Más espacio disponible para conducir se traduce en un uso más intenso de la infraestructura, lo que trae de vuelta el problema de la congestión. ¿Por qué?
Por Fernando Aguilar
Mucha gente cree que ampliar los carriles de una avenida intraurbana y construir más pasos a desnivel en ella son acciones que mitigan el problema de la congestión vial en la ciudad. Esta idea está muy arraigada en el sentido común porque parece lógica. Es natural pensar que entre más espacio haya y menos obstáculos entorpezcan el tránsito motorizado, su fluidez será mejor. Pero, sin el ánimo de caer en el determinismo, esto no es así.
La experiencia cotidiana de conducir en la ciudad y algunos estudios científicos han evidenciado que aumentar la oferta de infraestructura vial no necesariamente vuelve más eficiente la circulación vehicular. Aunque al principio parezca que sí, a largo plazo este tipo de medidas contribuyen a generar lo que especialistas han llamado el “tránsito inducido”.
Este concepto se refiere a un nuevo y creciente flujo de vehículos motorizados que se produce al ofrecer nuevas vialidades, pasos a desnivel, segundos pisos y otras obras de infraestructura vial (Galindo, Heres, & Sánchez, 2005). En otras palabras, lo que estos estudios han dicho es que más espacio disponible para conducir se traduce en un uso más intenso de la infraestructura, lo que trae de vuelta el problema de la congestión. ¿Por qué?
- Porque la nueva vía u obra traza una ruta que ahorra tiempo y dinero a los automovilistas, lo que la vuelve más conveniente.
- Porque facilita el desplazamiento entre dos lugares que, por sus relaciones sociales, económicas o de esparcimiento, tienen incentivos para mantenerse comunicados.
- Porque mejora la accesibilidad de una determinada zona, lo que estimula el desarrollo de vivienda y comercio, y, cuando se eleva el valor de las propiedades la demanda aumenta y esto incentiva cambios en el uso del suelo orientados al automóvil particular (Medina, 2012).
El hecho de que ampliar la infraestructura vial no sea una solución a largo plazo para aliviar la congestión vehicular no implica que los gobiernos no deban invertir en su conservación y mejoramiento, ni tampoco que no haya que construir nuevas calles para mejorar la accesibilidad en la ciudad. Las vialidades deben mantenerse en buen estado para garantizar la seguridad de peatones, ciclistas y conductores. Esto también es necesario para que sean funcionales y duraderas.
Existen casos en los que la construcción de nuevas vías o pasos a desnivel puede justificarse para resolver problemas específicos de congestión o accesibilidad en ciertas áreas. Sin embargo, es indispensable tomar en cuenta que estas medidas deben ser parte de una estrategia integral de planificación del transporte, que incluya el fomento del transporte público como una alternativa real y la promoción de medios de transporte no motorizados con su correspondiente infraestructura. Al mismo tiempo, es necesario impulsar políticas de densificación urbana que permitan usar el automóvil particular lo menos posible. Dicho de otro modo, es fundamental adoptar un enfoque multimodal y sostenible que promueva la diversificación de los modos de transporte, reduzca la dependencia del automóvil y mejore la calidad de vida en las ciudades.
De la misma manera, es esencial que, con sus acciones, declaraciones y decisiones, los actores políticos no reproduzcan la idea de que el transporte público, el desplazamiento a pie y la bicicleta son para ciudadanos de segunda.
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Referencias
Galindo, L., Heres, D., & Sánchez, L. (2005). Tráfico inducido en México: contribuciones al debate e implicaciones de política pública. Estudios demográficos y urbanos, 123-157.
Medina, S. (2012). La importancia de la reducción del uso del automóvil en México. México: Instituto de Políticas para el Transporte y Desarrollo México.
