Todas las acciones cuentan. Todas importan y una no quita la otra: hay que organizarse para conseguir políticas públicas de talla nacional, regional y global, pero también cuentan las acciones individuales
Por Eugenio Fernández Vázquez
Tw: @eugeniofv
Ante la dimensión del deterioro ambiental y el ritmo tan veloz con el que avanza pareciera que las acciones individuales no tienen ningún peso y que los gestos pequeños son inútiles. Sin embargo, precisamente por la dimensión de la crisis todos los gestos cuentan. Es cierto que no llegaremos a ningún lado sin políticas públicas de gran envergadura en defensa del planeta y sin poner un alto a las grandes empresas depredadoras —con perdón por el pleonasmo—, pero también lo es que no podremos construir ni impulsar esas políticas sin cambios en hábitos, gustos y actitudes individuales, familiares, grupales ante el entorno y la naturaleza que lo anima y hace habitable.
Una de las estrategias más socorridas de gobiernos y empresas para postergar medidas que neutralicen y compensen los daños ambientales que generan es cargar la responsabilidad del desastre a los individuos y poner sobre ellos el peso de la culpa. El mejor ejemplo es la crisis de plásticos en el mar: circuló con fuerza el video de una tortuga que tenía un popote de plástico atorado en la nariz y la respuesta no fue el impulso a una legislación más dura contra ese material, sino un llamado a que fuera cada uno quien rechazara los plásticos en tiendas y locales.
Esa respuesta pasaba por alto que muy pocos en la sociedad tienen el poder adquisitivo para prescindir de los plásticos, que en muchísimos casos no hay alternativas disponibles y que una proporción enorme del plástico que ensucia los mares nunca pasa por las manos de un consumidor: son redes de pesca abandonadas por los gigantes globales de la pesca, los mismos que nos dejan sin tiburones ni tortugas por su uso de redes de arrastre.
En ese caso como en casi todos está claro que la respuesta debe ser política y colectiva y debe centrarse en hacer que los gobiernos obliguen a las empresas a hacerse responsables del desastre que ocasionan. Eso no quita, sin embargo, que haya una enorme lista de acciones individuales que tienen una enorme importancia.
El rechazo de los plásticos por parte de quien puede hacerlo es un gesto político y puede ser tanto más importante si va acompañado de una labor de conscientización y organización para ganar seguidores a ese boicot. El consumo de productos locales y justos tiene esa misma virtud con el añadido de que tiene un impacto muy positivo en la vida de otras personas. Quien deja de comprarle el café a Nestlé para comprarlo directamente a una organización cafetalera contribuye, y mucho, a combatir la pobreza en las comunidades de los bosques mesófilos mexicanos. Estas acciones, además, son innovaciones que también pueden llevarse a mayores escalas y pueden ser la punta de lanza que abra espacio, precisamente, a las políticas públicas que tanto nos urgen.
Emprender estas acciones debe hacerse, claro, sin caer en el juego culposo en el que pretenden meternos las grandes empresas y sus cómplices gubernamentales. No es cierto que querer es poder. Tampoco lo es que una acción individual baste para mover una montaña de basura, ni que un emprendedor comprometido logrará nunca limpiar los mares. Sí es cierto, sin embargo, que todas las acciones urgen y que no es que una siga a la otra: la lucha contra la crisis ambiental debe darse a todad las escalas y en todos los ámbitos.
Los gestos individuales son gestos políticos. La organización también es siempre local. El todo es más que la suma de las partes, pero sin las partes es muy poca cosa. Todas las acciones cuentan. Todas importan y una no quita la otra: hay que organizarse para conseguir políticas públicas de talla nacional, regional y global, y también hay que tomar medidas individuales, familiares, para favorecer esas políticas.
***
Eugenio Fernández Vázquez. Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.