso no es neoliberalismo, entonces, ¿qué es?”
En este panorama oscuro, González resaltó que también hay luces. Las más significativas son la resistencia de los pueblos y la organización colectiva e individual de las mujeres. “Esas dos luces debemos hacerlas crecer, regarlas e irradiarlas”.
La caravana y el Encuentro Internacional El Sur Resiste cerró el domingo por la noche con otras palabras que también se escucharon fuerte y claro. “Allá en mi pueblo —dijo Cristopher Mendoza, el joven veracruzano— realmente no teníamos mucha información (sobre los megaproyectos), en menos de dos meses, logramos que la caravana llegara y logramos que se enteraran de lo que está pasando”.
Mendoza, con su sombrero de paja y su entusiasmo que lleva el ritmo de un son veracruzano, lanzó esa frase que sintetiza lo que se miró durante la Caravana El Sur Resiste: “En estos territorios que parecen morir, siempre va a haber gente que resista”.
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