Cuando muchos nos preguntamos en qué momento iniciará el resurgimiento de la oposición podemos coincidir en que será, si es que se da, después de 2024, cuando las actuales fuerzas opositoras toquen fondo (y no veo cómo Xóchitl Gálvez pueda ser tabla de salvación para élites mediática, intelectual, partidaria y empresarial). ¿De dónde puede venir esa nueva fuerza?
Por Alejandro Páez Varela
Muchos nos preguntamos en qué momento iniciará el resurgimiento de la oposición en México, simplemente porque es bueno para la salud de la democracia. Creo que la ruta para esa historia podría iniciar en 2024, cuando seamos testigos de eventos fundacionales de algo nuevo; cuando las actuales fuerzas opositoras aliadas toquen fondo.
Veremos el pulso entre los viejos poderes de facto y un poder emergente que se conoce como “4T”. Será lo primero. Y si las élites intelectuales y el 99 por ciento de los medios y de los periodistas; si la triada de partidos tradicionales (PRI-PAN-PRD) y una nata de multimillonarios no logran imponer a Xóchitl Gálvez, entonces la oposición, la que acude a las urnas dentro de poco menos de un año, estará en serios problemas. No es una crisis, como la que sufre hoy. No es un bache. Es un resquebrajamiento en los cimientos de un sistema que les sirvió para manejar absolutamente todas las variables del país. Y esa derrota marcará época y pondrá en duda que estos grupos opositores estén capacitados para el reto de renacer.
Los poderes identificados con los viejos partidos manipularon la economía, el pensamiento, la academia y la opinión durante décadas; manipularon instituciones, políticas públicas y más importante aún: manipularon presupuestos, bienes de la Nación y beneficios del Estado. Y si no logran contener a la izquierda en 2024 se les romperán los controles que todavía conservan. Para ellos no será un capítulo más sino el fin de un periodo que se inició con Carlos Salinas de Gortari (incluso desde antes) y que marcará su fin porque cada elección en los últimos seis años ha significado perder las posibilidades de regresar al poder. Cada que perdieron una gubernatura, una Alcaldía o una oficina pública se confirmó que una nueva estructura puede sustituir a la vieja, en definitiva. Perder el Poder Ejecutivo un segundo periodo sexenal se les traducirá en un evento muy cercano a la extinción.
Una alternativa para estas fuerzas era conservar gobiernos locales y desde allí financiar la retoma del poder, como lo hicieron en 2012 desde el Estado de México, con Enrique Peña Nieto. Pero esa opción se ha desvencijado. PRI, PAN y PRD han perdido territorios a una velocidad inaudita. ¿Entonces? Otra alternativa –que es hipótesis– era voltear hacia la izquierda y tratar de reconquistar el poder desde adentro. Por el momento, eso lo veo difícil. En la medida en la que López Obrador los ha venido exhibiendo; en la medida en la que esos poderes de facto se han agrupado, acercarse a las periferias y colarse en la médula de la 4T se ha venido conjurando. Ya no es fácil intentar una toma desde adentro.
¿Qué les queda? Buena pregunta. La respuesta es crear una nueva oposición. Hacer a un lado los logotipos de PRI, PAN y PRD (que se están deslavando por esfuerzo propio) y apoyar a una nueva fuerza que compita con la que creó López Obrador en menos de una década. Nada viene de cero –Morena misma es producto de varios desprendimientos– pero sí se necesita un nuevo logotipo, un proyecto de Nación, gente distinta y darle una opción a las bases. Y necesitan legitimidad, algo que no se vende en el mercado ni se simula con una mano de pintura.
Alejandro Moreno, Marko Cortés, Jesús Zambrano y las tribus que representan no van a soltar el poder que todavía conservan y tienen una visión muy corta; están demasiado desgastados. Entonces no es con ellos. Se necesitan nuevas estructuras y mejores rostros y plantear una alternativa y eso pasa también por hacer a un lado a Claudio X. González, hijo del privilegio, demasiado quemado para encabezar algo. Y eso pasa por deshacerse, al menos públicamente, de los Aguilares Camín y los Enriques Krauze. Eso pasa por hacer a un lado a los Vicentes Fox y los Felipes Calderón. Pasa por limpiarse de los Javieres Lozano y las Beatrices Pagés, los Robertos Madrazo y una cantidad ingrata de periodistas y medios con los peores antecedentes.
