¿Podrá la Nueva Escuela Mexicana rendir los frutos esperados? Es difícil saberlo; pero se visualizan tiempos complejos
Por Hernán Ochoa Tovar
Algunos estudiosos del quehacer político solían decir que el sexto año de gobierno de un presidente era el más difícil, pues, al darse la gesta electoral y la eventual elección de su sucesor, el otrora hombre fuerte del país va perdiendo su poderío y se lo va endosando -real o simbólicamente- a quien será su sucesor. Este fenómeno se dio en 2018, cuando diversas encuestas daban por descontada la victoria de Andrés Manuel López Obrador, así como la improbable remontada de sus contrincantes. A partir de junio del año en cuestión, Peña Nieto se replegó sistemáticamente y AMLO fue actuando como el virtual mandatario, incluso sin haber tomado aún posesión (lo hizo hasta diciembre); empero, su toma de decisiones comenzó desde que dicho período de gracia comenzó a correr de manera paulatina.
A día de hoy, parece estarse presentando un fenómeno semejante. Desde que arrancó la adelantada carrera presidencial, el discurso presidencial parece haber perdido un poco de punch, pues aunque el Presidente continúa siendo muy popular –a contrapelo de algunos de sus antecesores–, su retórica parece ya no ser tan infalible como lo fue durante los primeros dos tercios de su gobierno. Y si en el lapso en cuestión pudo idear una argamasa conceptual que incluyó a ciertos sectores pero excluyó a otros; a día de hoy, dicha táctica parece estar encontrando visos de agotamiento. Para muestra, un sector donde el presidente había tenido éxito, por lo menos en el ámbito discursivo –la praxis es mucho más compleja de lo que aparenta–: la educación.
Prácticamente desde el 2018, AMLO supo galvanizar y acoger el descontento magisterial por la Reforma Educativa de 2013, propuesta por Enrique Peña Nieto y aprobada al calor del controversial “Pacto por México”. Como pocas veces se había visto en este país, López Obrador recibió el apoyo de dos corrientes magisteriales antitéticas: el SNTE y la CNTE. Y aunque había habido un relativo acercamiento de la CNTE y Morena, por lo menos en su primera época -cuando el propio AMLO fue dirigente del partido guinda-, decidió aceptar el apoyo de las bases del SNTE para así poder triunfar de manera contundente en los comicios del año en cuestión.
A contrapelo de lo sucedido en otros sectores, donde sus propuestas iniciales sufrieron un paulatino viraje –como en el caso de la militarización–, en el ámbito educativo sí cumplió su propuesta principal, la cual desde la campaña del 2018 había sido la abrogación de la “mal llamada reforma educativa” (palabras de AMLO). Esto sucedió en 2019, unos meses después de haber tomado posesión la presente administración, cuando, a partir de la gestación de la Reforma Educativa de la 4T, se pusieron las bases de lo que sería la Nueva Escuela Mexicana (NEM).
Desgraciadamente, la NEM ha tardado mucho en cristalizarse. De aprobarse su andamiaje jurídico a principios del 2019, apenas comenzó a pilotearse a partir del presente ciclo escolar; mientras que su implementación oficial ocurrirá desde el período de clases venidero. Es decir, la cristalización de la NEM coincidirá con el cierre del sexenio, lo cual en términos políticos no es un buen mensaje, pues es cuando el gobierno presenta un mayor desgaste, y las metas iniciales comienzan a ser abandonadas en aras de abanderar otras que garanticen la transición. Quizá nadie previó este escenario. O tal vez se hizo una confección tan meticulosa que los tiempos ideales comenzaron rebasando a los políticos. Y esto en México es una poderosa señal, pues, desde hace varias administraciones, la educación no ha sido una preocupación transexenal, y prácticamente cada uno de los últimos mandatarios ha hecho adecuaciones en la materia: desde Felipe Calderón hasta Andrés Manuel López Obrador.
Quizás la dilación en la construcción del marco curricular de la NEM y su eventual puesta en práctica estribó, nuevamente, en razones políticas. Probablemente AMLO pensó que, teniendo prácticamente asegurada la continuidad, a él le tocaría poner la primera piedra (o etapa) de la NEM y sería su sucesor(a) el encargado(a) de darle continuidad y consolidación. Sin embargo, las circunstancias se han complejizado. Lo que parecía una elección de mero trámite hace apenas un par de meses, ha pasado a ser un fenómeno de competencia real. Y en un escenario así, nada garantiza que a partir de 2024, la NEM tenga continuidad. Esto, por el contexto que actualmente se está vivenciado. Y aunque Claudia Sheinbaum no ha expresado mayores cuestiones en el ámbito educativo; Marcelo Ebrard sí llegó a deslizar que teníamos que preparar a los jóvenes para el futuro que viene (sic) lo cual no deja ser ambiguo, pues la NEM no aborda tanto el futuro, pero sí el criticismo que resulta sumamente relevante ¿Guiño para una eventual y enésima reforma? No lo sabemos. Lo que sí es cierto es que, de llegar Xóchitl Gálvez en 2024, probablemente la política educativa sufrirá cambios importantes; la oposición ha dejado ver las discrepancias que existen con el currículo blandido y propuesto por la administración en turno.
Bajo esta tesitura, los libros de texto gratuitos parecen estar encarnando una especie de ruptura. Si bien, cierto sector del magisterio parece apoyar la política educativa de la 4T, y, por consiguiente, a su obra editorial, hay una parte que ya empieza a notificar su descontento. Prueba de esto es que la CNTE, otrora aliada del oficialismo, ya dejó entrever su descontento con el diseño de los libros. Y aunque la Asociación Nacional de Padres ya había mostrado su descontento, se puede decir que el gobierno federal ya reunió a varios grupos antitéticos en contra de los mismos, pues la Asociación Nacional de Padres y la CNTE están en las antípodas y ambas están reivindicando la crítica hacia los mismos. A día de hoy, el paisaje luce bastante complejo.
Como punto final esgrimo lo siguiente: la educación socialista del Gral. Cárdenas fue obra de un sexenio. Su sucesor la abandonó ¿Podrá la NEM rendir los frutos esperados? Es difícil saberlo; pero se visualizan tiempos complejos sobre la mesa. Es mi humilde consideración.