Pero si se hace una depuración de ese tamaño, otra pregunta obvia orbitará y quizás no tenga respuesta: ¿quién queda para crean una nueva oposición?
Un golpe en 2024, como el que se prevé, dará inviabilidad al actual bloque opositor. El PRIAN puede servir unas dos elecciones más antes de quedar en la inanición. No aguanta más, no aguantan más.
Había un “fondo de resistencia” (así me lo contaron) de empresarios para sostener a sus medios y sus intelectuales. Si tal fondo existió, doce años es muchísimo porque medios, intelectuales y periodistas no son baratos y les gusta la buena vida. Vea usted Mexicanos contra la Corrupción: años en los que ingresó ¡más de cien millones! para hacer unos cuantos reportajes. Pero les encantan los salarios de ejecutivo de Hollywood. ¿Casi medio millón de pesos al mes por dirigir ese medio con apenas resultados? Y claro, ese grupo de presión está recibiendo mucho menos dinero hoy porque los 500 millones de pesos que apostaron en estos pocos años han hecho poco. Por eso digo que doce años, dos sexenios, es mucho tiempo y mucho dinero. Y no sólo es eso: es la falta de resultados. La oposición como la conocemos (PRI, PAN y PRD) es un proyecto caro y malo. Claudio X. González es caro y es malo. Vean sus resultados. Mucho ruido y pocas nueces.
Cuando muchos nos preguntamos en qué momento iniciará el resurgimiento de la oposición podemos coincidir en que será, si es que se da, después de 2024, cuando las actuales fuerzas opositoras toquen fondo (y no veo cómo Xóchitl Gálvez pueda ser tabla de salvación para élites mediática, intelectual, partidaria y empresarial). ¿De dónde puede venir esa nueva fuerza?
Algunos creen que la única opción es que se dé un desprendimiento desde Morena e incluso para eso habrá ciertas condiciones. Alguien adentro, a finales de 2024 o en 2025, que se separe y diga, como lo hizo López Obrador en 2012: “En los 23 años que milité en el PRD di lo mejor de mí; estamos a mano, estamos en paz”, e inicie la construcción de algo distinto.
Pero esto plantea una cascada de dudas.
La primera es quién puede ser esa figura y la segunda es si tendrá suficiente fuerza para que no se sienta como un salto al vacío, una traición o un deseo de poder ciego que no atiende el daño que se causa en el proceso o sin medir las consecuencias. Porque incluso cuando AMLO se atrevió a dar un salto nunca fue al vacío. Su red era amplia. Miles de manos lo cargaron para que nunca tocara suelo.
Alguien que se desprenda de Morena deberá, primero, dejar pasar la elección interna y también la general porque de otra manera se verá como un berrinche. Y los berrinches rara vez funcionan porque no imprimen confianza, porque no son parte de un plan grande y ambicioso sino una actitud visceral. Alguien que se desprenda de Morena deberá esperar a que López Obrador se haya retirado y deberá buscar un nuevo espacio en el espectro político, también; aceptarse más hacia el centro o de plano de derecha, si es que quiere captar los votos que han abandonado al PRIAN, primero, y comerse otros que quedan en medio y que no ven a Movimiento Ciudadano como un partido realmente viable.
¿Quién puede ser esa figura notable que reúna a miles y les dé (y se dé) viabilidad política sin Morena? ¿Quién se atreverá a dar ese salto y quién puede garantizar que será un proyecto fresco, alejado de Morena pero también de los poderes de facto, contra los que una mayoría de mexicanos ha luchado en estos años? Son preguntas difíciles de responder y muchas no tienen respuesta.
Quizás, porque la sociedad no termina de decirles que se vayan y que dejen espacio para algo mejor, nadie se ha planteado la posibilidad de refundar a la oposición y los intelectuales y los medios y Claudio X. González y los empresarios y Marko Cortés, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano siguen soñando con su regreso al poder así como están, sin cambio alguno. Quizás la manera en que una sociedad puede apresurar esa renovación es negándoles votos; dejándolos morir por inanición.
Pero eso no sucede y entonces lo que vemos es un ser deforme. La alianza opositora es un ser deforme; un cuerpo sin alma; un jorobado que ronda los sótanos y los campanarios de alguna catedral, como lo advertía, hace más de un siglo, Antonio Gramsci: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos…”.
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Alejandro Páez Varela. Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx